No creo que el género del terror esté en caída libre, pero de vez en cuando surgen ejemplos del mismo que no invitan al optimismo precisamente. Como digo, hay excepciones, como Expediente Warren, de James Wan, el que se ha coronado como maestro actual de este tipo de películas, pero este también tiene un pequeño patinazo con la saga Insidious. Hay que reconocer que Wan ha encontrado un buen nicho de mercado, y lo está explotando bastante bien, sobre todo si la segunda parte de los Warren continua al nivel de la predecesora. ¿Por qué digo esto? Pues porque se trata de cintas que, ante todo, tienen guión y eso incluye un desarrollo de personajes con los que podemos conectar y sentirnos identificados en cierta medida. Esto es muy importante, pero no todas los films lo cumplen, y entonces lo que se desencadena es un fracaso de la película en sus planteamientos. La Horca tiene buenos planteamientos para ser una cinta de las de temblar de miedo durante varios días, pero flaquea en los personajes y en su concepción, supongo que será debido a que no se ha querido hacer una película con ella, sino fabricar un producto de marketing para adolescentes que están de vacaciones. Y es que conviene currarse un poquito mejor los guiones aunque solo sea para lograr algo medianamente coherente.
Producida por Blumhouse, responsables de las sagas Paranormal Activity, Insidious o Sinister , “La Horca” llegará a nuestras pantallas el 31 de Julio para intentar que nos encojamos de puro terror. Personalmente, de esta película, he sacado en claro un buen ataque de ansiedad en determinados momentos y un gran aburrimiento. Es de agradecer que su duración sea de poco más de hora y veinte. Pretende ser una Leyenda Urbana de un instituto americano, en donde encontramos personajes estereotipados, una división social entre frikis y populares, algo manido y repetido hasta el hartazgo, y los rumores sobre que, en el teatro del “insti”, pasan cosas muy raras, las puertas se cierran, las luces se van solas y vuelven etc. Los hechos comienzan en 1993, con la representación de una obra teatral llamada The Gallows, en la que el protagonista acaba ahorcado. Hay un fallo con el atrezzo de la horca y el chaval que lo interpreta muere de verdad. Su espíritu se queda atrapado en el instituto.