“Cazadores de sombras: Ciudad de hueso” viene a ser el primer libro de esta saga cuyo título original es “The Mortal Instruments”, escrita por la estadunidense Cassandra Clare. Su adaptación cinematográfica corrió a cargo de la guionista Jessica Postigo, con la dirección de Harald Zwart, conocido por realizar el remake en 2010 del clásico ochentero “The Karate Kid”.
La película nos cuenta la historia de “Clary” (Lily Collins), una chica neoyorkina de clase media que lleva una vida bastante normal y cuyo mejor amigo es un anodino chico llamado “Simon” (Robert Sheehan). La historia detona cuando “Clary” es testigo de un asesinato en la discoteca “Pandemonium”, comenzando a ser perseguida por “Jace” (Jamie Campbell Bower), autor del hecho. En su interacción, “Jace” descubrirá que “Clary” es una más de ellos, es decir, es una ‘Cazadora de sombras’, descendiente directa de “Jocelyn” (Lena Headey), otrora cazadora y que se destacó en su tiempo por ser una de las mejores. Ella, “Jocelyn”, ocultó para su solo conocimiento, la ‘Copa Mortal’, donde el ángel Raziel mezcló su sangre con la de los humanos, para crear una nueva raza, mitad ángeles-mitad humanos, con el objeto de protegernos de los demonios.
“Clary” será la clave para recuperar la ‘Copa Mortal’, necesaria para preservar la raza de los ‘Cazadores de sombras’, quienes han ido perdiendo terreno frente a los demonios.
Comienza a haber un interés amoroso entre los dos protagonistas, “Jace” y “Clary”, ante la desilusión de “Simon”. Un acierto de “Cazadores de sombras: Ciudad de hueso” es no centrarse demasiado en este asunto y dedicarse más a la acción, y aquí es, no obstante, donde este film pierde un tanto. Cuando “Clary” y sus secuaces van en pos del rescate de “Simon”, quien ha sido secuestrado por los demonios, comienza la refriega con éstos y parece más una pelea de salón de clases, que una digna batalla entre seres demoniacos y guerreros cuasi-celestiales.
La chica que hace de “Clary” no está mal en cuanto a presencia física, pero se muestra bastante planita en cuanto a su registro actoral. En todo caso, me gustaba más el encanto de Emma Watson en “Harry Potter”, que esta chica haciendo de heroína.
La que está mejor es Lena Headey haciendo de su mamá, pues ella resulta ser convincente en su pelea con dos malechores que allanan su casa; buenos moquetazos y portazos en el refrigerador les proporciona hasta dejarlos noqueados.
Jonathan Rhys Meyers, bien como el villanazo de la película (“Valentine”), aunque con poco tiempo en pantalla, muestra sus tablas y su experiencia. Pone a sufrir a la ‘sosita’ de Lily Collins.
Con el discurrir de la película, “Clary” va descubriendo sus poderes mágicos, donde el más interesante, por práctico, es el de limpiar y acomodar su casa, con el simple movimiento de sus manos, superando a competidoras directas como “Giselle” (Amy Adams) en “Encantada: la historia de Giselle” o “Isabel Bigelow” (Nicole Kidman) en “Embrujada”.
Un apunte divertido es cuando “Isabelle” (Jemima West) le aclara a “Simon” quiénes son los ‘Subterráneos’, diciéndole que son básicamente vampiros y hombres lobos, que en ocasiones son aliados de los ‘Cazadores’. “Simon” pregunta por los zombies y ella sardónicamente le contesta: “Los zombies no existen”. ¡Zas!, para todos los amantes de estas criaturas tan de moda hoy en día.
Otro apunte que sorprende, por curioso, es que los demonios son susceptibles a la música de Bach como los mismísimos vampiros al ajo (¿Será que Cassandra Clare cuenta con datos fidedignos de que el compositor alemán en sus ratos libres era también un ‘Cazador de sombras’?). Sería interesante preguntarle, y ya de paso sugerirle, una precuela donde el músico teutón combatiera con fiereza a Vivaldi, quien ejecutaría el rol de demonio, claro.
“Todo los cuentos son ciertos”, dice la película; yparafraseandola, me gustaría concluir que: “Es cierto, esta película es puro cuento”.