Crítica de ‘Jersey Boys’: Clint Eastwood fusiona el género musical con el cine de gánsteres

Resulta evidente que Clint Eastwood a sus 84 años, después de toda una vida dedicada al cine, no tiene absolutamente nada que demostrar. Su obra en conjunto habla por sí sola.

Crítica de 'Jersey Boys'

Sus primeras películas detrás de la cámara, venían marcadas por el aprendizaje adquirido principalmente de dos realizadores capitales en el proceso de formación de su propia mirada, Don Siegel y Sergio Leone, a quienes va dedicada el summit de ese mestizaje de influencias, la obra maestra Sin Perdón (Unforgiven, EEUU, 1992). La personalidad de Eastwood como cineasta, ha ido paradójicamente cristalizando en una reconocible contención formal, en ese clasicismo cultivado, que emparenta su cine con el de realizadores de la talla e intensidad de John Ford, King Vidor o John Huston. El clasicismo del que Eastwood hace gala, marca las imágenes de películas tan apasionantes como Un Mundo Perfecto (A Perfect World, EEUU, 1993), Los Puentes de Madison (The Bridges of Madison County, EEUU, 1995),  Million Dollar Baby (EEUU, 2004) o Cartas desde Iwo Jima (Letters from Iwo Jima, EEUU, 1996).
En el terreno de la música, el Eastwood consagrado, siempre ha sido tanto o más personal que tras la cámara. Primero con su inseparable Lennie Niehaus, luego realizando él mismo la composición, los contenidos acordes que muy sutilmente acompañan la deriva de sus films, sin subrayar ni enfatizar, confirman ese clasicismo, con marcado interés por el Jazz, el uso del piano, así como algún apropiado acorde de blues. Tales factores convierten a Eastwood en uno de los últimos “francotiradores” de ese placer por el encuadre, por la sutilidad y sencillez (que no simpleza), por cierta desnudez formal, y por el deleite en narrar con absoluta claridad aquello que ocurre en la pantalla (cosa que parece ser mucho pedir en el cine comercial estadounidense actual, entregado frenéticamente al ralentí, a los más vacíos movimientos de cámara, al efectismo visual y a la dictadura de los efectos especiales). Todo ello, sin perjuicio de que su cine se perciba claramente como parte del engranaje de la industria de Hollywood.
La película nº 33 de la filmografía de Eastwood como realizador, segunda inclusión en el cine musical (tercera si sumamos el excelente documental Piano blues, de 2003, para la serie The blues), parece un paso natural en su filmografía. Eastwood había dirigido en la década de los 80 del pasado siglo, la excelente El Aventurero de Medianoche (The Honkeytonk man, EEUU, 1982), que retrataba la vida de un cantante de música country, ambientada en la época de la gran depresión Estadounidense, donde compartió cartel con su hijo Kyle, dedicado en cuerpo y alma a la música.

John Lloyd Young y Clint Eastwood en "Jersey Boys"
John Lloyd Young y Clint Eastwoo

 Jersey Boys contiene sin duda una fantástica selección musical y un muy buen envoltorio formal, solo faltaba, tratándose, no ya del maestro Eastwood, sino de una producción Warner, rodada en el seno de la industria. El problema del filme, el lastre del que a mi juicio no puede desprenderse, es, básicamente, que los 134 minutos de duración, pesan como una losa. Probablemente ello sea debido a que el tratamiento de la historia no termina de encontrar su lugar, navegando en una contraproducente tierra de nadie. Eastwood esta vez no consigue fascinar, ni llegar a la fibra sensible, hazaña lograda en sus títulos más memorables. Tampoco logra el propósito de apasionar respecto a aquello que está narrando. Probablemente tenga mucho que ver el mestizaje de influencias y estilos con los que trata de construir la película, sin decantarse por una decisión unívoca y consecuente. Los estilos que confluyen en Jersey Boys, en definitiva, han sido vistos todos ellos anteriormente en filmes más oportunos y afortunados.

La película, no es ningún secreto, ni el descubrimiento del siglo, comienza como si se tratase de Uno de los Nuestros (Good Fellas, 1990), el memorable filme de Martin Scorsese, pero sin su contundencia verbal y visual. Con este filme, Jersey Boys comparte, no uno, sino cuatro personajes (los cuatro miembros del grupo) que se paran en medio de la acción y hablan directamente a la cámara, recitando chispeantes diálogos (nunca lo son lo suficiente, en comparación al libreto de Nicholas Pileggi para el mencionado filme de los noventa). Esa interacción con el espectador en modo alguno fluye de un modo natural, como sí que conseguía el realizador italo-americano. Comparte también con la película de Scorsese, un retrato de la delincuencia y mafia en la comunidad italiana de New Jersey, un cierto estilo que pretende ser dinámico, fresco y jocoso en ocasiones, con contundentes frases en boca de los personajes, sin llegar por supuesto al apabullamiento visual y formal del mencionado filme de Martin Scorsese. Uno de los protagonistas, el joven Tommy De Vito (interpretado por Vincent Piazza, uno de los actores estables en la serie de HBO, Boardwalk Empire, donde interpreta al gánster Lucky Luciano, serie en la cual Scorsese dirigió el episodio piloto y ejerce como productor ejecutivo), nos cuenta a los espectadores que solo hay tres formas de salir de Nueva Jersey: enrolarte en el ejército y morir, unirte a la mafia o hacerte famoso. Remata la frase diciendo que él y sus amigos, los miembros del grupo, escogieron dos de las tres maneras. Por otra parte, el personaje que el actor Joe Pesci interpretaba en la tan citada película de Scorsese, se llama, igualmente, Tommy de Vito. Otro paralelismo más: De Vito, el de Jersey Boys, dice conocer al actor Joe Pesci. El personaje que interpreta Christopher Walken (de haber elegido a Robert De Niro el guiño habría sido demasiado evidente) el gánster Gyp De Carlo, sin duda estaría más cómodo entre el mosaico humano de Uno de los Nuestros, que entre estos músicos-delincuentes juveniles.

