La industria de la televisión estadounidense, especialmente la televisión por cable, vive una era dorada, similar a la de sus albores. Como en los años cincuenta del siglo XX, el público se refugia en sus hogares, donde puede ver programas de alta calidad, concebidos específicamente para el medio, que nada tienen que envidiar a las producciones cinematográficas. El cine, como entonces, recurre al espectáculo para recuperar a su público. Se intenta, a través de formatos espectaculares como el IMAX, el 3D, etc, atraer desesperadamente a la audiencia, a las salas equipadas con lo último en tecnología, pero no parece ser suficiente. Muchos realizadores de aquella primera televisión en directo dieron enseguida su salto a la gran pantalla. Hoy en día, son los directores de cine, quienes parecen querer dar el salto a la inversa, para apadrinar alguna producción televisiva, conscientes de su recepción masiva. El público adulto (y el que no lo es tanto cada día más), harto de tanta simpleza y convencionalismos, prefiere quedarse en casa, viendo, en televisores cada vez más sofisticados, las series que ofertan canales de televisión por cable como HBO, AMC o Showtime, en lo que sin duda es una competencia feroz, una carrera por acaparar a una audiencia, ávida por consumir la enorme variedad ofertada. El cine presenta los índices de caída más altos de su existencia. También la piratería y los prohibitivos precios de las entradas, influyen, sin duda, pero esa es otra historia.
En este panorama, el mencionado canal de televisión por cable
HBO (abreviaturas de
Home box office, algo así como taquilla en casa), creado en los años 70 del pasado siglo XX, que tiene su división de películas para el cine, y forma parte del conglomerado empresarial
Time Warner, lidera desde el comienzo de milenio, la producción de series de televisión, destinada a ese público adulto que requiere algo más que corrección política, que pide crítica al establishment, cierto progresismo intelectual y que es consciente de que en la vida no hay buenos y malos, o blanco y negro, a secas, sino que todos nos movemos en una gran gama de grises, tantos como comportamientos, donde los seres humanos somos capaces de lo peor… y de lo mejor. Series como
Roma (
Rome, 2005-2007),
Deadwood (2004-2006) o
The Wire (2002-2008), y más recientemente
Tremé (2010- ),
Boardwalk Empire (2010- ) o
The Newsroom (2012- ), entre otras, proponen aunar unos guiones ejemplares, que rezuman autentica literatura, y que jamás bajan la guardia, con unas tramas adultas, complejas, que no necesitan incorporar giros narrativos sorpresa, en unas estructuras claramente fílmicas, que aprovechan la ventaja de su larga duración, en el sentido de ser conscientes que los entre 10 y 12 capítulos fijados de un modo standard por temporada, permiten un desarrollo de personajes más coral y mutable, que las dos horas de una película.
En este contexto surge True Detective, una producción de 8 episodios, de aproximadamente cincuenta minutos cada uno, y que muchos ya bautizan como “la serie del momento”. Los elevados índices de audiencia, que baten records en la historia de la cadena, parecen confirmar el diagnóstico. Detrás del éxito de la propuesta, figuran principalmente cuatro nombres. Su artífice, el guionista de la serie, Nic Pizzolatto, oriundo de Luisiana, entre cuyos créditos apenas figuran dos novelas publicadas, y par de episodios para la serie The Killing (AMC, 2011- ), remake de una serie danesa del mismo título. El director, Cary Joji Fukunaga, que afronta la puesta en escena de los ocho capítulos. Joven realizador, natural de California, Fukunaga había realizado la última versión de Jane Eyre (USA, 2011), adaptación de la novela de Charlote Bronte y poco más. Frente a la cámara, dos actores de reconocido carisma y veteranía, naturales ambos del estado de Texas, presiden un casting ejemplarmente certero. Matthew McConaughey, flamante ganador del oscar al mejor actor, en la edición de 2014, en la piel del protagonista, logra una intensidad interpretativa única. Woody Harrelson, complemento, y a la vez reverso, del personaje central, es el otro pivote, en esa relación amor-odio, entre la que oscilan sus respectivos personajes a lo largo del devenir de la serie. Los cuatro asumen, además, labores de producción ejecutiva, aceptaron un vertiginoso plan de rodaje y se han entregado en cuerpo y alma, para plasmar con soberana eficacia, esta definitivamente fantasmagórica fusión del universo de David Lynch, con ecos de “El corazón del Ángel” (Angel Heart, USA, 1987), de Alan Parker, o de la literatura de H.P. Lovecraft, con las buddy movies o películas de compañeros policías, que tan buen rendimiento consiguieron en taquilla durante en los años 80 y 90.
