Estado Eléctrico: Netflix y los hermanos Russo mano a mano [Crítica]
Netflix vuelve a tocar agua con su nueva gran superproducción cinematográfica: Estado Eléctrico
Netflix vuelve a intentar buscar una gran película, esta vez con su incursión en la ciencia ficción con Estado Eléctrico. Se está gastando mucho dinero con el que intentar tener su propia mega-franquicia de éxito, un film que le ofrezca la oportunidad de poder aumentar el número de suscriptores y a la vez, que pueda convertirse en un clásico del cine que le de prestigio. Hasta ahora no lo ha conseguido, ni siquiera con proyectos más personales de grandes directores que han hecho buenas películas, pero no han conectado con el público masivo (y ese es el que al final le interesa a Netflix).
La plataforma de la gran N convierte su calendario de estrenos en un tablero de mesa como el de hundir la flota, dispone una cuadrícula en la que coloca sus películas esperando que los espectadores logren acertar en el barco. El problema está en que siempre suele dar como resultado que sus propuestas hacen aguas en todos los sentidos. Largometrajes vacíos, insípidos y carentes de alma, que, aunque se conviertan en lo más visto de la plataforma durante esos días, son tan rápidos de olvidar como consumir un paquete de palomitas.
Estado Eléctrico no se puede decir que sea una mala película, pero su ambiciosa producción que ha contado con un presupuesto récord de 320 millones de dólares, no está acorde a las expectativas. Y lo primero que he de decir, es que puede que el problema sea de los directores, los hermanos Russo, que pueden manejar grandes ideas pero necesitan un contrapunto de apoyo que les ayude a medir su exaltada creatividad (algo que sucede con Zack Snyder, al que la libertad creativa total, en modo dios del cine, no le ha ayudado más que a tener fracasos sonoros).
A los Russo les pasó ya algo parecido con su anterior propuesta, ‘El agente invisible’, que es una gran propuesta de cine de acción, pero a la que le falta definir su identidad. Por cierto, hay planos de la batalla parecidos a los de Ready Player One del maestro Spielberg, porque Estado Eléctrico aspira a ser una aventura entrañable como las que dirige el gran maestro del cine, pero sin el espíritu y la energía que ofrece el buen cine de aventura.
La identificación es lo que guía al espectador para poder introducirse en una historia, más aún si es de ciencia ficción, pero Estado Eléctrico no ofrece más que confusión y caos, una mezcolanza mortífera que aleja al espectador de la trama. Por poner un ejemplo, el Marshall que acaba con los robots disidentes, interpretado por Giancarlo Esposito, va siguiendo a los protagonistas con una facilidad pasmosa, mientras que ellos encuentran dificultades en su camino, vemos como el Marshall es capaz de descubrir como sus perseguidos entran en la guarida de los robots mientras son apresados, sin olvidar de que previamente lo han dejado herido y la Zona de Exclusión es una extensión de miles de millas. Así por arte de magia sucede durante toda la cinta, el Marshall siempre aparece sin ninguna explicación plausible de por qué está allí. Para más inri, se supone que es el carnicero de robots, cruel y despiadado, sin embargo, al final decide dejar con vida a los robots porque el Marshall dixit: “He encontrado a un humano que es menos humano que un robot”. El problema no es que pueda cambiar de parecer, es que al igual que en el resto de la película las cosas suceden por azar, sin que haya un arco evolutivo del personaje para que sea creíble.
En cuanto a los actores, solo me voy a detener en los principales, Millie Bobby Brown, Chris Pratt y Stanley Tucci. Es este último quien sabe aprovechar la doble moralidad del científico que busca el bien de la humanidad a través del control, interpretándolo sin estridencias y con la seriedad de quien se cree superior al resto de los humanos… y de los robots. Millie Bobby Brown está correcta, aunque su personaje se pasa de melodramático cuando su apariencia y actos de rebeldía deberían situarla en un plano con más carácter, el suficiente para liderar una revolución (que es lo que acaba siendo su viaje de heroína). Y me dejo para el final a Chris Pratt, un actor con carisma, que en esta ocasión se limita a repetir su aspecto atolondrado del personaje de Guardianes de la Galaxia, pero con menos gracia, un personaje que en la película está desaprovechado y que solo sirve como contrapunto de alivio cómico.
Estado Eléctrico tiene un guion plano, que solo busca sorprender con algunas imágenes bien diseñadas y algunos planos hermosos, pero que no tiene la densidad narrativa necesaria para convertirse en una gran película, y eso que tiene una gran historia entre sus manos. Entretiene lo justo para que no acabes quitándola y pongas otra cosa, y repito… es una grandísima pena porque cuenta con un material previo maravilloso en forma de novela gráfica, una historia de ciencia ficción potente con infinitas posibilidades.
La música elegida es otro de sus grandes problemas, ninguna acierta con el tono de la escena que se está mostrando, por ejemplo, la imitación cutre y desacertada de la presentación del personaje de Chris Pratt (que es una pésima imitación de la escena de presentación de Star Lord en Guardianes de la Galaxia). El resto de canciones son tan desatinadas con lo que muestra en pantalla, que es capaz de sacarte de la película a patadas.
Hay ligeras trazas de crítica social que se podrían haber aprovechado, como que los robots solo están para servir al ser humano, ecos de la esclavitud más violenta. Pero es una masa tan liviana que se desinfla a mitad de película y que acaba sirviendo para ser una excusa de una batalla contra los malos. Algo que para quien logre ver el potencial oculto que podía tener este largometraje, será una total decepción. En el fondo y en las formas un castigo para los amantes de la ciencia ficción, que no está reñida con disfrutar de unas buenas horas de evasión y acción sin complejos, pero siempre con sustancia.
En definitiva, Estado Eléctrico es una película insulsa, demasiado trillada por sus ganas de agradar a todos los públicos. Una cinta que puede resultar entretenida para quienes busquen una aventura ligera con robots, explosiones y alguna que otra imagen atractiva, pero para aquellos que esperen una obra que explore el potencial filosófico y narrativo de un mundo donde los robots se revelan… puede ser una decepción.
Netflix logrará su enésimo éxito de visionados en la plataforma gracias a su fórmula de películas livianas sin que medie la reflexiva complejidad de una trama que pueda desajustar el número de espectadores. Entretenimiento hueco, frío y privado de espíritu aventurero, convirtiendo a Estado Eléctrico en un material diluido lejos de las grandes posibilidades que tenía el material original.
La plataforma de la gran N, sigue poniendo el tablero sobre la mesa mientras se gasta millones de dólares en largometrajes vacíos, insípidos y carentes de alma, porque se ha olvidado de que para crear una película de culto debe mostrar interés en crear una trama inquietante, unos diálogos punzantes y una narración satisfactoria. Una fusión indispensable para que los espectadores puedan expresar con emoción al ver sus películas aquello de… tocado y hundido.