En la fachada del edificio donde se encuentra el Departamento de Justicia de USA, en Washington, se pueden leer dos máximas importantes: “La ley es lo único que garantiza la libertad” y “La justicia es lo único que nos separa de la tiranía”. Estoy parafraseando, pero estas son las ideas fundamentales, que en dos breves instantes se muestran en la pantalla. Pasan casi como un flash y hay que estar muy atentos, porque responden a lo que esta serie quiere transmitir. Igual de importante es lo siguiente que afirma uno de los personajes:
“Siempre que vengo me quedo un rato en la puerta, observando los edificios de esta avenida. Pensando que da igual quien gobierne, de qué partido sea. Porque las instituciones prevalecerán”.
La Ley de Comey, escrita y dirigida por Billy Ray (Richard Jewell) es una de las mejores miniseries que se han estrenado en 2020. Y cuando la vi, en plena campaña electoral en Estados Unidos, me vino realmente bien para entender unas cuantas cuestiones. No es objetivo de este artículo adentrarse en los terrenos políticos, solo se valorará la serie desde una perspectiva puramente cinematográfica, por lo que el análisis sobre la veracidad del fondo del relato queda en manos de los espectadores. Teniendo esto en cuenta, lo primero que hay decir sobre la “La Ley de Comey”, que narra el conflicto surgido a raíz de la figura del ex director del FBI James Comey durante el mandado de Obama y durante el comienzo del de Trump. Comey, interpretado por el gran Jeff Daniels se nos dibuja como alguien que es apolítico y que solo busca el cumplimiento de su deber, por encima de cuestiones partidistas.
Pero su labor se complica cuando surge la filtración de los emails de Hillary Clinton. No diré nada más de la trama, no porque sea desconocida ya que es una historia real, sino para que se guarde cierto misterio al respecto. A partir de este momento, todo se convierte en un duelo del gato y el ratón con el presidente electo, Donald Trump (Brendan Gleeson en auténtico estado de gracia). El dispositivo nos va introduciendo poco a poco en los tejemanejes políticos, reflejados con una estética digna de una cinta mafiosa de Scorsese, con diversos planos de Trump sumido en las sombras, a través de las conversaciones telefónicas donde lo que se dice no es tan grave como lo que no se expresa a viva voz. La sutilidad está presente en todo momento; desde luego sin la gran interpretación de Gleeson, a quien no le hace falta maquillaje para llegar al fondo del personaje, esto sería muy distinto. El actor se desenvuelve muy bien, con unos pocos gestos sin exagerar, y el gran trabajo que hace con la mirada. Al igual que vemos a un Daniels estupendo, con sonrisa de circunstancia, reflejando a un hombre que carga consigo con un gran peso pero que, a pesar de todo, es capaz de mantener la dignidad.
Desde luego el guion no es menos importante, porque como decía al comienzo, aquí lo importante no es transmitirnos esa especie de duelo político y personal entre dos figuras importantes de la política americana actual, sino reflejarnos algo que está muy presente en el ADN del pueblo americano: la pervivencia de las instituciones, la importancia de la ley, de respetar la independencia judicial, y la fidelidad a unos valores que también se nos muestran a la entrada del edificio del FBI: Fidelidad, Bravura, Integridad. Las tres virtudes que definen al personaje de Comey. Está entera en Movistar, no dudes en verla y disfrutarla.