El Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife acogió el pasado martes 27 de mayo a las 20:00 horas el tercero de los Encuentros con el cine, organizado por Digital 104, empresa de audiovisuales compuesta por los cineastas canarios Jairo López, Domingo González, Eugenia Arteaga y Jonay García. Los jóvenes realizadores han vuelto a organizar una jornada cinéfila muy especial, congregando a un grupo nada desdeñable de cinéfilos. Esta vez, el encuentro ha sido con el director de cine oriundo de la isla de La Palma, Miguel Ángel Toledo, con ocasión de la proyección del corto ‘Miserere Nobis’ (España, 2003) y del largometraje ‘La Senda‘ (España, 2012). El tercer realizador que acude a la cita de Encuentros con el cine, es el segundo director canario que comparece a los mismos. El primero fue David Pantaleón, natural de la isla de Gran Canaria, con su largo Fronteras de Zalamea (España, 2012), y sus cortos ‘A lo Oscuro más seguro’ (España, 2012) y ‘Por la Puerta Grande‘ (España, 2013). Se contó para el evento, con la moderación de Manuel Díaz Noda, crítico de cine, quien efectuó un preciso análisis de ambos trabajos de Miguel Ángel Toledo, al comienzo del debate, tras las proyecciones mencionadas.
Miguel Ángel Toledo es uno de esos cineastas canarios que, a finales de los años 80, principios de los 90 del pasado siglo XX, formó parte de esa comunidad de lo audiovisual que contribuyó a otorgar visibilidad y cierta notoriedad al cine realizado en Canarias, alcanzando proyección tanto a nivel nacional como Internacional. En este panorama encontramos a realizadores como los hermanos Santiago y Teodoro Ríos, quienes lograron una gesta local con su película Guarapo (España, 1988), nominada al Goya a mejor dirección novel, comienzo de una trilogía denominada “sobre la emigración”, que continuó con Mambí (España, 1998) y El Vuelo del Guirre (2007). Se trata de películas de un gran compromiso social, donde se narran desde distintos ángulos, las penurias sufridas en las islas por los canarios, y la necesidad de la emigración, que se produjo masivamente en los años cuarenta del siglo XX, principalmente hacia Venezuela y Cuba.
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Miguel Ángel Toledo respondiendo preguntas al público presente |
En 1996, el joven chicharrero (sobrenombre de los habitantes de Santa Cruz de Tenerife, capital de la isla de Tenerife), Juan Carlos Fresnadillo, irrumpe en el panorama con el cortometraje Esposados (primer cortometraje español en optar al Oscar de la Academia de Hollywood), que cuenta con Miguel Ángel Toledo a cargo de la producción, y constituye un trabajo sensacional de 23 minutos, protagonizado por Pedro María Sánchez, Anabel Alonso y Germán Cobos, donde el cineasta realiza un thriller, entre cómico y macabro, con un particular talento en el uso del montaje, en el rédito de la fotografía en blanco y negro, desplegando una rotunda personalidad a la hora de colocar la cámara. A este corto siguió la película Intacto (España, 2001), que contó con un casting que reúne a Leonardo Sbaraglia, o al veterano Max Von Sydow. Fresnadillo alcanza la notoria proyección internacional al tomar las riendas de ’28 semanas después’ (28 weeks later, Gran Bretaña, 2007), secuela directa de ’28 días después’ (28 days later, Gran Bretaña, 2002), de Danny Boyle e Intruder (España, EEUU, G.B., 2011). Tiene en cartera un proyecto para Dreamworks titulado Wendsday y ha estado vinculado a dos trabajos, cancelados hasta la fecha, el remake de Los Inmortales (Highlander, EE.UU.-G.B., 1988), de Russell Mulcahy y de El cuervo (The Crow, EE.UU., 1994), de Alex Proyas.
