Los realizadores Wes Anderson, Spike Jonze y Noah Baumbach componen un triunvirato de cineastas estadounidenses nacidos en 1969, dotados con una formación cinéfila y literaria considerables, de plena actualidad por haber realizado recientemente tres obras de absoluta madurez, mecidas en un elaborado estado de gracia. Hablamos, respectivamente, de El Gran Hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, USA, 2014), Her (USA, 2013) y Frances Ha (USA, 2012). El primero y el tercero han colaborado en la escritura de los guiones de Life Acuatic (The Life Acuatic with Steve Zissou, USA, 2004) y Fantástico Sr. Fox (Fantastic Mr. Fox, USA, 2009), ambas dirigidas por Anderson.
El mismo año que Baumbach presenta en sociedad Frances Ha, el joven realizador alemán Jan Ole Gerster estrenó Oh, Boy (Alemania, 2012), su debut en el cine. La película recorría el lastimero trayecto vital de Niko Fischer (Tom Schilling), un joven a finales de la veintena, principios de la treintena, que utilizaba la asignación economica de su padre para entregarse a una vida hedonistamente cortoplacista, en lugar de estudiar la Carrera universitaria que le costean. Suprimida la asignación de su acaudalado padre, asistimos a su encuentro con el desolador e incierto panorama de uno de tantos jóvenes europeos, que ni estudia ni trabaja, aunque el caso de Niko obedezca a “méritos propios”, no a la devastadora crisis económica. Un Berlín en blanco y negro nada reconocible, e influencias de Jim Jarmusch, Jean Luc Godard y algún guiño al Taxi Driver (USA, 1976), de Martin Scorsese, configuraban una película fresca, muy bien planificada, un eficaz retrato sobre el desencanto vital.
En similar universo que el personaje de Niko de la película de Ole Gerster (la cotidianidad entre amarga y ocasionalmente divertida en una gran urbe) se mueve Frances Halliday en el filme de Baumbach. Cambiamos de continente y por supuesto de país y de ciudad. De Berlín a Nueva York, filmada igualmente en un elegante blanco y negro digital. Después de rodar Greenberg (USA, 2010), el director de Margot y la boda (Margot and the wedding, USA, 2007), vuelve a contar con la carismática Greta Gerwig, esta vez co-guionista además de intérprete principal. Frances Ha narra la historia de una jóven de 27 años, anclada en esa especie de bucle temporal, el del tránsito a la madurez, ese periodo en el que los apasionados momentos vividos en la Universidad, y la ingenuidad e inmadurez propia de la juventud deben ir quedando atras. Son unos años muy valiosos, en los que los sueños y aspiraciones vitales aún parece que pueden cumplirse, pero que van cediendo a razones de supervivencia, de intento de consolidación profesional. Esa consolidación no termina de llegar para Frances. La joven aspira a ser bailarina profesional, pero no pasa de ser simple suplente ocasional en la prestigiosa escuela de danza a la que pertenece y así lleva cinco años. Siempre está en alarmante precariedad económica. Cuando la conocemos comparte apartamento con su mejor amiga y compañera de la Universidad, Sophie (Mickey Sumner). Ambas amigas, absolutamente cómplices, juegan, recorren las calles, antes de dormir juntas en la misma cama, se recuerdan sus sueños y anhelos, se hacen confidencias etc. En un momento determinado se definen irónicamente como “…una pareja de lesbianas que ya no lo hacen”.
