Rompenieves: Un Futuro helado en versión serie, película y cómic
“Surcando el inmenso paisaje blanco de un invierno eterno y helado, un tren que jamás se detiene rueda de un extremo al otro del planeta. Es el Rompenieves, con mil y un vagones”.
¿Hay que separar la adaptación audiovisual de la obra escrita en la que se basa? ¿Deben valorarse de forma independiente o son indisociables? ¿Se puede hablar de una película basada en un libro/cómic sin haberlos leído? Estas preguntas me asaltan continuamente cuando me enfrento a obras cinematográficas o televisivas que nacen de las páginas literarias o de las viñetas. Siempre me las acabo haciendo de nuevo. Podéis pensar que me gusta mucho “rayarme”, que quizás tengo tendencia a ser intenso. Pero lo cierto es que es un ejercicio sano. Porque a medida que lo repito, llego a la misma conclusión. Me gusta leer las obras originales, contar con esa base que luego me permite llegar a conclusiones distintas al resto.
Posiblemente no lo creáis, pero hay ocasiones en las que esto, es importante. Y el caso de Rompenieves (Snowpiercer), es uno de ellos. Podréis pensar que la película de Bong Jon Hoo es lo mejor del mundo, pero es que el director compró los derechos de un cómic francés, escrito en tres arcos argumentales diferentes entre mediados de los años 80 y finales de los noventa; dibujado en blanco y negro, usando estilos distintos. Tres arcos que se han unido en un volumen único que ahora edita Norma en España. Ya está disponible la segunda edición en un formato más pequeño y manejable.
Sí, antes de la cinta del creador de Parásitos, y de la serie de Netflix, hubo una historia narrada en viñetas. Y vamos a hacer un pequeño recorrido a lo largo de las tres obras, partiendo de la original, que es desde la que la mayor parte de la crítica profesional tendría que haber ejercido su labor. Y desde luego, saber diferenciar muy bien entre la película y la serie. Recuerdo un artículo que supuestamente era sobre la serie, redactado por un crítico de cine de una cabecera mediática importante. Era casi como una homilía de las largas, cual sacerdote desde su púlpito, gritando a los cuatro vientos las bonanzas de la obra de Bong Jon Hoo, y lo bueno que es el director, y fíjate que manejo hizo de esto de lo otro…y lo floja que es la serie. Pero el lector no era capaz de llegar a una conclusión de por qué la serie es mala. Si se comenta la serie, pues hay que hablar de la serie, de su argumento, de su puesta en escena, de su narrativa. Y aquí llega una trampa cada vez más habitual entre los “profesionales”. Dicho crítico solo había visto los seis primeros capítulos (si no recuerdo mal, son diez episodios los que componen la primera temporada).
¿Se debe comentar una serie sin haberla visto entera, o en su defecto, haber visto una temporada completa? Cada uno que piense lo que quiera.
Tanto la película como la serie guardan bien la esencia del cómic. Un mundo destruido, totalmente helado, que imposibilita la vida humana. Los restos que quedan de nuestra especie viven en un tren que constantemente se está moviendo alrededor del planeta. El rompenieves con sus mil y un vagones. Hasta aquí todo es literal. Pero luego tanto la película como la serie, cogen rumbos diferentes aunque comparten rasgos comunes entre ellas, pero no así con el cómic. En las viñetas, como dije al principio, hay tres arcos argumentales. El primero es el de un hombre que escapa de los vagones de cola, donde están las clases bajas de la sociedad. Desesperado, huye de la pobreza y la enfermedad, con el objeto de cambiar el status quo del tren. Una trama que entronca con la raíz de la película y de la serie, más en concreto con el protagonista del film que interpretaba Chris Evans. Pero en realidad Bong Jon Hoo se quedaba en la superficie de lo que transmite el cómic.
El lector avezado de las viñetas podrá encontrar en los dibujos, en la estética, rastros de la guerra fría, de un período histórico muy concreto. Partiendo de que la concepción de Rompenieves es la ciencia ficción; al mismo tiempo hay un sustrato que encuentra su eco actual en la propuesta Chernobyl de HBO. Más allá del juego de la lucha de clases, Rompenieves ahonda en las consecuencias de la mentira. La mentira en la serie de Netflix está muy presente, es lo fundamental y es lo que remarca al personaje de Jennifer Connelly.