El visionado de los títulos de crédito, ya nos adelanta que estamos ante una serie muy especial. Los desencantados rostros de los personajes principales, el desolador paisaje industrial, pantanoso, los símbolos religiosos (las distintas variantes del cristianismo están muy presente en la geografía de la serie), cuerpos desnudos femeninos, entre fetichistas y sensuales (el sexo en diversas variantes, pesa mucho en la narración), el fuego, cuyas llamas ondean, entre ambiguo y redentor, encapsulados en las siluetas de cuerpos y rostros. Todo termina confluyendo, tras minuto y medio apasionante, en la forma de una cruz cristiana, que se forja en torno al título. Planos que veremos en los capítulos, capturados con formas surrealistas, que ofrecen las claves de la serie y se nos cuelan de un modo subliminal en “la habitación cerrada” que es nuestra mente, y nos coloca apasionadamente receptivos para lo que viene. La canción que subraya las imágenes, ‘Far from any road’, del grupo The Handsome family, donde la voz desgarrada del cantante, estilo Leonard Cohen, marca el tono de desencanto y la nostalgia por la que apuesta la serie, proyectada hacia ese final destination que subrayan los primeros compases del referenciado tema musical.
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Abril de 2012. Los detectives Maynard Gilbourg y Thomas Papania interrogan por separado a Martín Eric Hart (Woody Harrelson) y a Rustin Spencer Cohle (Matthew McConaughey). Básicamente, las preguntas versan acerca de un caso que aparentemente ambos resolvieron en 1995, cuando eran detectives de homicidios de Luisiana, pero que presenta muchos cabos sueltos. La historia oscilará entre ambas fechas, con una parada estratégica y muy significativa en 2002.
Los dos primeros capítulos,
‘La Larga y clara oscuridad’ y
‘Visiones’, aportan muchísima información sobre los dos protagonistas, principalmente respecto a
Rusty. Sirven igualmente para exponer el caso criminal que va a planear durante toda la serie, con todas sus complejas y sus nada complacientes connotaciones, así como su incidencia en las vidas de los dos detectives protagonistas, y por supuesto, en la comunidad de Luisiana. El 3 de enero de 1995, el día del cumpleaños de la hija de
Cohle, fallecida en un desgraciado accidente años atrás, los dos protagonistas, que forman pareja en el departamento de homicidios desde hace tres meses, descubren en los cañaverales de
Erah, el cuerpo sin vida de
Dora Kelly Lange. El cuerpo de la joven está desnudo, atado por las muñecas y los tobillos, de rodillas, en posición de rezo. Cuenta con marcas de laceraciones en el abdomen y en la garganta, con los ojos vendados y una corona, fundamentalmente de espina de rosas, que sujeta las astas de un alce adulto. Una pintura muy primitiva en forma de espiral, en la espalda de la joven y unos palos atados en forma de jaula piramidal, una estructura conocida como
“red para atrapar el diablo”, parte de la parafernalia santera, completan el macabro escenario del crimen.
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El crimen que da pie a la serie tiene estos elementos en su iconografía |
A Rusty lo llaman “el recaudador” en el departamento, porque siempre va con un enorme cuaderno donde apunta todo y dibuja lo que ve. Enseguida vemos que es un hombre meticuloso. A los pocos minutos, le dice a Marty “ha pasado antes y volverá a pasar”. Para él, el crimen está demasiado definido para ser la primera víctima. Lo configura como un crimen que reúne “fetichismo, iconografía, y … lujuria física con fantasía en prácticas socialmente prohibidas…”. La víctima es una prostituta que había encontrado la paz en una de las múltiples iglesias que pueblan el estado, concretamente Los Amigos de Cristo, en la ciudad de Eunice.
Rusty tiene una mente muy compleja. No le gusta Luisiana.
“La gente de aquí parece no saber que existe el mundo exterior. Ya puestos podrían vivir en la jodida luna”. No es cristiano. A
Marty le deja clara su postura al respecto:
“Para algunos antropólogos, la religión es un virus del lenguaje que rescribe las conexiones cerebrales y anula el pensamiento crítico”. Tiene un crucifijo en su casa, cierto, pero para el detective
“… es una forma de meditación. Medito sobre el huerto de los olivos y con la idea de permitir tu propia crucifixión”.
Cohle odia manifiestamente el perfil del predicador quien
“…potencia tu capacidad para la ilusión y lo alaba como virtud”. Trabajó en diversos departamentos policiales, en Texas.