|
Greta Gerwig (derecha) y Mickey Sumner |
Frances se lleva un desengaño cuando Sophie le comenta que va a mudarse a un apartamento en el exclusivo barrio de Tribeca, con una compañera de piso a la que no soporta. No es solo la ruptura de una convivencia, es que dicha situación deja a Frances en la imposibilidad de costear en solitario la renta del apartamento. Luego, Sophie, con su novio Patch, se traslada a vivir a Japón, por exigencies profesionales de éste. La especie de obsesión de Frances por su amiga Sophie (la película, como ya han apuntado tanto la actriz como el realizador, parece tener la clásica estructura de comedia romantica, la de chico-pierde-chica, y chico-recupera-chica), hace que la joven no saque partido a su belleza, a la más que posible atracción de los jóvenes de su entorno, hacia ella. De ahí que uno de sus compañeros ocasionales de piso, Benji (Michael Zegen), claramente atraído por Frances, la llame “espanta chicos” y cuando se reencuentran tiempo después, le pregunte si continúa siendo una “espanta-chicos”. Ilustrativa es su cena-velada con Lev (Adam Driver), que incluye una accidentada carrera hacia el cajero automatico, por su empeño de querer invitarlo a cenar, para celebrar el haber recibido una devolución de Hacienda. No le ha pasado su tarjeta de débito por el datáfono del Restaurante, y decide buscar un cajero en la zona, hazaña que deviene en divertidamente complicada. La secuencia ilustra perfectamente el natural descontrol de la vida de la joven.
El itinerario personal de Frances viene dado por los diferentes apartamentos a los que ésta se traslada en el periodo vital que comprenden los 86 minutos de película. Dicho periplo incluye las navidades en Sacramento con su familia, y un fin de semana en París, en el piso de un amigo, en lo que supone un viaje totalmente desaprovechado y equivocado desde el punto de vista vital. Una melancólica conversación telefónica con Sophie (a la que no le dice donde está) y los infructuosos intentos de dar con una amiga que se había trasladado a vivir a la ciudad de la luz, así lo certifican.
Los fracasos que Frances van encadenando minuto tras minuto en la película, son mostrados por la mirada de Baumbach de un modo nada dramático, aunque sí en un ajustado tono agridulce, y sorprende la capacidad de tolerancia de la joven para recomponerse y seguir adelante, para poner buena cara. Ello le vale en un momento determinado de la película que le digan “pareces tan mayor… y tan inmadura”, en lo que parece una suerte de permanente estado de incosciencia ante los azotes de la vida y su persistencia de actitud.
|
Greta Gerwig y Adam Drive |
La película tiene un tono muy natural, calculadamente expontáneo, heredado de los maestros de la Nouvelle Vague francesa. En cualquier caso, parece ser que la economía de filmar en digital, ha permitido a Baumbach repetir las tomas de manera considerable, y ha sido en la sala de montaje, donde se ha conseguido ese tono de historia inacabada, sin un principio ni un final concreto, sin un arco argumental reconocible. Dicha característica, otorga a la obra una aureola, en verdad, fascinante, que triunfa con rotundidad en esa persecución del retrato de una vida sin rumbo. A esa finalidad contribuye de manera inequívoca e indisoluble, además de la acertada puesta en escena, la honesta, emotiva y apasionada interpretación de la californiana de ascendencia alemana, Greta Gerwig, definida por el crítico del New York Times A.O. Scott como “…la actriz definitiva de su generación…”.
Las referencias más inevitables, por lo reconocible, de esta sensacional película son, el Woody Allen de los años setenta del S.XX, con algún guiño para Annie Hall (USA, 1977), y reverencia absoluta para Manhattan (USA, 1979), la mencionada Nouvelle Vague, o nueva ola francesa, que incluye referencias a Godard, con Una banda aparte (Bande à part, Francia, 1964) a la cabeza, o el empleo de música de Georges Delerue para películas como Los Cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, Francia, 1959), Domicilio Conyugal (Domicile Conjugal, Francia 1970), o Una chica tan decente como yo (Une belle fille comme moi, Francia, 1972), todas ellas de Françoise Truffaut. El guiño al cine de éste último realizador, incluye alguna allusion en el guión al actor Jean Pierre Leaud, intérprete en cinco ocasiones del personaje de Antoine Duhamel. Finalmente, podemos apreciar cierta afinidad en la película de Baumbach, con los primeros trabajos de Jim Jarmusch, y en particular, con algunos personajes de la emblemática pieza del cine indie estadounidense, Extraños en el paraíso (Stranger than Paradise, USA, 1984).