Crítica de Transcendence: Una obra menor con Johnny Depp a la cabeza

Crítica de Transcendence

Walter Pfister, también conocido como Wally Pfister, viene a presentarnos su ópera prima intitulada “Transcendence”, film que está apadrinado por el fenómeno cinematográfico de la dirección Christopher Nolan y la eterna compañera de éste (de correrías fílmicas y personales), Emma Thomas. Y no es para menos, ya que Wally es el fotógrafo de cabecera de Nolan

Contagiado por la enorme celebridad que ha ganado su mentor en los últimos años, Pfister decidió lanzarse al ruedo en la silla de director con este guión a cargo de Jack Paglen y la responsabilidad de la fotografía quedó en manos de Jess Hall, para concentrarse por completo en la dirección de su debut cinematográfico.
Pfister nos adentra en la historia del Dr. Will Caster (Johnny Depp), conspicuo científico-investigador de la A.I. (Artificial Intelligence) o I.A. (Inteligencia Artificial) quien ha creado una máquina-software capaz de tener todo el conocimiento humano acumulado a lo largo de las centurias (más o menos como las ambiciones de Google), pero con el plus de poseer el amplio rango de las emociones humanas, premisa que, como es cotidiano en este tipo de temas, nos acerca a uno de los temores primordiales del ser humano contemporáneo: que la máquina-software tome conciencia de sí misma, nos considere inferiores y por ello quiera acabar con nuestra existencia (“Terminator” de James Cameron, por ejemplo). Claro que ha habido variantes en las propuestas fílmicas a lo largo de los años: en unas, la máquina-software nos quiere someter (v. gr.: “The Matrix”); en otras, quiere mantener el status quo obtenido (v. gr.:“Wall-E”); y en unas más, hasta se enamora de nosotros (v. gr.:“Her”).
Johnny Depp  en "Trasncendence"
Johnny Depp
Lo interesante de la premisa de Paglen es que la creación de la máquina-software de “Caster” llevaría a un misterioso estado de excepción tecnológica; o en la acepción personal del Dr. Will, a la trascendencia. Este concepto lo sufre él en carne propia, ya que una bala contaminada con un radioisótopo, cortesía de un miembro del “RIFT” (“Revolutionary Independence From Technology”, algo así como “Independencia Revolucionaria de la Tecnología”, quienes están en contra de su proyecto), le va quitando la vida de forma gradual, por lo que días antes de morir, su esposa, la Dra. Evelyn Caster (Rebecca Hall), enlaza el conocimiento y las emociones de su esposo a la supermáquina creada por éste.
Una vez muerto, el Dr. Caster logra su propia trascendencia, pues ahora él es la máquina, él es el software y conectado a Internet se convierte en lo que podría ser la mayor amenaza para la humanidad o en la redención que por tantos años hemos esperado como especie.
Lo que pudo haberse convertido en un extraordinario debut cinematográfico, simplemente quedó en una anécdota del largo rubro de la historia del cine. Pfister no logra la conexión con el espectador: no hay en su metarrealidad encuadres que emocionen; no hay siquiera efectos visuales que llenen la pupila (lástima por los 100 milloncetes de dólares que gastaron en la realización de esta película); no hay nada que rescatar en los parlamentos de los actores. No se nota el esfuerzo por querer conmover, por querer cimbrar las estructuras pensantes de la audiencia, que la lleve a cuestionarse sus propios dichos, sus costumbres, sus metas, sus miedos o sus alegrías, o en otras palabras, su propia trascendencia. Simplemente fue llevar a la pantalla un guión, sin tomarse la molestia de saber si tenía la capacidad de ser cinematográfico, de si la existencia de esta obra tendría la cualidad de unirse al espíritu humano del cual surgió.
Morgan Freeman, Rebecca Hall y Cillian Murphy en "Trasncendence"
Morgan Freeman, Rebecca Hall y Cillian Murphy
Incluso la música está por encima del film. Este único acierto corrió a cargo de Mychael Danna, quien ya había incursionado en estos temas del Sci-Fi con “Johnny Mnemonic” (1995). Además el originario de Manitoba, Canada ya presume un Oscar en sus vitrinas por “La vida de Pi” (2012).
Por lo que toca a los actores, éstos también estuvieron en carácter de intrascendentes. Johnny Depp, despojado de paliacate o sombrero loco, caracterizado esta vez como en su papel de “A la hora señalada” (1995), desarrolla su personaje como una tabla de policarbonato: planito, planito. Es un buen actor y ha tenido buenos registros actorales a lo largo de su carrera, pero esta vez nos quedó a deber.
Morgan Freeman. El buen Morgan. A pesar de su edad, es un actor muy solicitado en Hollywood y no por nada, pero después de haber visto esto, prefiero recordarlo por “Seven”, “Million Dollar Baby”, en la trilogía de Nolan del Hombre Murciélago o en aquel inolvidable papel como “Red” en la sublime “Cadena perpetua”. Aquí nomás vino a embolsarse unos billetes.
De quien sí me esperaba más, era de Kate Mara (hermana de Rooney, protagonista de “Her”), por el hecho de que desde hace tiempo ella ha querido ser trascendente en Hollywood, pero con este tipo de actuaciones no lo va a lograr. Se supone que era la acérrima enemiga del Dr. Caster, como una de las líderes del grupo extremista RIFT, sin embargo, casi ni tiene tiempo en pantalla. A estas alturas de su carrera debería tener la habilidad de conseguir más parlamentos para poder desarrollar un personaje (cualquiera que éste sea) que le brinde resultados satisfactorios. No obstante, como estaba en plan de intrascendente, esto no le importó.
Es entendible que cuando trabajas para alguien tan célebre por hacer tan bien las cosas como Christopher Nolan, te contagies del ánimo reinante y te entren ataques de creatividad que no posees; Pfister ha sido víctima de ello y debe comprender que como director de cine es un excelente fotográfo: trascendente en esto último, pero completamente intrascendente en lo primero.

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