En este contexto de realizadores canarios surgidos en las décadas mencionadas, destacamos el nombre de Javier Fernández Caldas, que despuntó con dos cortometrajes, El Último Latido (España, 1992), rodado en blanco y negro, inspirado en el hecho real de un ladrón que entra a una casa a robar y sufre un infarto al ser sorprendido por la moradora de la vivienda y Frágil (España, 1995), la tragicómica historia de un joven y una mujer madura, para debutar en el Largometraje con La Isla del Infierno (España, 1999), donde un esclavo canario, trata de regresar a su isla como polizón en un barco, tras 20 años de cautiverio.
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El público permaneció atento a cada momento del evento |
El último de los nombres de este singular recorrido, es el de Elio Quiroga, novelista, guionista y realizador, natural de la Isla de Las Palmas, que debutó en el cine con el largometraje Fotos (España, 1996), aplaudido por Quentin Tarantino en el Festival de Cine Fantástico de Sitges. A este film siguieron La Hora Fría (España, 2007) y No-Do (España, 2009), escritos por él mismo. Fue co-guionista de Ausentes (España, 2005), de Daniel Carpalsoro, y en el terreno del cortometraje de animación, dirige en 2010, My Name is María, un desgarrador corto, que recorre la historia de una familia a los ojos de la menor de sus miembros, la niña María. Ha sido considerado para la dirección de proyectos como Guerra Mundial Z (World War Z, USA, 2013), que acabó realizando Marc Forster o el remake de Clave Omega (The Osterman Weekend, USA, 1983), de Sam Peckinpah.
Miserere Nobis es un cortometraje producido por Volcano Films, cuya protagonista es una joven ingresada en una habitación de un hospital, que parece tener una enfermedad terminal y moverse en esa especie de limbo entre la vida y la muerte. Podemos verla charlar de manera cotidiana con el enfermero que la cuida, no hacer nada cuando la anciana que languidece en la cama contigua se ahoga y fallece, y al mismo tiempo la vemos en un bosque tumbada o en el estanque de un parque boca arriba.
La Senda, largometraje realizado casi diez años después del cortometraje mencionado, comienza con un hombre en pijama arrastrando en un paisaje nevado una silla, a la que se sube. La cámara se limita a filmar los pies del hombre, y rápidamente percibimos que se ha ahorcado. La acción se traslada a una partida de ajedrez en el seno de una competición, donde
Raúl (
Gustavo Salmerón), vence y es aclamado como el maestro. Tratando de recuperar a su mujer
Ana (
Irene Visedo) y a su hijo
Nico (
Ricardo Trenor), parte con ellos hacia una cabaña en la montaña en pleno invierno. De camino hacia la cabaña, conduciendo el vehículo que los lleva a los tres al apartado lugar, ve al hombre en pijama del comienzo, que corre por la nieve… es él mismo. Con esta premisa, claramente
Toledo, nos sumerge en el terreno de lo sobrenatural, donde nada (o casi nada) va a ser lo que parece. La trama se complica con la aparición de
Samuel (
Ariel Castro), un joven argentino que vive por la zona, y que despierta unos celos enfermizos en
Raúl. La constante dualidad entre la realidad y lo que el protagonista cree que es la realidad, o le gustaría que fuese la misma, presiden la narración en una trama que potencia cierta confusión, necesaria a los propósitos dramáticos.
Miguel Ángel Toledo consigue articular adecuados mecanismos de suspense con el uso inquietante de uno de los títeres de
Nico, o con un perro que persigue al protagonista por las inmediaciones de la cabaña, a modo de culpa personal del protagonista (en palabras del propio realizador), hasta desembocar en un desenlace impactante, para el que de alguna manera se nos ha ido preparando y articulando algunas pistas, y que está filmado hacia atrás (la nieve es vista desde dentro de la cabaña cayendo hacia arriba).
