Crítica de ‘Entre la razón y la locura’, literatura y cine disfrutable en Filmin
Hay pocas cartas de amor a la literatura y al lenguaje en el cine. Acude a la memoria de quien esto escribe el reciente biopic Tolkien, que pasó sin pena ni gloria por las salas de cine, y que contenía una de las escenas más bellas en las que se explica el poder de las palabras. En ella, un joven Tolkien habla de los orígenes germánicos de algunas palabras, y su prometida Edith le dice: “Por ejemplo, Mano”. Suavemente tiende su mano sobre la de él.“Se asocia también a otras palabras, como el tacto”. Y añade: “Las palabras no son bonitas por como suenan, sino por lo que representan”. ¿Hay una forma más bonita de definir el amor? ¡Con qué sencillez lo hacen en esta película!
Y ahora llega una nueva propuesta en este sentido. Una nueva carta de amor al lenguaje, a las palabras y su poder para cambiarnos la vida y transformar el mundo. Con “Entre la razón y la locura”, el director PB. Shemran (pseudónimo de Farhad Safinia, guionista de Apocalypto) adentra al espectador en la historia real de la creación del Diccionario Oxford de la lengua inglesa. Gibson, interpreta al protagonista, el profesor James Murray, quien debe enfrentarse a los recelos del decanato de la universidad, no solo por su falta de título universitario, sino porque no creen que la creación de un diccionario sirva para algo. En este contexto, el doctor William Manor (Sean Penn) sufre un nuevo ataque de esquizofrenia, causando la muerte de un hombre inocente. Es conducido al manicomio de Broadmoor, donde encuentra una terapia para apagar las voces de sus demonios interiores: ayudar en la creación del Diccionario.
Murray y Manor se encontrarán en un punto complicado de sus vidas. Ambos suscitan el recelo, la desaprobación. No se ajustan a los cánones de la convencionalidad de la época, y ambos se sitúan en esa fina línea que separa la razón y la locura a las que hace referencia el título del film. Manor se refugiará en las páginas de los libros durante su confinamiento en el manicomio. Su cuerpo estará encerrado en un espacio pequeño, pero su mente nunca será apresada. “He ido al fin del mundo montado sobre las alas de las palabras” dice en un momento del film. Algo con lo que cualquier lector puede sentirse identificado y que, sin duda contiene una doble lectura.
Los lectores y espectadores tienen eso en común. Viajan por el mundo montados sobre las alas de las palabras, y de las imágenes. Una forma sutil de unir dos artes, la literatura y el cine, auténticas máquinas del tiempo y del espacio. PB. Shemran escribe no solo un diccionario que será muy importante para el futuro de la sociedad, sino una historia en la que el amor es la cura para todos los males, del cuerpo, y del alma. Una preciosa película que merecería un gran estreno en salas, pero, podéis disfrutarla en FILMIN.