Día 3 en el Festival de San Sebastián: 21 Nuits Avec Pattie, Susent Song y Amama

Un comienzo divertido para un día lleno de dramas. Todo lo divertido que puede ser una rueda de prensa con el equipo casi al completo de Mi Gran Noche. Y es que, como bien dice Raphael: “Sin sentido del humor no se puede vivir”.
Estaban todos, cada uno con sus anécdotas. Pero el protagonista absoluto fue el cantante quien confesó, increíblemente, que nunca había hecho un programa de fin de año: “Canté en uno. Yo solamente he hecho programas de Noche Buena, donde el público es más familiar. No son tan libertinos”. Y aún así, Alex de la Iglesia lo tuvo claro desde el principio: “Estaba acojonado. Escribimos el guión y luego pensamos, <<¿Y sí nos dice que no? ¡Se nos cae la película!>> Decíamos Julio Iglesias…pero no, no, no”. Un acierto, porque sin él, la noche no hubiera sido tan grande.
Todos alabaron la capacidad del director bilbaíno: “Me parece magistral que un director tenga ese dominio del ritmo que a la vez de a cada personaje su historia”, comentaba Terele Pávez. Y es que el mismo Alex de la Iglesia confesó que el rodaje no fue tan divertido como parece: “No ha sido fácil. Ha sido un rodaje muy duro. Muy difícil de rodar y muy complicado de realización. Aunque eso no impide que disfrutemos. Digamos que nos lo hemos pasado bien en Vietnam”.
Un Vietnam que él define como: “Un grupo de rebeldes en la Estrella de la Muerte. Incluso tenemos a Darth Vader…”. Y es que tantos planos, tanta gente, tantos planos con tanta gente, desmadre… “Refleja una situación muy cercana a los técnicos y a la gente que trabaja en televisión. También a los rodajes. De hecho, nos pasaban las cosas de verdad. Figurante dormidos, enfadados…rodamos planos con gente dormida de verdad”. Aun así, todos y cada uno de los actores están deseando volver a Vietnam. ¿Qué será lo próximo? ¿El Apocalipsis?: “Cincuenta Sombras de Raphael. O una de terror. A Raphael le pega Lecter ¿no?”. Miedo nos da.
Como miedo da afrontar un día de dramas después de las risas de ayer. Mejor ir progresivamente. 21 nuits avec Pattie. O lo que es lo mismo: 21 noches escuchando historias de una simpática libertina. Lo de simpática es por aquello de la naturalidad y el desenfado. Lo de libertina es literal. Y el reconocerlo la hace aun más simpática. Pero la simpatía se va diluyendo tras una hora escuchando las mismas pervertidas historias de pueblo. Cinco minutos después de esa hora, el aburrimiento empieza hacer su efecto a modo de culo inquieto y bostezos amenazantes. Las supuestas reflexiones y profundidades sobre el cadáver y sus posibles aventuras post mortem, el escritor misterioso y el redescubrimiento adolescente y libidinoso de la protagonista, van cuesta abajo y con tan pocos frenos como la tal Pattie por las noches. El resto es la historia de un ¿queda mucho?
La tragedia va en aumento. Ya no hay rastros de comedia por ninguna parte. Toca una de Terence Davis. Miedo me daba entrar en la sala después del aburrimiento tremendo de The Deep Blue Sea, la anterior obra del director, presentada en la sección oficial del festival en 2011. Al final el susto no fue para tanto.
Sunset Song es un drama con mayúsculas desde el principio hasta el final. Adaptación de la novela de Lewis Grassic Gibbon, quiere ser épica, en el sentido más clásico y tradicional del término. La historia lo es. La dimensión también. A veces incluso da la impresión de estar ante una de esas primeras películas en CinemaScope. Pero el tratamiento visual, más allá de la belleza y sofisticación, aporta un aire de modernidad que confunde hasta parecer artificial y teatral.
Dentro de la colección de adaptaciones literarias británicas, Sunset Song será una más, sin más. Le falta emoción. Agyness Deyn no llega, no se siente su desgracia y su dolor (y eso que tiene para rato). Kevin Guthrie no puede ser aborrecible con esa cara de felicidad. La pareja no consigue enganchar. No hay una música incidental que pulse la fibra que hubiera sido necesario pulsar en estas circunstancias. Después de haber visto este año Lejos del Mundanal Ruido (Thomas Vinterberg, 2015), me es difícil ver más allá en cuanto al género literario británico se refiere.
La lentitud, las narraciones, la ausencia de música más allá de las canciones populares, y las dos horas y cuarto de duración, se sobrellevan gracias a no sé qué increíble capacidad sobrenatural que te dan los festivales de cine para sobrellevar este tipo de películas. 15.30 de la tarde y no me ha entrado sueño.
Y menos mal que no tengo sueño, porque el final del día es increíblemente denso. Amama, de Asier Altuna, está en otra dimensión. Flotando en las inmensidades del simbolismo, el surrealismo y la abstracción. Las tres edades del hombre. Tema artístico donde los allá desde que existe la historia del arte. Árboles, colores, paisaje, caminos que se recorren y se dejan atrás. Una abuela como centro y foco de todo. Hasta de la naturaleza. Un grito de: <<¡Poeta!>>, al terminar la película. Un grito que, probablemente, no se repita fuera de un festival. Un grito que bien podría formar parte de la película como un símbolo más. Sus 103 minutos pueden deformarse como una imagen de Dalí. Pueden alargarse tanto como una vida, o tres generaciones. El tiempo es abstracto y simbólico. El aburrimiento circunstancial, también, sobre todo al final del día. El arte es lo que tiene. Es belleza, pero de la belleza no se puede abusar.
En resumen:
-21 nuits avec Pattie: 4.9 / 10
-Sunset Song: 6 / 10
-Amama: 7.5 / 10 (Aviso: desde el punto de vista artístico)

Continuará…

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