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Toledo dando indicaciones para el film |
Toledo triunfa en la descripción de Raúl como una mente metódica, inteligente, un fetichista del ajedrez (no hay más que ver como “desviste” la caja envuelta en una tela aterciopelada, que conserva unas piezas perfectamente talladas). Raúl es un hombre obsesivo, paranoico, extremadamente metódico, del que rápidamente intuimos que algo no va bien, y como causa inquietud, tanto a Nico, como a Ana. La senda tarda un poco en arrancar, tras el impactante comienzo, y hace un abuso de la pista de sonido para crear inquietud, lo cual no habría sido narrativamente necesario, debido al adecuado manejo de los mecanismos de suspense, y del espacio escénico. Toledo reconoció el efectismo en el empleo de sonidos perturbadores, que justificó por la necesidad de vender la película encorsetada en el género del terror. El director obtiene un adecuado partido del entorno nevado, alrededor de la cabaña. Ello no deja de resultar paradójico, pues el director quería filmar la película en la isla de El Hierro, lo que habría complicado la producción. El guión de La Senda está firmado por Miguel Ángel Toledo, con Juan Carlos Fresnadillo, y entre los agradecimientos finales, figura el nombre de Javier Fernández Caldas. La película ha tenido escaso éxito comercial en nuestro país, pero ha sido un éxito rotundo en Corea del sur, y en Méjico, donde se ha distribuido como El Camino del Diablo, y ha gustado también en Francia y Alemania.
Tras la proyección, un magnífico debate tuvo lugar, donde los presentes pudimos escuchar a un hombre de cine, a alguien completamente honesto y auténtico, muy crítico con su película, de la que dice estar descontento, y de la que hace un análisis implacable al calificarla el mismo como “pretenciosa, sin arco dramático, y el niño parece una cómoda”. Según Toledo la película adolece de “fallos gravísimos que yo no toleraría a nadie”. Considera igualmente que ha aprendido con este filme lo que tenía que aprender y que tiene claro lo que quiere en su terreno. Sin duda habrá que seguirle la pista en su siguiente largo, financiado entre EEUU y Méjico.
Miguel Ángel Toledo tiene claro que “El arte se manifiesta cuando alguien entiende”. “Los grandes filósofos hablan con palabras sencillas”, “Lo importante no es lo que yo cuento, sino lo que ustedes perciben”, “El cine no es el vehículo ideal para el pensamiento, para la reflexión intelectual”. Para Toledo, es crucial el respeto al público en la apreciación de la película, de los detalles. Considera que el canal de transmisión es perfecto cuando el público entiende la película, y que, por tanto, su objetivo es conseguir ser entendido, no hacer películas codificadas para la auto-complacencia del realizador o de algún avispado crítico de cine.
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Fotograma de “La Senda” |
Ahondando en La Senda, Toledo considera que “El gran misterio de la realidad es la percepción”, y que “La realidad es un fenómeno totalmente subjetivo que depende del estado de ánimo. El cine permite muy bien transmitir esa idea”. El cineasta desmiente que él realice cine de género y cita a su colega Juan Carlos Fresnadillo, quien sostiene que “El género es un corsé que realza la figura”. Cuando se le pregunta por las influencias, niega categóricamente que su película tenga algo que ver con El Resplandor (The Shinning, USA, 1980), de Stanley Kubrick, como han afirmado algunos críticos, y considera que su trabajo está más cerca de La Escalera de Jacob (Jacob’s ladder, USA, 1990), de Adrian Lyne, o El Corazón del Ángel (Angel Heart, 1987), de Alan Parker, y con la leyenda tibetana de los 47 días después de su muerte, donde el difunto no la acepta y trata de cambiar la realidad.
Miguel Ángel Toledo reflexionó igualmente sobre lo complicado que es la filmación en España, “Hacer una película en este país es como ganarse la lotería”, sentencia. Un país donde “no existe meritocracia”. Tampoco tuvo tapujos para dejar claro que la edad dorada del cine canario de los años 90 del siglo XX ya no volverá, “El fenómeno cultural del cine canario ha muerto”, manifiesta. Para Toledo el cine hoy en día es un fenómeno global, y no nacional, y mucho menos regional. Ser consciente de eso, es la única manera de sacar adelante un proyecto fílmico. “Creo en un futuro brillante para la industria global”.