Nefasta jornada matinal la vivida ayer en el Festival de Sitges. Por problemas con los servidores, sólo se pudo visionar una película completa, y con varias pausas que interrumpieron la trama. Muy pocas y tardías fueron las explicaciones que se nos dio al público durante las proyecciones, en las que los espectadores llegamos a tener que soportar parones de unos 15-20 minutos sin que se nos diera ningún tipo de detalles de lo que estaba ocurriendo. Sólo al final se nos comunicó que había habido problemas con el Paquete Digital para Cine (DCP). Así las cosas, el filme ‘The congress‘ fue el único que se proyectó en su totalidad, aunque con dos pausas -muy bueno el comentario de @ermizd en Twitter: “Una nueva forma de ver las pelis en Sitges 2013: por capítulos”-. Con tres cuartos de hora comenzó la segunda película de la mañana, ‘Open grave’, que también sufrió dos nuevos parones, el último de los cuales resultó definitivo, dejando al público con la miel en los labios, ya que sólo restarían unos 10 o 15 minutos para que acabara el filme. Dejando aparte qué o quiénes fueron los responsables de lo sucedido, la imagen que presentó el festival español quedó en bastante mal lugar entre el público asistente. Ojalá no vuelva a repetirse un problema así.
La situación fue más amarga porque ‘The congress’ estaba siendo de lo mejor proyectado en la localidad barcelonesa. Su trama gira en torno a una actriz madura y en sus horas más bajas, a la que los estudios de Hollywood le dan una última oportunidad: digitalizar su imagen para ser siempre joven, a cambio de no volver a actuar nunca más en su vida. Las películas las protagonizaría desde ese momento su imagen virtual, y ella se podría dedicar a vivir la vida. La actriz en cuestión es Robin Wright, que recibe los consejos de su representante, encarnado por Harvey Keitel. El filme tiene dos partes bien diferenciadas: en la primera se presenta el modo de vida de Wright, que reside con sus dos hijos en un hangar reconvertido en vivienda junto a un aeropuerto. Esta primera mitad finaliza cuando decide aceptar el acuerdo con la productora y pasa por un escaneo para digitalizar su cuerpo, su rostro, sus facciones y cómo transmite sus sentimientos o emociones. Encandila sobre todo el papel de Keitel, actor que tiene una facilidad innata para contar historias -recuérdese el cuento de Navidad que relata en Smoke-.
La segunda parte de la película es de animación, especialidad en la que el director, Ari Folman, ya tiene experiencia, porque es es el autor de Vals con Bashir, que en 2008 estuvo nominada en los Oscar y que se llevó el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa. Esta segunda mitad arranca cuando, pasados 20 años, el contrato firmado caduca, y Wright acude a un congreso de la productora para renovarlo. Pero el futuro ha sufrido una revolución digital y el evento se celebra en una ciudad animada, a la que se accede consumiendo una cápsula. En cuanto a la animación, la caracterización de los personajes es bastante simple, con escasos rasgos faciales, pero los paisajes y la ambientación están sumamente cuidados, con muchas referencias al mundo del arte. Además, la banda sonora acompaña a la perfección la evolución de la trama, con lo que la experiencia vivida se amplía mucho más. No obstante, se echa en falta algo más de velocidad en el ritmo, ya que el relato de la historia es a veces un poco lento.
Las dos partes de este largometraje son muy diferentes, porque la trama en esta última es tan fantasiosa como la animación en la que se realiza, pero, en general, la película sabe llegar bastante bien al espectador. Es una pena que se interrumpiera en dos ocasiones su proyección, porque eso rompió completamente la magia.
En cuanto a ‘Open grave’, no quiero escribir mucho porque sin haber visto el final no se puede valorar el filme en su conjunto. Dirigida por el español Gonzalo López-Gallego, cuenta la historia de un hombre que se despierta sin recordar nada en una fosa llena de cadáveres y, tras salir de allí, descubre en una casa a un grupo de personas que tampoco recuerdan nada. La trama se va complicando a medida que avanza la película y los personajes van descubriendo cosas tanto de sí mismos como de los demás. El ritmo es un poco lento, pero el haberse quedado a tan pocos minutos de la resolución de la historia te deja con ganas de saber cómo acaba todo.
Mejoró el día aquí en Sitges la proyección de la adaptación que Joss Whedon -director de Los Vengadores– realizó de la obra de Shakespeare, “Mucho ruido y pocas nueces“. Much ado about nothing actualiza la obra del escritor inglés al ponerla en imágenes actuales -aunque, en este caso, no se entiende por qué decidió filmarla en blanco y negro-. Rodada en 12 días en su propia casa mientras se encontraba en la postproducción de Los vengadores, Whedon no tuvo problemas para crear una atractiva comedia, aunque con semejante guión, el fracaso era bastante complicado. Al tener los diálogos cerrados, el director norteamericano se valió de la capacidad de los actores para generar situaciones de comedia, algunas de las cuales son muy burdas. Pero el resultado es brillante, ya que el público arropa con complicidad los gags y se conmueve con la actuación del reparto, demasiado teatral, aunque era eso precisamente lo que buscaba Whedon para potenciar el humor de la historia escrita por Shakespeare. Más ligera y cómica que la adaptación que en 1993 realizó Kenneth Branagh de la misma obra, la película de Whedon supuso en Sitges un soplo de aire fresco en un día que fue para olvidar.