Crítica de The Purge: La noche de las bestias

Crítica de The Purge: La noche de las bestias

En un futuro cercano, la sociedad estadounidense ha evolucionado hacia el pleno empleo, el bienestar económico y las estadísticas aportan los índices de criminalidad más bajos de su historia. ¿Qué ocurre con la violencia tan siniestramente vinculada a una sociedad como la estadounidense?, ¿se ha dejado atrás igualmente?. El Gobierno, conocido como “Los nuevos Padres Fundadores”, plenamente consciente de la hipocresía social en la que viven, conceden una “válvula de escape” a la ciudadanía denominada La Purga. Una vez al año se decretan 12 horas, desde las 19 horas hasta las 7.00 del día siguiente, donde la comisión de cualquier delito, incluido el asesinato, queda completamente impune. Durante esas 12 horas, no hay servicio de policía, ni de ambulancia y los hospitales no reciben a nadie. Se trata de una jornada de “barra libre”, donde se libera el instinto violento, el odio, la hostilidad, la bestia interior Una “fuga” de la rutina diaria, necesaria, según los tertulianos agoreros que “amenizan” nuestros hogares, para que el país sea un lugar seguro, para mantener intacto el mundo ideal, mezquino pero perfecto. “Una oportunidad para limpiar de odio nuestras almas”, dirá alguien que la practica.

La acción de la segunda película de James DeMonaco comienza el 21 de marzo de 2022, alrededor de una hora antes del comienzo de la nueva noche salvaje. Las secuencias de extrema violencia captadas por las cámaras, en anteriores Purgas, se suceden en los créditos iniciales y los contertulios, a los que escuchamos en la radio del vehículo que conduce James Sadlin (Ethan Hawke) mientras regresa a su feliz hogar, debaten en los medios de comunicación sobre las excelencias de la “noche más esperada”.
Crítica de The Purge: La noche de las bestias
Esta es nuestra casa, donde viven nuestros hijos. Si entra alguien… no lo dudes…” – James Sadlin (Ethan Hawke) a Mary Sadlin (Lena Headly) en The Purge
El matrimonio Sandin, compuesto por James y Mary (Lena Headey) y dos hijos adolescentes, Charlie (Max Burkholder) y Zoey (Adelaine Kane), no necesitan “realizarse” durante la noche de desahogo concedida por el Gobierno. La respetan y aceptan, pero no la practican. De hecho, James se ha enriquecido gracias a ella, pues vende sistemas de seguridad de alto nivel para que los hogares estén más seguros durante la fatídica noche anual. Los Sandin se parecen bastante a perfecta e irritantemente feliz familia americana. La vida parece sonreirles. Son guapos, jóvenes, triunfadores, tienen una casa magnífica (ampliada gracias a los dividendos obtenidos por el patriarca con las ventas de sistemas de seguridad), una economía desahogada, que es la envidia de sus vecinos, cenan comentando sus éxitos y sin comer un solo carbohidrato… Todo, salvo algún detalle (Charlie odia La Purga, sufre mucho durante esas horas y Zoey tiene una relación con un chico mayor que ella, a espaldas de sus padres, que se ha colado en su habitación… después de las siete), parece configurar unas vidas repelentemente perfectas.
Cuando ya han pasado las 19 horas, Charlie decide dar refugio en el domicilio familiar, a un indigente de color, que huye desesperadamente de un grupo provisto de máscaras, tan sonrientes como inquietantes. Se trata de jóvenes de buenos modales y de familias económicamente desahogadas, “Dispuestos a transgredir, aniquilar y purificar nuestras almas”, que quieren aniquilar al mendigo por haber matado a uno de los suyos, así como para dejarle claro “cual es su sitio”, pues, al fin y al cabo, para ellos, un indigente negro es “bazofia que solo existe para justificar la necesidad de nuestra Purga”. Los jóvenes están dispuestos a entrar a la casa de los Sandin y matar a todos sus integrantes, si no le entregan al vagabundo. Así lo expresa el líder de este grupo de jóvenes (perturbador Rhys Wakefield), a las cámaras de seguridad del hogar de los Sadlin, ante la cual exhibe unos forzados modales, que ocultan, aunque no demasiado, unos instintos homicidas, liberados para la ocasión.
The Purge: La noche de las bestias
No resulta nada complicado difícil pensar en Funny Games (Austria, 1997), de Michael Haneke, en Los Extraños (The Strangers, USA, 2008) o en Secuestrados (España, 2010), de Miguel Ángel Vivas, excelentes películas que, entre otras muchas, nos han ilustrado oportunamente sobre los peligros para las familias de clases altas que viven en idílicas zonas residenciales al margen de la miseria social y de la descarnada violencia enquistada en la sociedad en la que vivimos.
Ahora bien, DeMonaco, trasciende de los mecanismos del film de terror, para focalizar su película en volver a dar una vuelta de tuerca al esquema iniciado en el excelente western clásico de Howard Hawks, Rio Bravo (USA, 1959), filtrado por las revisiones de la idea acometidas por John Carpenter, admirador reconocido de la obra de aquél. En el magnífico western mencionado, John T. Chance (John Wayne), Sheriff de un pequeño pueblo del Oeste, tenía detenido en su comisaría al hermano del cacique Nathan Burdette (John Russell) y, con la ayuda de un viejo lisiado, un borracho y un joven algo impulsivo, tenía que retenerlo unos días hasta que llegase la comisión judicial para juzgarlo, debiendo soportar el asedio de los hombres de Burdette. Hawks reprodujo el esquema nuevamente en El Dorado (USA, 1966) y en Rio Lobo (USA, 1970), y John Carpenter trasladó la idea a una comisaría de policía, a punto de ser abandonada, donde un agente de la ley y el orden y sus hombres, junto a un criminal a punto de ser trasladado, deben unir sus fuerzas frente al cruel asedio de una banda criminal que desea entrar a toda costa. El resultado, el excelente miniclásico Asalto a la Comisaría del Distrito 13 (Assault on precinct 13, USA 1976). No creo que sea nada casual que James DeMonaco fuese el guionista del estupendo remake del filme de Carpenter, dirigido en 2005 por Jean-François Richet, (protagonizada también por Ethan Hawke), lo que le coloca entre los admiradores del director de 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, USA, 1981). La situación que plantean estas películas, que se esfuerzan por crear un entorno opresivo y claustrofóbico, coloca a un grupo de personas al límite, frente a una muchedumbre en el exterior, que quieren entrar al coste que sea, porque dentro hay una persona a la que quieren rescatar o aniquilar. En esta línea, se pueden incardinar igualmente títulos tan solventes como El Tiempo de los Intrusos (Tresspass, USA, 1992), de Walter Hill, Vampiros (Vampires, USA, 1998), de John Carpenter, y Nido de Avispas (Nid de guêpes, Francia, 2002), de Florent E. Siri.

