
El segundo capítulo de esta recién inaugurada cuarta temporada de The Walking Dead volverá a satisfacer a los espectadores gracias a su acertada mezcla de acción e introspectiva, y será recordado como uno de los episodios mejor filmados en la historia de la serie.
Con un inicio que nos recuerda que las situaciones de terror no solo se pueden vivir fuera de la prisión, este capítulo titulado «Infected» incide en una realidad que se ha desarrollado poco en la serie hasta el momento, y que como vaticinaron las declaraciones de algunos ejecutivos de la cadena AMC, actúan en paralelo a la plaga de zombis, potenciando aun más la sensación de desamparo en este terrorífico mundo.

A lo largo del capítulo somos, y más que nunca, testigos de las dificultades a las que se enfrentan los supervivientes de este apocalipsis, viendo como cada muerte provoca resultados inesperados en cada persona, ya sean niños, adultos y ancianos. Entre las reacciones más destacadas, y al margen de las que provocan «un brote zombi» en la prisión, podemos mencionar la de Rick, que vuelve a tomar cartas en el asunto al ver que «su gente lo necesita«, o el de dos jovencitas que se acaban de quedar huérfanas y que tendrán que aprender a marchas forzadas que el mundo en el que se han quedado no les dará tregua.


En general, el capitulo es el resultado de saber dotar de buen ritmo al show, mezclando en la justa medida, terror, dosis de realidad, y como no, de problemática social, y aunque tiene algunos detalles que nos descolocan (como la torpeza de Michonne y la estúpida forma de contener a la gente, cuando prácticamente todos han tenido contacto entre sí), vuelve a dejarnos deseando que llegue el próximo lunes y se resuelva el clifhanger final, del que probablemente se puedan establecer lazos para saber si hay un traidor (o loco en la cárcel) o si el tema de alimentar a los muertos cerca de la valla ha sido solo una chiquillada.
Os dejo por aquí, un par de videos en plan «Tras las cámaras» de este capítulo.