Del cine al teatro: cómo Billy Elliot se convirtió en musical
Si buscamos una película que represente la lucha por nuestros sueños aun cuando todo parece estar en contra, probablemente Billy Elliot sea uno de los grandes ejemplos que se nos vengan a la cabeza. La ruptura de clichés, el tabú de la pobreza y la resiliencia infantil también son protagonistas en este film firmado por Stephen Daldry. Y, desde hace unos años, todos estos valores han saltado también a los escenarios de Madrid, de mano del musical de Billy Elliot.
La película llegaba al cine en el año 2000 para transmitirnos una historia de amor, lucha y sueños casi imposibles. Sumergido en plena huelga minera del Reino Unido en 1984 pero ajeno al ambiente bélico que lo rodea, Billy, un niño de 11 años, descubre su verdadera pasión. Y es muy distinta al clásico boxeo que practican sus compañeros: Billy quiere bailar.
¿Cómo afrontar los desafíos cuando todo a tu alrededor parece decir que no lo hagas? ¿Cómo enfocar tu esfuerzo cuando no queda dinero? ¿Cómo enfrentarte a los valores de tu padre?
La película nos mostraba, con humor, drama y ternura la evolución de este niño y su familia. Y lo hizo con un éxito abrumador. Pronto se convirtió en un auténtico éxito que la nominó a los Óscar, los Globos de Oro y los BAFTAS. ¿Cómo convertir una película de Óscar en un musical? ¿Cómo reducirla a un par de horas?
Jamie Bell como Billy Elliot |
En el 2005 se haría por primera vez en la gran meca de los musicales europeos, el West End de Londres. Fue un estreno complicado que tenía que haberse celebrado en Newcastle, pero finalmente aterrizó de forma directa en la capital inglesa con un éxito abrumador. Ha estado representándose de forma ininterrumpida hasta el año 2016, pero la estela de la película no se quedó ahí, sino que se multiplicó en forma de adaptaciones que ya han llegado a Broadway, Australia, Chile, Perú y muchos países más, incluyendo España.
La adaptación de un largometraje siempre es problemática: las posibilidades narrativas del cine son infinitas y el teatro no siempre puede ceñirse a todas. Pero, al fin y al cabo, Billy Elliot tiene un alto componente escenográfico: Billy Elliot es ballet, es piano y es claqué, es la alegría del teatro. Ya había un elemento intrínseco en la película que la convertía en una potencial adaptación exitosa.
Y así fue de forma rotunda, porque una película puede imitar la congoja del clamor colectivo que genera un ballet decimonónico, pero no puede ponerte delante a un bailarín profesional haciendo un arabesque perfecto.
El musical adapta la historia llevándola a su terreno: muchas más canciones, mucha más emotividad, grandes dosis de festejo teatralizado y un frenesí magnífico de la experiencia del baile.
Parte del reparto del musical de Billy Elliot en Madrid |
Llevar Billy Elliot al teatro conlleva, eso sí, grandes dificultades técnicas. Empezando por su enorme elenco: ya que los niños no pueden (ni deben) trabajar más que un número limitado de horas, hay hasta 6 actores para Billy Elliot, 8 para el personaje de Michael, 6 para Debbie, y hasta 49 niños más para crear ese jolgorio infantil tan propio de la película. Niños con un impresionante talento y capacidad de trabajo que ha hecho que, a una muy corta edad, dominen el ballet, claqué, canto e interpretación.
Además, para solventar las limitaciones narrativas, el musical de Billy Elliot trae consigo una escenografía intrincada sin la que nada sería posible. Un juego de máquinas, poleas e iluminación sin el cual no sería posible convertir una película en musical.
El musical de Billy Elliot mantiene así la esencia de la película, pero haciéndola más real, más humana, tremendamente cercana. La alegría del baile no sólo se intuye, sino que se siente. Como espectador en primera línea de las sensaciones provocadas, empatizamos todavía más con las frustraciones del protagonista, sentimos la historia