Secuencia de inicio de 'Jersey Boys'
El inicio es un claro homenaje al clasico de Scorsese “Uno de los nuestros”

El retrato de esa vida de la delincuencia juvenil, principalmente al comienzo de la cinta para relatar los coqueteos de algunos miembros de la banda con los Tribunales y con el sistema penal y penitenciario estadounidense en general, parece remitirse a Crimen en las calles, dirigida por Sidney Lumet para televisión en 1955, y, casualmente o no, por Don Siegel para el cine, en 1956.

De ese retrato poliédrico de la mafia de New Jersey, Eastwood nos traslada al competitivo mundo del espectáculo en general y de la música en particular de los años 50 y 60 en EEUU. El pop se va imponiendo al Rock & Roll; Los encasillamientos inmediatos, son la marca de fábrica de las discográficas, empeñadas en vender productos claramente prefabricados. Uno de los productores a los que los protagonistas visitan después de enviarles la maqueta con algunas de sus canciones, al verles les dice que vuelvan cuando sean negros. Si el atractivo para Eastwood, la seña de identidad de Jersey Boys viene dado por esa combinación de música y Mafia, para dar a entender que el grupo musical The Four Seasons, ascendió sobre unos cimientos mafiosos, no termina de encajar debido a la indefinición constante ya mencionada. Las constantes elipsis y los saltos temporales no ayuda precisamente al espectador a integrarse en el filme.
El resto del film se detiene en la formación del grupo, primero los Three Lovers, luego The Four Lovers, y finalmente The Four Seasons. La personalidad de Tom De Vito para negociar los contratos; la milagrosa voz de Frankie Valli (John Lloyd Young); el descubrimiento de Bob Gaudio (Erich Bergen), cantante y excelente letrista a la vez; los comienzos como coro de otros cantantes (comenzamos como camareros en el mundo de la música, dirá Tom De Vito en un momento determinado); la creación de temas míticos como Big girls don’t cry o Walk like a man; las correrías en fiestas, hoteles; las rencillas personales; las compenetradas actuaciones musicales; y en general la caída y desmembramiento del grupo musical, debido al gasto desmesurado y el impago de impuestos, cuya toma de decisiones estaba a cargo de Tom De Vito, y que causan un considerable económico para el grupo (Se percatan de ello justo antes de salir a cantar en directo para el Ed Sullivan’s show). La historia continúa centrándose en la vida de Frankie Valli, el líder del grupo, dotado de una voz prodigiosa (la memorable canción Can´t take my eyes off you, compuesta por Gaudio, ocupa un lugar prominente en esta porción de la película) y sus tragedias vitales pasan a ocupar el protagonismo (sus divorcios, la muerte de una de sus hijas…), para dejar claro el sempiterno discurso de que el arte surge de las vidas desgarradas por la desgracia, más que narrado en otras películas sobre retratos de vidas bigger than life. 

Jersey Boys de Clint Eastwood

Toda esta parte de la película se instala claramente en ese subgénero al que pertenecen a otras películas de acercamiento a vidas de gente del mundo de la música como La Bamba (EEUU, 1987), de Luis Valdez, Bola de Fuego (Great balls of fire, EEUU, 1989), de Jim McBride, That Thing you do! (EEUU, 1996), de Tom Hanks, Almost Famous (EEUU, 2000), de Cameron Crowe o Ray (USA, 2004), de Taylor Hackford, excelentes todas ellas. Si comparamos Jersey boys con musicales más convencionales, estilo Chicago (USA, 2002) o Nine (EEUU, 2009) ambas de Rob Marshall, o Dreamgirls (EEUU, 2006), de Bill Condon, Jersey boys no parece tampoco encontrarse a gusto dentro de un filme musical convencional (sólo vemos un número musical estilo Broadway en los créditos finales).

El guión se inspira en el musical escrito, nada menos por Marshall Brickman, coguionista de Woody Allen en Annie Hall (EEUU, 1977) y Misterioso Asesinato en Manhattan (EEUU, 1993) y Rick Elice, que gozó de cierto éxito y prestigio en Broadway.
Puestos a hacer una película musical, Eastwood debió hacer el anunciado remake de Ha Nacido una Estrella, según la historia ideada por Robert Carson, llevada al cine previamente en tres ocasiones. Jersey Boys suena a capricho musical (chapeau por Eastwood y su carta abierta con la Warner). Suena a homenaje a una era, a unos años que vieron nacer a Eastwood como actor. En ese sentido, el auto-guiño a la serie de televisión Raw Hide con el plano de la sonrisa del actor, no son casualidad. Lamentablemente es un espectáculo tan precioso como hueco.

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