The Purge: La noche de las bestias
Rhys Wakefield en “The Purge: La noche de las Bestias”

El realizador James DeMonaco se mueve francamente bien con el ajustadísimo presupuesto que maneja (los 3 millones de dólares que costó, lucen estupendamente) y la obra resultante deviene en un film bien dirigido, que aprovecha los recovecos de la vivienda de los protagonistas para “jugar” con el espectador de un modo inteligente, sobrio pero solvente en las formas, creando una hábil tensión in crescendo y desencadenando algunas set pieces muy bien engarzadas en la trama. A ello hay que añadir que los actores responden estupendamente, en especial Ethan Hawke, cuyo personaje pasa de ser un “nuevo rico repelente”, a un “héroe de los pies a la cabeza”, consciente de que ha de proteger a su familia a cualquier precio.
Se le puede reprochar a la película de cierta previsibilidad (el instante en el que Mary les pide a sus hijos que la miren a ella, a punto de ser aniquilados a machetazos, sabemos perfectamente como va a concluir), pero como producto honesto que es, no engaña a nadie, ni pretende hacerlo. No creo que sea sano valorar las películas en función de continuos, extenuantes e imposibles giros narrativos, con demasiados subrayados visuales, tendentes a sorprendernos desesperadamente a los espectadores.
Sin ser la “maravilla del universo”, la película de DeMonaco, cumple perfectamente como fusión de géneros de terror y el thriller, aderezado con unas gotas de ciencia ficción anticipativa (de hecho la proximidad en el tiempo, resulta un tanto preocupante ante las imágenes que vemos en pantalla), y como producto comercial, de entretenimiento que, además, posee la rara virtud de no hacernos perder el tiempo, al no necesitar más de 85 ajustados minutos para contar adecuadamente la historia.

Archivado como: 

Compartir

Un comentario

  1. a mi esta pelicula me a encantodo la idea es genial y muy cercana a una posible sociedad americana.

Continua en De Fan a Fan

También te podría interesar