El color es parte fundamental de nuestras vidas en general y de los cómics en particular. Ya que el color es la base sobre la que se asienta la narración, el dibujo y los ojos ávidos de los lectores. El guionista y dibujante Lorenzo De Felici consigue extrapolar a las viñetas la importancia del color a través de una aventura portentosa. Kroma se convierte en una sobrecogedora historia de fantasía, repleta de criaturas extrañas y con el concepto de la belleza del color como revelación de la verdad que nos ofrece el mundo.
El color está representado en todo lo que nos rodea, es la fuerza que despliega las alas de la naturaleza, sin color estaríamos vacíos, exentos de esas señales que salen de los latidos rojos de nuestro corazón. El color y sus significados han sido estudiados desde hace mucho tiempo, como un fenómeno que nos enseña a percatarnos en todo aquello que resulta extraño, aunque normalmente el ser humano desprecie o tenga miedo de lo que no tiene cabida en sus esquemas.
En los cómics el color es la energía que circula a través de las viñetas, los detalles que nos hacen observar con placer los dibujos, entender las emociones de los personajes, sus estados de ánimo y las relaciones que se forman alrededor de su entorno. El color es la fuerza arrebatadora de los paisajes de fondo en los que Lorenzo de Felici se exhibe para crear una historia conmovedora, exaltando la fantasía como arma para derrocar a la mentira. Por sus páginas fluyen las emociones humanas, desde el drama a la acción, que se anidan al lector a través de las pulsaciones que genera la circulación de una energía positiva que siempre empieza y acaba en la belleza de los colores.
Kroma es un ejercicio de percepción visual, una obra de arte que define los parámetros de la luz frente a la oscuridad, recordando el gran valor que tiene el aspecto técnico del color en los cómics. Un valor que pone de relieve la extensión cromática como parte importante de la historia y que da dimensión a lo que nos cuenta, como lo cuenta y lo que produce en el lector, en resumen, lo más importante de una novela gráfica: la capacidad de emocionar.
La trama nos habla de un mundo dividido en dos partes, una que está sumida en la oscuridad (la ausencia del color) y otra, que está dominada por la luz (la riqueza viva de los colores). En la parte sumida en las tinieblas, llamada ciudad pálida, vive encerrada en una torre Kroma, la protagonista de la historia. Sus sacerdotes han creado una leyenda en la cual el dios de los colores persigue matar a los hombres con su ejército de lagartos gigantes. Para ello, se sirven de un relato sumergido en la mentira para que el pueblo renuncie a salir de las murallas y renegar del color.
Kroma nace con heterocromía, que es una anomalía que provoca que los ojos sean de diferente color. Algo que aprovechan los sacerdotes para tildarla de engendro e hija del temible dios de los colores. El pueblo la considera el ser más malvado del mundo, hasta que un huérfano llamado Zet comprueba que detrás de lo que denominan monstruo solo hay un ser humano vulnerable. Para sobrevivir a los rituales extraños de la ciudad, ambos tendrán que hacer frente al verdadero destino de Kroma, y explorar fuera de las murallas donde la muerte ronda constantemente entre lagartos gigantes o enormes aves de presa.
Como decíamos, el color es inseparable de las viñetas (aunque sea la ausencia del color) igual que es imposible separar las emociones de los individuos. De Felici logra plasmar con delicadeza cada ambiente en el que se mueven los personajes. Es a través de las emociones que producen los colores, a veces sutil y otras explosivas, que las páginas desprenden una asombrosa capacidad para seducirnos y entender la historia sin la necesidad de discursos aburridos. Son casi palpables las sensaciones que nos envuelven mientras leemos, porque consigue sumergirnos en su atmósfera de fantasía definidos por un trazo delicado y un dibujo que estalla en diminutas burbujas cromáticas, que nos hacen sentir el frío de la oscuridad y la calidez de la luz.
La calidad de Kroma se encuentra en la transmisión de la historia a través de las sensaciones que nos produce el color, que es lo que buscaba su autor. Porque su trama de fantasía se queda un poco exigua, con una resolución demasiado obvia, que sin embargo, le da la oportunidad a De Felici para desplegar viñetas desatadas de épica violencia que impactan más en las retinas que en el intelecto. No le importa al autor caer en algunos arquetipos, como la religión extremista o el mundo poblado por bestias gigantes, porque ese no es el contenido de su obra. La semilla de la obra es la mentira como base para deconstruir mundos que alejen de la felicidad al hombre, una mentira perpetrada para vivir en la agonía de las tinieblas porque no nos atrevemos a traspasar los barrotes que se generan tras los prejuicios y el miedo a lo nuevo, a lo desconocido. Estos muros hechos de sombra se vencen abrazando el color como símbolo capaz de conquistar la libertad.
En definitiva, una obra elegante con una buena factura tanto narrativa como técnica. Con un dibujo pulcro liberado de imperfecciones, gracias a una ejecución limpia de los paisajes, de los fondos y de los rostros de los personajes. Manteniendo un ritmo equilibrado entre la crudeza de vivir en ciudad pálida y la vivacidad del mundo exterior. Gracias sobre todo, al contraste de la ternura de sus personajes protagonistas, con el tono pesimista que genera la historia.
El color crea una sinergia positiva entre arte y fábula para ofrecernos una fascinante fantasía, que trata de advertirnos de los peligros de las historias manipuladas, aquellas que solo son la parte oscura de una mentira. Una mentira sobre la que gira todo el concepto de la obra y que uno de los personajes expresa en una genial frase: “Comprendí que los relatos no son espadas con que luchar, sino barrotes con que erigir una jaula”.
Para romper esa jaula solo hace falta atreverse a vencer el miedo a lo desconocido, para ser capaz de descubrir el mundo a través de nuestra propia mirada. Como el espíritu indomable, que prevalece ante la mentira, forjado en la fuerza cromática que desprenden los extraños ojos de Kroma.
