¿Qué se puede decir de la música de Carol que no haya dicho ya el propio Carter Burwell en su página web? Tan bien explicado que hasta se pueden escuchar las palabras mientras se lee. Me ha quitado el trabajo. Ya no sé qué escribir. Mientras escucho la banda sonora, tema por tema, nota por nota; mientras vuelvo a las imágenes una y otra vez; solo se me ocurre contar la historia de cómo yo y mis oídos vivimos el momento.
Empezando por el final, o finalizando por el principio, que en Carol es lo mismo. La definición más clara de un círculo vicioso. Por Therese, por Carol, y por una música que no quiere que nos vayamos. Nos hace volver al momento y nos obliga a querer quedarnos a vivir allí. Una vez que te dejas llevar y te instalas, ataviado interiormente a la manera de los años cincuenta, se acabó. Es imposible salir. A partir de ahora, las miradas y los gestos no se describen solo visualmente, sino de forma musical.
Carter Burwell nos habla de tres temas: el enamoramiento y fascinación de Therese, la historia de amor con Carol, y el vacío que deja la pérdida. Todos tienen el tono tierra anaranjado de la melancolía. No hay saturación, porque el silencio forma parte de esta relación secreta. No hay agudo que sobresalga, porque todo en Carol es contenido. No hay grandes conjuntos ni instrumentos de sonido estridente, porque este amor es todo sutileza. No hay metal, porque todo es femenino, elegante y delicado, y esos adjetivos se dibujan con cuerdas y madera. Hay calidez dentro de la frialdad. Como lo escondido, como las miradas enamoradas en ese invierno neoyorkino tras los cristales empañados; como la timidez de Therese y el portentoso estilo de Carol. Y es el piano, cuya emoción viene precisamente de su propia frialdad, acompañado de un clarinete solitario y clandestino, el que termina de esparcir ese sentimiento de revelación, deseo, interrogante, debilidad y un no saber qué, que ilumina la atmósfera nebulosa de los cristales con los que Carol y Therese miran su mundo, que ahora también es nuestro gracias a Carter Burwell.
Su tercera colaboración con Todd Haynes tras Velvet Goldmine (1998) y Mildreed Pierce (2011), supone la primera nominación al Oscar del compositor de Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008), Donde Viven Los Monstruos (Spike Jonze, 2009) o Valor de Ley (Joel y Ethan Coen , 2010). Los académicos deben de estar atentos, porque esta música tiene los efectos secundarios del enamoramiento. Que se lo pregunten a Ronney Mara.
Ahora es el momento en el que suena el redoble… ¿Quién alcanzará el tono más alto? ¿Cuál de todos compondrá el tema más triunfal? ¿Será Jóhann Jóhannsson? Nos hizo sentir angustia y sudar como nadie, pero quizás los académicos prefieran mantener limpios sus trajes de ir al cine y opten por una música menos contemporánea y estridente, pese a que su funcionalidad está más que comprobada. ¿Será Thomas Newman? Spielberg sin John Williams no suena igual, y el tema del puente no justifica por si solo un premio. Nominación a nominación, se va a acercando a su padre. ¿Será John Williams? Demasiado tradicional y sinfónica. Aunque la nostalgia y la reputación le benefician. ¿Será Morricone? Le deben unas cuantas estatuillas, empezando, como ya dije, por La Misión. ¿Será el western, género que le dio la fama, el que le haga justicia? Razones no le faltan. Esa secuencia inicial vale el Oscar por sí sola. Tan solo los pequeños fragmentos tarantinianos juegan en su contra ¿Será Carter Burwell? Una instrumentación totalmente fundida con cada personaje y sentimiento, melodías que nos inundan de la pasión de esas dos mujeres. La emoción, la belleza y la elegancia de Carol le deben mucho. La Academia le debe un premio a esta película olvidada.
Mis oídos aún están discutiendo. Son como un demonio y un angelito en miniatura a un lado y otro de mi cabeza. El mini demonio, despanzurrado en mi oído izquierdo, me apunta con un rifle. Ten cuidado, me dice, porque Morricone es el compositor más rápido del Oeste. Desde el oído derecho, donde yace recostado el mini angelito, escucho susurros divinos que me transportan a los años cincuenta.
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