Con su décimo largometraje, el realizador británico Danny Boyle, regresa a sus fueros iniciales. Trance recorre el terreno del thriller, como lo hizo en su excelente debut para el cine (después de trabajar en el teatro y realizando telefilmes para la BBC), Tumba Abierta (Shallow Grave, G.B., 1994). Constituye igualmente un reencuentro con el guionista de sus cuatro primeras películas, John Hodge, con quien no trabajaba desde La Playa (The Beach, G.B., 2000). Supone igualmente un regreso a su país, Inglaterra, después de ambientar en la India y EEUU, sus anteriores tramas, Slumdog Millionaire (GB-India, 2008) y la excelente 127 horas (127 Hours, GB-EEUU, 2010) respectivamente. Boyle ha estado atareado estos últimos años con su adaptación teatral de Frankenstein, con Benedict Cumberbatch y Johnny Lee Miller, y con el diseño y coordinación de la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, que contó con música electrónica de fondo, tan afín al cine de su autor, en esa ocasión, compuesta por el dúo Underworld, integrado por Karl Hyde y Rick Smith. Este último compositor de la banda sonora de Trance, rodada antes de su participación en la citada ceremonia, y montada 6 meses después.
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James McAvoy |
Hodge parte de un guión escrito por Joe Ahearne, que cristalizó en 2001 en un telefilme del mismo título, dirigido por el propio Ahearne. El guionista de Trainspotting (G.B.1996) conservó el esqueleto argumental del citado telefilme, transformándolo por completo y desordenándolo cronológicamente, en el sentido que puede verse en las un tanto caóticas imágenes rodadas por Boyle.
La película recorre los recovecos de la memoria de Simon (James McAvoy) intentando encontrar en ella el lugar donde escondió el cuadro de Goya, Vuelo sobre brujas, justo después de ser robado de la casa de subastas donde trabaja, en connivencia con la banda de Frank (inquietante Vincent Cassell). Para recuperar ese fragmento de la memoria (tras haber sufrido un fuerte traumatismo en la cabeza), contarán con la imprescindible ayuda de la Hipno-terapeuta Elisabeth (Rosario Dawson). Es difícil ver este trabajo de Boyle y no pensar en otras incursiones fílmicas en el territorio de la memoria, sobre todo en Memento (USA, 2000) u Origen (Inception, USA, 2010), ambas de Christopher Nolan, dos de las películas más fascinantes y perturbadoras que nos ha ofrecido el cine reciente. Nolan ahondaba con mucha eficacia en los conflictos y limitaciones de la mente de sus protagonistas (la angustiosa memoria a corto plazo de Leonard, o la imposibilidad de Cobb de poder introducirse en la mente de otros, y construir en ella su particular búsqueda de secretos industriales, debido la proyección de su mujer fallecida, que sabotea su trabajo).
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Vincent Cassell |
Tal tarea se acometía por Nolan desde la clásica perspectiva de la Agnórisis, el recurso narrativo empleado por vez primera por Aristóteles en su Poética, y luego adoptada para la tragedia griega, con Edipo Rey de Sófocles a la cabeza, o en la épica, sobre todo en la Odisea de Homero, así como en las novelas de caballería españolas o en la literatura de William Shakespeare. Supone el descubrimiento por parte del héroe de algún dato relevante sobre su identidad o de algún ser muy próximo, y como influye en su conducta posterior y, por tanto, en el devenir de la trama. La Agnórisis se contrapone a la Catarsis, que es el efecto de aquélla en el espectador. Nolan, siguiendo este recurso narrativo, apela a nuestros sentimientos de compasión, miedo y fobias en general, así como toda la sinrazón que nos perturba y recorre nuestras vidas, de modo que elegimos involucrarnos incondicionalmente en la trama que presenciamos. A través de ese intenso proceso, nos comprendemos mejor a nosotros mismos y nos redimimos, empatizando muy estrechamente con el sufrimiento de sus protagonistas.
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Rosario Dawson |
Nada de todo este proceso tan intenso ocurre en este trabajo Boyle-Hodge, que, desde una perspectiva que pretende sorprender desesperadamente al espectador, trata de revisar la clásica estructura del film noir, pero no pasa de una sensorial sucesión indiscriminada de diatribas visuales y sonoras, que se lanzan implacablemente sobre el espectador, (sin apenas espacio para la sutilidad), a quien se trata de enredar de una forma demasiado artificial y efectista, recurriendo, sin demasiado sentido narrativo, a transformar una y otra vez, la posición en la trama de cada uno de los tres personajes principales, confundiendo evolución con artefacto, sin que realmente llegue a importar demasiado quien es el bueno y quien es el malo, después de tanta saturación sensorial.
Una lástima, pues la obra parecía al comienzo un elegante envoltorio, que remitía a los iniciales y atractivos trabajos de su realizador, pero enseguida naufraga irremediablemente hacia la indefinición y el desinterés, sin permitirnos en ningún momento empatizar mínimamente, con los personajes. Boyle y Hodge estarán encantados de haberse conocido y reencontrado.
No sé, yo tengo ganas de verla, pero me da miedo, la verdad que 127 horas me defraudó a más no poder… :S
Estupenda crítica, Manuel. Tenía entradas para el preestreno de esta película pero al final las cedí y me quedé con ganas de ir a verla…James McAvoy es un actor que personalmente me gusta mucho, pero me he quedado chafada al leer que al final no es un producto tan bueno como parece. ¡Un saludo!
A mi me suele encantar lo que hace Boyle, pero no he escuchado demasiadas cosas buenas de esta cinta, y eso que McAvoy y Dawson me parecen muy buenos actores… pero de donde no hay….!!!
¡Muy buena nota! Esta nueva historia de Danny Boyle es muy complejo, con un aire a "Memento" o a "El Maquinista". Me encantó.
Comienza de forma clásica y se convierte en un impactante thriller psicológico. Hasta el último minuto no se sabe como viene la mano, y luego del final dan ganas de verla bajo esa "nueva mirada".
Es una película rara, con situaciones que pueden parecer bizarras (y de hecho lo son) pero con una esencia muy humana.
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¡Saludos!