El simple hecho de poder disfrutar una nueva película de Manoel de Oliveira ya es un lujo. Este director, a sus 103 años, sigue dando guerra y esperemos que por mucho tiempo más. Una delicia para los amantes del cine europeo y del séptimo arte en general.
Gebo (Michael Lonsdale), un amable y educado contable, vive junto a su mujer y su nuera en una pequeña pero acogedora morada. La matriarca de la familia, Doroteia (Claudia Cardinale), sigue confiando en que algún día su hijo, Joao (Ricardo Trêpa), cruzará la puerta de casa. Sofía (Leonor Silveira), la mujer de Joao, habita bajo el mismo techo que la anciana pareja. Ella y Gebo saben que tras las historias que él cuenta sobre su hijo, hay una cara oculta demasiado oscura que jamás revelará a su esposa.
La cinta nos deleita con una fotografía cuidada al extremo, teniendo en cuenta que toda la película-salvo dos o tres planos- transcurre sobre la misma escenografía sería un crimen que no hubieran tenido ese detalle. El elenco de actores, como habréis podido leer más arriba, es un dream team de los clásicos del cine. El relato, aunque sobrecogedor y aceptable, carece de ritmo en su narración. Algo característico en todas las obras del cineasta portugués.
Aún así, es una de las mejores cintas que se han proyectado durante el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Si no tuviste la suerte de poder verlo durante la semana pasada, no te preocupes, tampoco te vas a morir por no hacerlo.
Nota: 20º Bien, pero con rebeca para el frío.