Muchas veces descubrimos películas que parecen salidas de un desvarío cinematográfico. La mayoría por horribles. Algunas por extrañas. Unas por desconocidas. Y otras por misteriosas coincidencias. Cuando damos con una de ellas empezamos a verla con cierto temor. Hasta que los créditos se desvelan ante nosotros como un cofre del tesoro. Nunca hubieras pensado que aquel nombre aparecería en una película como esa…que ni siquiera sabías que existía.
Caso nº 1: Sonny (Nicolas Cage, 2002)
Si. No has leído mal. Nicolas Cage ha dirigido una película. Protagonizada por James Franco y con música del mismísimo Clint Mansell. ¿Miedo? ¿Respeto? Por un momento crees escuchar un réquiem. No precisamente por un sueño, sino por una pesadilla. Si continúas corres peligro de morir. Nicolas Cage, piensas. Dios mío. ¿Dónde me he metido? Entonces suenas los primeros acordes. No está tan mal. Acaba. Las cámaras debían darle la espalda al señor Cage. Mejor detrás del objetivo.
Una vez digerida y meditada, el conjunto cobra sentido. James Franco como un chico atormentado por su vida. Comenzando su colección. Clint Mansell poniendo música a una extraña situación con personajes fuera de órbita. Darren Aronofky lo inició en el oficio. Nicolas Cage…eso es un espediente X.
Pero vayamos a la música. Concisa, breve y funcional. Directa al fondo del protagonista: un chico que trata de huir del mundo de la prostitución en el que lo metió su madre. Unas notas para sus miedos, otras para el recuerdo, otras para el horror, y todas para la tristeza interior, la que nunca le abandona.
Nada de grandes orquestaciones. En la vida de Sonny no hay espacio para eso. La impotencia, la melancolía. Sentimientos de unos pocos instrumentos. Un piano y una simple melodía de estilo minimalista. Unas cuerdas que pulsen la compasión. No hace falta más. Y para esos momentos que rozan lo espeluznante, para la indiferencia e inexpresividad ante una anormalidad convertida en cotidiana, la música electrónica hace su trabajo. Junto a ello, arreglos de temas preexistentes que nos acercan al lugar, una Nueva Orleans; al momento, 1981; y al ambiente de la prostitución.
Clint Mansell dos años después de Requiem por un Sueño y ocho antes de Cisne Negro. Clint Mansell mucho antes de destrozar las salas con el volumen y el retumbar de la intensidad de Noé. Podría haber sido otro, pero fue él. Y es a él al que vemos detrás de las notas. No su mejor cara, pero una cara reconocible, respetable y dignamente lavada.
Se me ocurren otras opciones. Para la música. Phillip Glass. Algo más de orquestación y un piano más profundo. Para la dirección. En manos de Winding Renf hubiera sido todo neón, sonido eléctrico a todo volumen, temas anempáticos, y violencia, que no falte. En manos de Aronofky, más poesía, más metafísica, más surrealismo, más extremos sus personajes y con más espacio para el desarrollo de la música. Pero las manos fueron las de Nicolas Cage y la música la de Cint Mansell. Y el resultado fue éste. ¿La has visto ya? ¿Te atreves?
¿Dónde encontrar la música?: Edición de Citadel, año 2003. Incluye como bonus track un tema que no apareció en la versión final de la película.