Peter y el dragón es Disney y no es un musical. Elliot no baila pero tiene tema propio. Tampoco Peter canta. De la música de 1977 solo conserva la canción “Candle on the Water”, nominada al Oscar en la versión original. Siguiendo los pasos de las nuevas versiones, la música se vuelve más aventurera y menos cantarina. Más espectacular y menos espectáculo.
El compositor Daniel Hart, buen amigo de David Lowery, viajó a un Oeste oscuro, romántico y contemporáneo con En un lugar sin ley (2013). En Peter y el dragón nos lleva a un lugar legendario lleno de sueños y magia. Una magia que ha conquistado al estudio de los sueños y le ha dado un billete para Nunca Jamás. País donde viajará junto al director de Milwaukee en 2018. Salido del mundillo indi, pues, se mete de lleno en el más grande de los mundos. El inicio es prometedor. La continuación promete.
Los dragones, criaturas legendarias y mitológicas con especial predilección por la Antigüedad y la Edad Media, tienen sonido propio. Algunos dan mucho miedo, como el señor Smaug al que Howard Shore presento con un tema misterioso acompañado por el sonido amenazante de las monedas de oro en El Hobbit, la desolación de Smaug (Peter Jackson, 2013). Otros son divertidos, como Desdentao, el Furia Nocturna de Como entrenar a tu dragón (Dean DeBlois y Chris Sanders, 2010), al que John Powell le dio un aire vikingo, de legenda celta, y muy aventurero. Otros son inolvidables, como Draco, y el no menos inolvidable y grandioso tema sinfónico de Randy Edelman para Dragonheart (Rob Cohen, 1996). Y otros, como el Elliot de Pedro y el dragón Elliot (Don Chaffey, 1977), son bailarines, cariñosos y muy musicales, en el sentido más Broadway de la palabra. ¿Dónde metemos al Elliot del siglo XXI?
Igual de cariñoso que su hermano mayor de los setenta, pero sin su faceta danzarina. Divertido como Desdentao. Grandioso, solo o acompañado. Mágico, y terrorífico cuando se lo propone. ¿Qué música le ponemos? Daniel Hart compone dos temas muy diferentes. Uno para el Elliot amenazante, ese que asusta a los malos, se camufla y se desliza sigilosamente por bosque y ciudad. En tonalidad menor y con dos descendentes que causan miedo al más valiente. Y otro para su relación con Peter, que se convierte en el tema principal, tomando diferentes formas, desde la más triste cuando Elliot se siente abandonado, a la majestuosa variación final, pasando por intensos momentos de acción. Todo con el adjetivo sinfónico por delante, para dar majestuosidad tanto al sentimiento de amistad como a la épica, y con un color medieval dado principalmente por la sección de cuerdas.
Los temas instrumentales se acompañan de canciones. Preexistentes para diferenciar la civilización del bosque, y originales para alimentar la leyenda. Entre las primeras: “It’s A Good Day” de Peggy Lee o “So Long, Marianne” de Leonard Cohen. Entre las segundas: “The dragon song”, escrita por el mismo Lowery e interpretada de forma diegética por Natalie y en los créditos por Will Oldham, o “Something Wild” de Lindsey Stirling que encabeza los créditos finales fundiéndose con el resto de la banda sonora gracias a su sabor medieval.
28 tracks y mucha diversión. Una banda sonora propia de un remake-reboot Disney del siglo XXI. ¿Conseguirán una nominación al Oscar a Mejor canción?