Crítica de Rebeca: Cuento naíf y desaprovechado para ver en Netflix
“Anoche soñé que volvía a Manderley”. Suena a declaración de intenciones. Y se queda en eso por desgracia. Podríamos entrar en el manido debate de los remakes como hacen otros compañeros críticos, con la eterna pregunta de si hace falta hacer una nueva versión de esta o aquella película. Es un debate estéril que no conduce a nada, salvo al postureo de transmitir que uno se cree mejor por despreciar algo. Al igual que es un error decir que esta película es un remake de la de Hitchcock. En primer lugar hay que decir que Rebeca es una novela de Daphne du Maurier. Por lo tanto, primero estuvo el libro. Después la versión cinematográfica del maestro del suspense, y ahora llega esta nueva a Netflix. Por lo tanto, la Rebeca de Ben Wheatly es una nueva película en sí misma, no es remake de nada.
Resuelta la cuestión entramos en esta nueva propuesta de un clásico literario. La historia ya es de sobra conocida. Una joven (Lily James) conoce a un millonario británico, Maxim de Winter (Armie Hammer), se enamoran y se van a vivir a Inglaterra, a la gran casa de Manderley. Lo que la joven protagonista ignora son los secretos que esconden las paredes de la casa, representados por la misteriosa señora Danvers (Kristin Scott Thomas) y el constante recordatorio de la anterior esposa de Maxim, Rebeca, cuya esencia impregna aun ese hogar de cuento de hadas. Porque sin duda el punto de partida de este relato es el de un cuento de hadas estilo cenicienta, salvando las distancias. Y que luego deriva en un gótico clásico.
El director ha intentado imprimir en la película estos ingredientes. Además la ha seguido situando en los comienzos del siglo XX, no la ha trasladado a la época contemporánea, lo cual está bien. Hay que mantenerse en las esencias. Acto seguido de estas cuestiones, comienzan los baches. Y seguramente de forma involuntaria. Porque si algo tenía la cinta de Hitchcock era precisamente esa sutileza que la convertía en un cuadro tenebroso y psicológicamente terrible. Aquí se ha optado por masticarlo todo para dejarlo muy claro al espectador, incluso en algunos momentos parece que tienes la sensación de que te llaman tonto a la cara. Es una pena que estando presentes los ingredientes para hacer una deliciosa cinta de terror, se desaprovechen en un folletín. ¿Será porque se piensa que triunfa más lo plano y simplón? Seguramente sea así. Pero las películas deben ser universales, y eso incluye a los que hemos visto la versión clásica.
Como suele decir Christopher Nolan, “las películas deben ir mucho más allá de lo que se ve en la pantalla”. Es decir, la forma nos muestra una serie de cosas, pero el fondo también es importante, y ahora parece que es rompedor darnos un sopapo en la cara con las cuestiones que en su tiempo determinados creadores no se atrevieron a mostrar de forma evidente. ¿No se atrevieron o sí que las mostraron pero lo hicieron de otra forma? La gran casa alejada de todo, la señora Danvers recorriendo los pasillos con una simple luz, emergiendo de las sombras; la persecución constante del nombre de un fantasma hacia la joven protagonista. Maravillosos elementos para la sutilidad y el tenebrismo, desechados porque somos muy simplones y no queremos pensar ni reflexionar sobre lo que estamos viendo.
¿Cuál es el resultado de esta nueva Rebeca? Un cuento que podría haber sido incluso original, pero que opta por caer en tópicos y clichés, donde unos actores sensacionales hacen lo que pueden con un relato vacío y desvirtuado.