Crítica de «Miel» (Miele): el debut Valeria Golino como directora

"Miel" de Valeria Golino

En el telefilm del canal de pago estadounidense HBO «No conoces a Jack» (You don’t know Jack, USA, 2010), el productor y director Barry Levinson nos proporcionaba un mordaz retrato de la sociedad norteamericana finisecular, a través de la historia del Doctor Jack Kevorkian, conocido popularmente como el «doctor muerte«. Este personaje, de origen armenio, portada de la revista Time, se dedicaba a proporcionar la muerte asistida para todo aquel que contratase sus servicios. Personas con enfermedades raras, incurables o degenerativas, que no pueden costear sus interminables y costosos tratamientos, previa grabación en video de su expreso deseo terminal, recibieron el “suicidio asistido” por parte del Dr. Kevorkian, quien llegó a tratar a más de 100 pacientes. El film de Levinson era también un retrato de la hipocresía social y de la justicia norteamericana. Este peculiar doctor fue acusado y enjuiciado cinco veces, defendido en cuatro de ellas por el letrado Geoffrey Fieger. Guiado por su personal empeño en elevar al Tribunal Supremo de su país el debate de la eutanasia, con la idea de que su permisibilidad se convierta en ley, Kevorkian decide asistir directamente el suicidio de un paciente, grabarlo y renunciar a su defensa letrada, representándose a sí mismo en un último y fatal juicio donde la fiscalía del estado de Michigan decide acusarlo simplemente por asesinato y retirar el cargo de inducción al suicidio, para hábilmente excluir del juicio todo atisbo de sentimentalismo inherente a la desesperación de sus pacientes y su deseo de morir. El inmenso trabajo actoral, otorgó a este magnífico telefilm el poso de amargura definitivo a sus imágenes. Al Pacino, respaldado por Brenda Vaccaro, Susan Sarandon, Danny Huston y John Goodman, abordan sus papeles en absoluto estado de gracia.

Imagen promocional del fil de la HBO

Presentada en el Festival de Cine de Cannes 2013, en la Sección Una cierta mirada, el debut de la actriz Valeria Golino detrás de las cámaras, Miel, pretende reabrir el polémico debate. Irene (Jasmine Trinca) es una joven romana independiente y muy autosuficiente. Le encanta la soledad, y dedica su tiempo a hacer algo de deporte, sobre todo nadar. La necesaria cuota emocional la cubre con ligues ocasionales, el más estable con un hombre casado. Al tener su mujer y su vida, simplemente se ven de manera esporádica y discreta, situación ideal para la joven, que no desea una relación absorbente en su vida. Su madre murió hace diez años como consecuencia de una enfermedad larga y cruel. La joven lleva tres años asistiendo a aquellas personas que pueden costearse pagar sus honorarios por asistirlas en adelantar su muerte, por padecer una enfermedad incurable. Miel, como se denomina profesionalmente la joven, viaja periódicamente a Los Ángeles y desde ahí a México, en cuyas farmacias compra Lamputal, un barbitúrico veterinario (ya no se encuentran ni se recetan barbitúricos para personas, comentará la joven), que aplica a sus clientes-pacientes en Italia. Un día surge el encargo de asistir al Sr. Grimaldi (Carlo Cecchi), un antíguo ingeniero en el otoño de su vida, que contrata sus servicios. Grimaldi es una persona que goza de una salud de hierro. Simplemente está harto de la “imbecilidad” reinante y ha perdido interés por todo, considerando la vida “aburrida e insignificante”. “La gente enferma no tiene más derechos que yo”, le dirá a la jóven. Miel solo asiste para morir a personas con enfermedades degenerativas o terminales, pero el trato con el ingeniero, en un principio bastante tenso, al descubir que el mismo no tiene enfermedad alguna (requisito innegociable para que la joven preste sus servicios), derivará en una especie de relación platónica no consumada, que servirá para replantearse muchas cosas.