Departamento de Robos en Houston, hasta 1989, para recalar en
El Área de Alta densidad de Tráfico de Drogas de la DEA (
Drugs enforcement administration). En ese departamento, estuvo como agente encubierto durante cuatro años. Debido a una metedura de pata (que terminaremos por conocer), el fiscal, según cuenta el propio
Rusty, le dio la oportunidad de enmendar el error
“…sigue con tu papel, serás nuestro yonkie salvaje”. Padece de insomnio.
“No duermo, sólo sueño”, dice, y es adicto a la metaculona, con la que consigue algo parecido a conciliar el sueño. Tiene serios daños neuronales, que le provocan alucinaciones, fruto a la adicción a diversas sustancias estupefacientes, pues cruzó unas cuantas líneas de difícil retorno durante esos cuatro años que pasó entre bandas traficantes de frontera mejicana. A lo largo de la serie asistimos a algunas de sus visiones. Al final del segundo capítulo, después de su delirio, en el que una bandada de pájaros describan una espiral en el aire (como la que había en la espalda del cadáver), en una iglesia quemada y semiderruída (ante cuyo escaso andamiaje vemos a un búho que observa desde lo alto como si fuera una gárgola), justo antes de descubrir un mural con la escenificación del crimen de
Dora Lane,
Rusty reflexiona acerca de sus alucinaciones:
“Si, por entonces las visiones… casi siempre estaba convencido de que, mierda, estaba perdido… pero otras veces… creía meterme en vena la verdad del universo”. |
Rusty y Mary en 1995 |
De sus días en narcóticos, Rusty ha ido acumulando una serie de trucos y estrategias. Es muy bueno interrogando y arrancando confesiones a los detenidos. Paradójicamente usa los mismos trucos que odia en los predicadores para congregar a los fieles en su iglesia. Como ellos, posee un ojo clínico para las debilidades humanas. Cuando en 2012 le preguntan por su técnica dirá “Nunca lo vi tan difícil… los miras a los ojos y ahí está toda la historia. Todo el mundo lleva su apetito pintado en la cara”. Para Cohle, todo el mundo desea una catarsis, la gente se muere por confesar.
Marty, por el contrario, siendo un policía inteligente, no está a la altura intelectual de Cohle. No es tan obsesivo ni metódico, ni tan reflexivo. Es más conciliador y relaciones públicas. Mucho más simple y primario, es un mujeriego empedernido. Es de esos hombres a quien las mujeres van, y él, simplemente, se deja llevar. Engaña a su mujer, Maggie (Michelle Monaghan), y se justifica: “Tienes que descomprimirte antes de ir a tu familia”. El sexo furtivo, según él, lo practica por el bien del matrimonio y de la familia. Cuando invita a su compañero a cenar a su casa, con su mujer y sus dos hijas, le advierte a Maggie “créeme, no conviene hurgar en su cerebro”. Las cosas entre ambos no van bien. “Pones techo a tu vida para no cambiar. Qué pocas expectativas tienes, Marty”, le dirá su mujer.
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Michelle Monagan luce estupenda en su papel de esposa de Marty |
La narración convencional (entendida en términos de principio, desarrollo y fin y de linealidad temporal) se dilapida, para bien, a lo largo de los episodios. No sólo mediante los constantes saltos de una época a la otra. En ocasiones, incluso en medio de una escena, se solapa otra en distinto espacio temporal. En otras, cuando comprobamos que las circunstancias de la aparente resolución del caso en 1995, presentan divergencias entre lo que se cuenta y lo que se ve. Por un lado está la versión de los hechos que relatan Rusty y Marty, tanto a la Comisión de investigación abierta en 1995, como a los detectives de 2012. Por otro lo que realmente ocurrió, la realidad filmada, que nos es mostrada por la cámara de Fukunaga. Ocurre en el capítulo 5, titulado “El sino secreto de toda vida”, y esa dicotomía, se vuelve a repetir en alguna y puntual ocasión más adelante. Se cruzan, además, escenas-pensamientos en la mente de los dos protagonistas, respecto de las que claramente podemos deducir que no cuentan a los dos detectives de 2012. Otras veces, finalmente, se desafían las reglas clásicas, contando la misma historia, repetidamente, en varias ocasiones, sin que, curiosamente, ello resulte chirriante, ni redundante. Rusty cuenta la muerte de su hija pequeña en tres ocasiones. La primera vez a Maggie cenando, en un momento que Marty habla por teléfono. La segunda a Marty cuando viajan en coche, a la pregunta de éste sobre la cena con su familia. En tercer lugar, en 2012, Cohle vuelve a contar la historia, esta vez como pretexto para hacer una reflexión deductiva acerca del acto de arrogancia que supone traer una vida a este mundo, al que denomina vertedero.
