Crítica de DUNE, la adaptación de Dennis Villeneuve del clásico de Frank Herbert
El título no es casual. Aunque la nueva película de DUNE no esté firmada oficialmente, sin duda, se nota que es la obra personal de un autor, de alguien que lleva desde niño queriendo realizar una adaptación de su libro favorito (podemos recordar el caso de Peter Jackson con el señor de los anillos). Desde luego, si algo queda claro con esta nueva visión de la saga de Frank Herbert, es que hacía mucho tiempo que no se veía en el cine (al margen del último año pandémico), una obra tan personal y con un carácter tan épico como esta película.
Recordamos que esta DUNE es la primera parte de algo más, el propio director aseveró que se veía obligado a dividir el libro en dos partes para poder realizar una mejor adaptación del mismo. Y es este tipo de decisiones creativas las que demuestran cuando detrás de la cámara hay una persona que tiene una visión clara sobre la obra que quiere realizar.
Porque DUNE, el libro, es una obra magna, son casi ochocientas páginas, lo que en otro tiempo se denominó como novela río, cuyas características no son solo la longitud del relato sino la complejidad del mismo (número de personajes, escenarios, tramas, subtramas etc.), obras que son muy complicadas de adaptar a otros lenguajes debido a que te enfrenta a decisiones complicadas sobre qué merece la pena contar y qué episodios son más prescindibles. A DUNE tenemos que añadirle si acaso una dificultad más, que es lo complicado de su argumento, y explicamos esto un poco para aquellos que aun no lo hayan leído. El relato que al final se acabó convirtiendo en una saga de seis libros, habla sobre todos los aspectos que componen la esencia del ser humano: política, economía, religión, guerra y un largo etc. De otras cuestiones. Como siempre, la Ciencia Ficción es un género que habla de nosotros, pero en esta ocasión, solo es un marco para envolver una idea seminal: la del Mesías, la llegada de un salvador para ese imperio intergaláctico que nos describe la narración. Esa parte del supuesto Mesías, otorga el ingrediente fantástico que es lo más complicado de trasladar.
Pero Dennis Villeneuve se ha tomado su tiempo. En esta primera parte lo que hace es presentarnos a los personajes y los escenarios. Nos ofrece un adelanto de lo que puede venir en la segunda parte (esperemos y recemos para que la haya). Y lo hace siguiendo el libro casi con puntos y comas. Ya demostró en su obra La Llegada que no se complica en ningún momento para adaptar cuentos o libros. Parte siempre desde el más profundo respeto al material original y no realiza ninguna interpretación de carácter metafísico o pretende ser mejor que el autor primario. En DUNE, la narración fluye a buen ritmo, por lo menos a quien esto escribe se le pasó el tiempo volando, y de hecho si algo ha caracterizado al visionado de la película es precisamente el asombro; la alucinación ante el gran diseño de producción que tiene la cinta que parece estar hecho a la antigua usanza, con muy poco entorno digital y mucho escenario real, con grandes planos panorámicos para mostrar la magnificencia de los entornos (especialmente el desierto de Arrakis con los gusanos, que es sublime).
Todo esto adornado con un gran elenco actoral, donde destacan especialmente Rebeca Ferguson como Jessica, la madre de Paul Atreides, una actriz que se está convirtiendo en una de las mejores de la última década y un gran interpretando al maquiavélico Barón Harkonnen, que sale en momentos muy contados de la cinta, pero son instantes en los que nos transmite a un auténtico monstruo, sin necesidad de histrionismos, solo con una mirada y una presencia imponente. Y es que uno de los grandes aciertos de la película es el reflejo de esta familia criminal, cuya estética contiene un buen homenaje a Alejandro Jodorowky y su obra “La casta de los Metabarones” (Jodorowsky se postuló en su día para hacer la primera película de Dune pero el proyecto acabó en manos de David Lynch). En general, todo el reparto es excelente y se nota la gran labor de casting realizada, pero también el buen hacer del director sobre ellos, logrando que todos sean creíbles como los personajes del libro.
Villeneuve logra la inmersión total del espectador en un universo nuevo, abriendo de nuevo el camino a las grandes producciones clásicas de los estudios, cuando tiempo atrás se arriesgaba con obras como Alien o El Reino de los Cielos, grandes y medianas producciones que contenían un sello personal, la huella de un creador.
Seguramente, alguno de vosotros se sorprenderá porque no he comentado nada acerca de la película anterior, la obra de culto de David Lynch; pues es que no merece la pena hacerlo porque son incomparables y esta nueva película hay que verla como lo que es, una nueva visión sobre la guerra entre los Atreides y los Harkonnen. Lo que sí que merece la pena dejar claro es que esto no es una space opera, no es Guardianes de la Galaxia ni es Star Wars, no es una película de estudio como las que se hacen ahora, que son prácticamente como videoclips musicales en los que apenas tienes tiempo de percibir nada. No es una película para el espectador habituado a los videos de tik tok o youtube, es una obra cinematográfica elegante, que se toma su tiempo para contarnos una historia y que nos pide que nos dejemos llevar.
Esperemos que Warner decida realizar, al menos, la segunda parte de esta historia y dejemos concluido el primer libro. Esperemos también que esta película se tenga en cuenta para los Oscar de este año. Por soñar que no quede. Lo que sí que queda es la sensación de que DUNE de Dennis Villeneuve es absolutamente magnífica (a pesar de los planos de Zendaya en el desierto que parecen sacados de un anuncio de perfumes), es un gran espectáculo de principio a ¿fin?