Se puede discutir el dispositivo de la plataforma en cuanto a atmósfera y puesta en escena, de que haya momentos en los que el CGI se note bastante y hayan pecado de medios técnicos, sin por ello ignorar que todo ese despliegue tiene un sentido, ya que en el cómic precisamente lo que se muestra es que en el tren hay un pequeño reflejo del ocio y del entretenimiento normal en los tiempos antes de la gran helada apocalíptica (burdeles, casinos, restaurantes de lujo etc), cosas que la serie ha magnificado para poder introducir mejor al espectador en el relato.
La propuesta del coreano sin embargo va por otros derroteros. Además, al tratarse de una película, el tiempo ya se limita. De esta forma, hay que reducir y ser más concreto con lo que se quiere narrar. Escogió el primer arco argumental de la novela gráfica e hizo una propuesta descarnada y violenta en algunos momentos, y en otros, especialmente al final, se queda demasiado en lo sutil. El personaje de Wilford, totalmente inventado en ambas adaptaciones audiovisuales, se nos presenta como un deus ex machina que rige los destinos de todos. En el film, Ed Harris sale en los últimos diez minutos para revelarse como un “Mago de Oz”, alguien a quien todo el mundo idolatra pero que en el fondo, solo es un pobre hombre con un sueño fracasado.
En la serie, la señora Willford (Jennifer Connelly) es mucho más maquiavélica, más fría. Una gran jugadora de ajedrez que va varios pasos por delante del resto. Ha creado un gran universo en los vagones, un arca de Noé para salvar a la humanidad, siendo ella quien decidiese el destino de todos y cada uno. Hasta que un asesinato rompe con la utopía (en clara referencia a la utopía soviética en la que no existían los asesinos en serie por ser estos un símbolo de la decadencia occidental). De nuevo, la serie tiene elementos que se mantienen en la esencia del original donde los ecos del comunismo son palpables. A lo largo de los primeros capítulos prima la trama policial de resolución del crimen, pero luego en la segunda mitad de la serie, entramos ya en las cuestiones de más calado político y social, homenajeando a la película de Ho y al segundo y tercer arco argumental del cómic.
Cuando vi la serie el verano pasado pensé en escribir un artículo sobre la misma, pero al saber que el cómic estaba disponible en nuestro idioma, decidí esperar para poder leerlo y así tener ya una visión de conjunto. Personalmente, no me interesa nada la tiranía actual del click, de tener que estar pendiente de ser los primeros en comentar algo para tener visitas y grandes titulares sensacionalistas. Ese tipo de actitudes son las que están denigrando la profesión periodística, y dentro de ella, afecta también a los especialistas en cultura, no lo olvidemos. Da igual el tiempo que se tarde, lo importante es ver las cosas con tranquilidad, tener sobre ellas una mirada serena y lo más limpia posible de prejuicios (creados por tráilers previos y comentarios en RRSS). Creo también firmemente en que una actitud profesional se demuestra leyendo los libros que sirven de base para las películas. Eso enriquece la visión que tenemos de la historia, nos permite analizar el fondo de una manera distinta. Para el ejemplo concreto de Rompenieves, es vital hacerlo, porque eso permitirá huir de la visión dogmática de que “solo lo que hace Bong Jon Ho es bueno”, y podremos hacer esa necesaria separación entre las tres visiones de una misma historia. Personalmente, me gusta mucho más la serie de Netflix que la película. Seguramente estaré cometiendo una herejía imperdonable que me haga merecedor de la hoguera y de torturas inimaginables, pero es la conclusión a la que he llegado tras tomarme un tiempo de lectura y reflexión acerca la cuestión.
Con todo esto no quiero decir ni mucho menos que los críticos que no lean los libros o los cómics no sean profesionales. Lo que me gustaría es que fuera un llamamiento a intentar hacer las cosas mejor, a buscar maneras diferentes de interpretar lo que nos cuentan en una película o una serie que comparten una idea. ¿Qué preferís vosotros comic, serie o película? ¿O las tres? De eso se trata, de libertad; eso es lo que me gustaría, que todos los que os toméis tiempo para leer esto elijáis con criterio.