Nosferatu: Aceptar la oscuridad
El pasado 26 de Diciembre (2024), pude acudir a mi sala de cine más próxima y sumergirme, metafórica y literalmente, en la Oscuridad con el visionado de la nueva versión de Nosferatu que ha firmado Robert Eggers.
Un viaje a lo más profundo de la mente, y del alma cuya primera parada es un extraño sueño, donde la joven Ellen, contempla una mansión antigua sumida en las tinieblas. Una voz cavernosa la susurra en un idioma que parece antiguo. Un sueño, o más bien, una pesadilla que no tarda en convertirse en un potente presagio. Se avecina algo le dice Ellen a su marido Thomas, quien no la cree, aunque está preocupado por los constantes ataques de melancolía de su esposa.
Esa misma mañana, Thomas recibe un encargo de su jefe, el señor Knock: deberá acudir a una remota región de los Cárpatos para encontrarse con un personaje un tanto excéntrico y misterioso, el Conde Orlock (Bill Skarsgard). Ellen sabe lo que le puede pasar a su marido si acepta esa misión. Porque algo se avecina. Algo que es más que una premonición.
No signaré de qué forma continúa el viaje, porque no es nuestro cometido revelar los secretos de Nosferatu. Lo que viene a continuación es una transcripción del diario de un aventurero; el espectador se transforma en un buscador del misterio.
Para abordar el conocimiento de este film, es necesario un cambio de mentalidad. Y lo que aquí me propongo, es una crítica in medias res. Hablaré de Nosferatu, sin los consabidos spoilers, para que cada uno de vosotros, precavidos espectadores y aventureros, decidais libremente y por vuestra propia voluntad iniciar este viaje a la leyenda.
Nuestro guía en esta ocasión es Robert Eggers, director y guionista que sacudió a crítica y público hace unos años con La Bruja (presentándonos a una debutante Ana Taylor Joy); un tiempo después, nos relató lo que le sucedía a Robert Pattinson y a Willem Dafoe cuando se convirtieron en presas de la locura y el aislamiento en El Faro. Viajes iniciáticos en los que ya nos hablaba de la locura, la melancolía, y lo oculto.
Temas recurrentes que ahora vuelven para atormentarnos con una nueva pesadilla. O quizás no tan nueva. Más bien, ha estado dormida durante un tiempo, esperando que hubiese un creador valiente dispuesto a despertarla. Y Eggers lo ha hecho con la maestría del artesano que ama su oficio. Pero antes de entrar de lleno en la nueva versión de este clásico del cine, debo hacer una breve introducción de antecedentes que sirvan de guía a todos los valientes que se acerquen a la sala de cine. Porque Nosferatu es un clásico de los orígenes del séptimo arte.
Estrenada en 1921 y dirigida por Fiedrich Wilhelm Murnau, Nosferatu es una adaptación apócrifa del clásico de Bram Stoker, Drácula. La cinta original, fue realizada por la productora Prana Films sin contar con los derechos de adaptación de Drácula. La viuda de Stoker se querello contra la productora y ganó la demanda (la sentencia judicial exigía la destrucción de todas las copias). Aun así, por derecho propio, Nosferatu se ha acabado convirtiendo en una obra de culto. Como nos explica el experto Luciano Berriatúa en su libro Nosferatu: Un film erótico-ocultista-espiritista- metafísico, editado magistralmente por Divisa Home Video en su colección Orígenes del Cine, “Nosferatu, rodada para Prana Film, una productora debutante montada por miembros de logias ocultistas”.
Desde aquí, recomendamos vivamente la adquisición (y si fuese necesario, reedición) de este libro, donde además viene la película original restaurada, con la partitura original, en mejor calidad de imagen y sonido; además, el acompañamiento del libro es fundamental para la comprensión del film original, y también, para entender lo que Robert Eggers ha realizado en su nueva versión que mantiene absoluta fidelidad. Vamos a detenernos un momento en explicar el contenido ocultista. Una breve pincelada que sirva de argumento y enlace con la nueva película, donde se nombra de forma recurrente a Paracelso, el célebre alquimista suizo que pudo conseguir, supuestamente, la transmutación del plomo en oro.
Von Bulwer, el médico y filósofo que interpreta Willem Dafoe, es un paracelsiano, un experto en esoterismo y en ocultismo. Es quien da la clave sobre lo que es Nosferatu. Paracelso concebía la enfermedad como “un cuerpo astral maléfico”, Berriatúa añade: “Un monstruo de maldad que emponzoña la vida”. Eggers retrata esto a la perfección, creando con ello una analogía con la peste provocada por las ratas (que ya estaba en el film primigenio). Como nos recuerda Bulwer en un momento dado: “Para combatir la oscuridad, es necesario primero aceptar que existe”. Hay otros mundos, y están en este, dijo el poeta. Y es que Nosferatu regresa para que, en este mundo moderno secularizado, tomemos nota de que aun hay muchas cosas que no entendemos, y que la supuesta iluminación de la ciencia, solo es una bombilla puñetera que nos ciega, impidiéndonos ver lo que de verdad hay.
Aquí reside el poder de esta película, todo ello transmitido con la fuerza de la imagen y de la puesta en escena que Eggers domina, jugando con unos colores degradados en los momentos familiares; y luego, transformando el blanco y negro en los instantes de pesadilla, cuando la oscuridad se materializa en la figura de Orlock, recordándonos esas imágenes de los comienzos del cine, la sombra de Max Schreck subiendo por las escaleras, reflejando ese ente astral maligno al que hacen referencia las logias secretas que se encontraban detrás de la producción.
Eggers repite aquí esos planos, trayendo de nuevo el mejor terror gótico a nuestras pantallas, dándonos ese aviso de que la Modernidad no puede salvarnos, que esa salvación solo está en nosotros mismos. Y aquí concluye nuestro viaje, recomendando una vez más el acercamiento a la impresionante obra de Luciano Berriatúa, que nos sirve de guía en esta magnífica obra maestra que nos ha regalado Robert Eggers. Y recuerden también: Entren libremente y por su propia voluntad.