Jasmine Trinca en "Miel" (Miele)
Jasmine Trinca

El debate de la eutanasia ha estado particularmente reñido en la sociedad italiana más o menos reciente, a raiz del caso de la joven Eluana Englaro, en estado vegetativo como consecuencia de un accidente de tráfico acaecido en 1992. Su padre, Beppino Englaro, litigó hasta las más altas instancias del país, con el objetivo de poner fin a la vida de su hija. La corte suprema del país, concedió al señor Englaro el derecho a desconectarla. El gobierno italiano, el ultimo de Silvio Berlusconi, promulgó un decreto exclusivamente para mantenerla con vida, con el beneplácito del Vaticano, claramente postulado en contra de la sentencia. El decreto, para entrar en vigor, debía ser necesaria e ineludiblemente firmado por el presidente de la república, Giorgio Napolitano, que decidió no hacerlo. Mientras la Ley Eluana, se debatía en el senado, la joven fallece en la clínica La Quiete, de Udine el 9 de febrero de 2009, después de 17 años en estado vegetativo, y de 11 de batalla legal. En el mismo instante del fallecimiento de la jóven, en el Senado tenía el uso de la palabra el oncólogo Umberto Veronesi, especialista en testamento vital, del Partido Demócrata. Veronesi pedía a los políticos que no aprobaran una ley «ilógica, irracional y emotiva» cuyo único objetivo, señaló, era «condenar a Eluana a vivir artificialmente hasta el infinito». El cineasta reivindicativo y comprometido Marco Bellocchio, inspirándose en el caso, realizó la película Bella Addormentata (Italia, 2012), con Toni Servillo, Isabelle Hupert y Alba Rohrwacher, en los papeles principales.
Jasmine Trinca y Carlo Cecchi  en "Miel" (Miele)
Jasmine Trinca y Carlo Cecchi

En un momento histórico donde parecen haber otros aires tanto en el Gobierno de Italia, como en el Vaticano, la actriz nacida en Nápoles, de padre Italiano y madre Griega, Valeria Golino, que vivió cierto esplendor en la industria de Hollywood en los 80 y 90 del pasado siglo y milenio (trabajó con realizadores como el propio Levinson, o John Frankenheimer, Sean Penn o Mike Figgis, entre otros, en títulos realmente emblemáticos), debuta en la dirección con esta película delicada, valiente, y sumamente elegante a la hora de abordar un tema tan “a flor de piel” como es la eutanasia. Golino opta por realizar una película luminosa y cosmopolita (la acción se desplaza con naturalidad por diversas localizaciones del planeta), en lugar de la oscuridad y decrepitud de la de Levinson. Sin pretender aleccionar a nadie, el debate se coloca sobre la mesa, lejos de los tribunales, (otra diferencia con el citado filme de Levinson y con el de Bellochio). Sorprende la madurez de Golino, quien demuestra un cierto dominio de la puesta en escena, y en particular, una gran habilidad respecto a donde emplazar la cámara, ya sea filmando la cotidianeidad y autosuficiencia de la jóven Irene, o acometiendo la muerte asistida, donde presenciamos el ritual de Miel, con sus guantes de latex, preparando la dosis que va a suministrar al paciente. La primera vez que la vemos operar, asistiendo a una mujer de edad avanzada, es en una secuencia que resulta particularmente modelica: cuando la joven ha preparado la dosis, se la da al marido en una copa (a quien con una voz casi susurrante, dirige unas palabras de ánimo), para que, a su vez, sea éste quien le suministre a su esposa el fatal medicamento. La mujer yace postrada en la cama, resignada a su destino inminente, probablemente victima de espantosos dolores y convencidad de que vivir por el simple hecho de vivir, no es vida. El plano general de la habitación nos sitúa a la mujer en la cama y a su esposo sentado junto a ella, a la izquierda del encuadre. Miel está de pie a la derecha del plano, retirada de la pareja, supervisando la “puesta en escena” de la muerte. Golino corta a primer plano de la mujer en el momento en que le pregunta a la jóven cuanto tiempo tardará en hacer efecto el barbitúrico suministrado. La jóven le dice que unos 2 ó 3 minutos. La mujer replica “¿tan poco tiempo?”. El siguiente plano es el de Irene en una discoteca, con la música a un volumen ensordecedor.

La mirada de Golino, sin duda enclavada en la realidad que vivimos, es invisiblemente eficaz, en el sentido de que se intuye una obra de cuidada elaboración (la realizadora interviene en la escritura del guión, inspirado en la novella de Mauro Covacich), pese a que no lo aparente.

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