¿Te gustan los tiros? ¿La acción frenética? ¿El ritmo vertiginoso de las grandes superproducciones y sus efectos especiales? ¿Los monstruos recreados por ordenador? ¿La necesidad imperiosa de gastar dinero en un reparto de lujo sin tener en cuenta las incoherencias del guión? ¿Te gusta el cine vacío en contenido pero lleno de filigranas? Entonces, no entres a ver Holy Motors.
La cinta que nos presenta Leos Carax no da tregua al espectador, no perdona a nadie ni espera que la perdonen. Es cruda, real, intensa, humana, crítica. Te desgarra como una navaja bien afilada en las manos del más ducho espadachín.
Los cantos de sirena que anunciaban su calidad no han engañado a nadie. Más allá de atraparnos en sus redes, para no dejarnos escapar durante algo menos de dos horas, la película te mantiene en constante tensión debido a los cambios de escenarios y registros.
La inclusión en la proyección de las primeras imágenes grabadas en la historia nos hace descubrir rápidamente que se trata de un homenaje al séptimo arte en todo su esplendor.
Además de la potencia visual que posee todo el metraje, la interpretación de Denis Lavant es impecable en cada uno de sus once papeles; si, habéis leído bien, once. Consigue que cada escena de la película tome un cariz particular, haciendo palpable un carisma propio en cada una de las interpretaciones.
Aún así hay quien dice que sólo se trata de una majadería del director. Pero ya se sabe qué pasa con estas cosas; para gustos, colores. Los que tengan la suerte de estar aún por el festival de cine Europeo de Sevilla y poder disfrutarla, deben hacerlo. Si no estás en Sevilla, no te preocupes, tendrás la ocasión de poder verlo en cine. Por suerte, este film si será distribuido en las salas de nuestro país.
Felicitar al Festival por conseguir que una película de tales características llegue hasta nuestros ojos. Si tuviera que definir en pocas palabras lo que vi al sentarme en la butaca sería: Un bofetón de buen cine.
Sinopsis: Un día en la vida de un ser con múltiples caras: asesino, mendigo, ejecutivo, monstruo, padre de familia… El protagonista tiene una identidad completamente distinta en cada una de estas vidas. Encarna personajes como si se tratase de una película dentro de una película. ¿Pero dónde están las cámaras, el equipo de cine, el escenógrafo? ¿Y dónde está su casa, su refugio?