El pico de la serie, tiene lugar en el episodio 4, llamado
¿Quién anda ahí?. Rusty tiene que enfrentarse a sus propios demonios del pasado, infiltrándose en una banda de moteros traficantes,
‘The iron crusaders’. Para ello, comprueba que su antigua coartada, su apodo
“Demoledor”, aún le sirve. Acude al local en Beaumont, donde se encuentra
Ginger, el líder de los moteros, un hombre corpulento, calvo y con una barba recogida en forma de trenza, quien podría, al parecer, conducirle al arresto del principal sospechoso del caso de homicidio.
Rusty tendrá que integrarse plenamente. Su coartada, es cambiar cocaína (que ha robado de los depósitos policiales), por metanfetamina. Ello significa volver a cruzar ciertas barreras. Significa consumir drogas y delinquir.
Rusty es consciente de su propia naturaleza:
“El mundo necesita hombres malos. Mantengamos a los otros hombres malos, al otro lado de la puerta”. El episodio termina con un intenso plano secuencia de cinco minutos, que transcurre en una barriada marginal de la ciudad de Houston, donde Rusty tiene que huir del asedio de otros narcotraficantes, de la persecución policial, arrastrando a
Ginger contra su voluntad, por un escenario convertido literalmente en zona de guerra. Como vaticinaría previamente
Rusty, aquello sin un plan de entrada y salida, podría convertirse en “
el jodido Mogadiscio”, en lo que es clara referencia al entonces reciente incidente de ocurrido en la capital de Somalia, el enfrentamiento entre los señores de la guerra, y los marines de EEUU, narrado en la película
Black Hawk Derribado (Black Hawk dawn, USA, 2001), de
Ridley Scott. |
Rusty y Marty en 2012 |
La serie sostiene admirablemente el nivel de interés creado desde el comienzo. Destaca un especial cuidado en la ambientación visual de la historia, que se percibe en la filmación de los exteriores. Ahí están esos planos inquietantes de los enormes pantanos, que dan la sensación de albergar secretos inconfesables, o de las enormes zonas industriales, humeantes, símbolo de la podredumbre social, del turbio mapa humano que recorren los protagonistas en su investigación. La meticulosidad visual, se plasma de igual modo en las secuencias de interiores. El garito de Beaumont, donde paran los moteros entre los que Cohle se infiltra, o la siniestra localización donde tiene lugar el climax final, se llevan la palma. Por otra parte, se aprecia un exquisito cuidado de los guiones de los episodios, afortunadamente nada estancados narrativamente en cada uno de ellos, sino concebidos con una clara vocación de ser parte de un engranaje preciso y directo, donde cada capítulo nos conduce al siguiente, con una armonía endiabladamente eficaz. Narrativamente existe un particular mimo por la armonía en el constante solapado de las secuencias del 95 con las del 2012. En la trama, la religión, el voodoo, la santería, el Mardi Grass, o carnaval típico del estado de Luisiana (atención a la inquietante visión rudimentaria del mismo, con hombres a caballo y máscaras de animales), o las connotaciones políticas (que parecen salpicar a algunas altas esferas del Estado), el retrato de una amistad con sus altibajos y su devenir en el tiempo, así como el peso de un pasado, que no se puede soportar, otorgan una fascinante personalidad al conjunto.
La historia se concluye con muchísima integridad, sin trampas narrativas ni concesiones a la galería, a la altura de las expectativas y del propio listón marcado por sus astutos artífices. La conclusión llega en un capítulo, el 8º, llamado “Forma y vacío”, emitido por canal plus la noche del lunes 10 de marzo de 2014, habiendo sido su pase en EEUU la noche inmediatamente anterior. Su impacto puede medirse en el record de audiencia, de 3,5 millones de espectadores, en el inmediato colapso de la web de HBO o en una imparable ebullición en las redes sociales. Una serie única, convertida desde su estreno, en televisión de referencia y de culto. Será muy difícil resistirse a las inmediatas consecuencias del éxito fulgurante y merecido, pero considero que sus creadores deberían detenerse en una única temporada. Así lo ha dejado claro McConaughey, por lo que a él respecta.
5 respuestas
Critica sin spoilers? me parece que contaste casi toda la serie 🙂
Anonimo: sabes que no es asi, Manuel solo habla de los personajes, y da pinceladas sobre los que ves. No los considero spoilers, pero es imposible hablar sobre una serie sin desvelar ciertos detalles de la trama, aunque estos no sean los que te causen sorpresas.
sereion del coponnn de obligado visionado
Jusepe80: ya te digo….
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