Tres historias diferentes, repartidas en tres capítulos individuales, son suficientes para que Black Mirror cambie nuestra percepción sobre los peligros que alberga el uso abusivo de la tecnología, pero hoy no os hablare de ello, sino de lo que esta serie despertó en mi.
La condición del ser humano es escalofriante, no nos damos cuenta pero está en nuestro día a día. Estamos tan acostumbrados a ello que pasa por delante de nuestras narices, haciendo aspavientos, llamando la atención y nosotros saludamos indiferentes sin levantar la cabeza. Estamos tan obcecados en la rutina que ni por un segundo nos damos cuenta de que somos capaces de cosas increíbles, increíblemente despiadadas.
Black Mirror hace que te des cuenta de todo eso. Desde que el primer episodio (The National Anthem / El himno Nacional) llevaba veinte minutos mi angustia crecía más y más, planteándome realmente si quería seguir viendo la tortura psicológica que estaba sufriendo un ficticio Primer Ministro, conteniendo el aliento mientras que por un segundo imaginas verte en la misma situación, una situación que fácilmente podría darse en la realidad y de repente piensas. No estás ni estarás en esa situación como esa, no eres tan importante como para estarlo y te sientes aliviado, muy aliviado, hasta que piensas de nuevo que eres un egoísta y que el único atisbo de bondad que habías encontrado era la empatía, ahora sustituida por el ego. Vuelve la angustia.
Cuando acaba respiro aliviado. Por fin, pero ahora estoy desubicado, no sé quién soy, no sé ni siquiera si soy buena persona. No sé si es correcto seguir usando los medios de comunicación y la tecnología que critica esta serie, a parte de plantear la cuestión de si el arte debe ser siempre moral y bueno en este capítulo concreto. La cuestión era, ¿podré ver el siguiente? Hice de tripas corazón y empecé con Fifteen Million Merits (Quince millones de méritos).
Ya de entrada la estética cambia radicalmente, más futurista. Una declaración de intenciones, donde la tecnología rodea la vida del protagonista, prácticamente obligado a usarla y vivir sin metas salvo hacerse famoso en el programa llamado “Hot Shot”, clara parodia de British Idol, American Idol y toda esa clase de programas para demostrar un talento, que en ocasiones es bastante relativo. Para llegar a este programa deben conseguir quince millones de puntos, usando aplicaciones y corriendo en bicicletas estáticas en una misma sala, dentro de una rutina que no pasa de dormir, correr y comer.
Con esta premisa supuse que el mal trago había pasado, que no me sentiría tan mal, pero poco a poco no podía evitar la sensación de vacío, un vacío que sólo la rutina puede causar, la sensación de no ir a ninguna parte, como en una bicicleta estática, ganando méritos para tener una oportunidad que no sabes si podrás aprovechar.
Una vez más, hundido, no había ni gota de esperanza en esta serie, ni un solo respiro para la bondad humana, hasta que apareció ella. El amor, la luz del sol entre la gris tormenta que anuncia el fin del mal tiempo, pero sólo era el ojo del huracán. Ves como algo que crees que es real, un sentimiento distinto a los que tienes a diario, desaparece por la presión de la rutina, todo se arruina con la promesa de una vida diferente si destacas. Y cuando no tienes nada que perder, cuando estás dispuesto a morir por lo que piensas esa promesa hace que todos tus ideales se desvanezcan. Angustia y desilusión, esta serie es genial.
Vamos a terminar la temporada, no puede ser peor. Comienza The Entire History of You (Toda tu historia).
Comienza bien, el protagonista es Toby Kebbell (a quien veremos en breve como Victor von Doom en “Los 4 Fantásticos“), grata sorpresa. Pero un gran actor sólo implica un recurso más para hacerte sentir peor, hace que no quieras volver a recordar nada, muestra cómo los recuerdos pueden crear desconfianza y cuanto más lo recordamos en soledad, más paranoico te vuelves. Es decir, que la paranoia del protagonista te contagia. Una paranoia contra su mujer, una obsesión autodestructiva de celos que lo hace desconfiar hasta prácticamente la locura y el alcoholismo.
Parece una historia normal de celos, en la que el hombre desconfía con unos motivos que tu también ves, pero que luego tienen una razonable explicación y todo se soluciona. Pero con dos episodios ya sabía que esto no se resolvería tan fácilmente, pues tenía razón en sospechar y la paranoia se convierte en desconfianza, en la sensación de que hasta la persona más cercana puede traicionarte y quieres olvidar todo cuanto conoces.
Abatido, decidí dejar la segunda temporada para el día siguiente y me fui a la cama sintiéndome angustiado, desanimado y desconfiado. Lo que vi es duro, pero cierto y eso es lo que hace brillante a Black Mirror, la capacidad de hacerte sentir culpable.
3 respuestas
Solo hay dos cosas que recuerdo de la primera temporada:
El cerdo y los cuernos del tercero.
Para la posteridad quedará el cerdo, pero yo me acordaré más del tercer capitulo. Para mi una de las mejores historias de engaño…
Anónimo: la serie, de momento y con seis historias ha conseguido calar hondo en el publico, ojala la 3ª temporada llegue pronto.
Gracias por pasarte y comentar
Yo siempre me quedaré con el discurso final del segundo capítulo.
El cerdo impacta, pero es sensacionalismo puro, se sabe que va a impactar por su propia naturaleza. De esta primera temporada mi favorito es Fiteen Million Merits.