Si de verdad el león fuera el rey de la selva, no habría La La Land que lo parase. Pero su poder no reside en la fuerza, sino en la valentía. Y, como dijo Shakespeare –o eso dicen-: todos aman la vida, pero el hombre valiente y honrado aprecia más el honor.
Dustin O’Halloran, formado en el rock indi en sus años de estudiante en Santa Monica, pianista reconocido y compositor para cine y televisión, es uno de esos hombres que han recibido el honor de ser nominados a los Oscar. Un honor más grande todavía cuando cuanto que es compartido con su amigo Volker Bertelmann, músico experimental y pianista de esos que preparan el instrumento para que parezca de todo, menos un piano, y que como él, ha tenido la valentía de componer para el cine más pequeño, ese que llaman independiente o de autor.
Muchos hemos visto sus películas pero pocos nos hemos fijado en sus nombres. María Antonieta (Sofia Coppola, 2006), Equals (Drake Doremus, 2015), o la serie Transparent, el primero. The boy (Craig William Macneill, 2015), por ejemplo, el segundo. Quizás no hayamos escuchado su música hasta ahora. Nunca es tarde.
Lion es una película que llama al hogar. Una palabra que tiene, y que remite a un sonido especial. Podría haber sido de la India. Podría haber sido australiano. Podría haber sido una mezcla que confundiera y fundiera la identidad. Pero los compositores prefirieron buscar un sonido universal: el del lugar que todos buscamos y al que todos tendemos. Una música, según ellos, subjetiva, de Saroo y del mundo entero. Una música universal. Y esto es cierto pero no incuestionable. No hay una separación radical de estilos, como nunca la llega a haber en el sentido geográfico, pero hay diferentes sabores, cuyo postre no es otro que una canción, “Never give up”, que nos lleva al Bollywood más Hollywoodiense o, en este caso, marsupial.
La música de Lion es una perfecta mezcla de la personalidad de sus autores. Con el piano como protagonista y la experimentación como compañera de viaje. Una música que es todo melancolía llena de urgencia y ansiedad. Que no para de viajar hacia delante, hacia un hogar conocido por conocer. Una música que termina dándonos la clave, y cerrando el círculo. Los temas más interesantes se acumulan en la primera mitad, donde la pérdida y la imposibilidad de comunicación dan lugar a sonidos extraños y disonancias como los de “Train” o “Escape in the station”. La segunda parte, más intimista, tiene como timbre principal el del piano, con un tema principal de belleza indiscutible. La música electrónica conecta ambos mundos musicales como Google maps conecta los físicos. La tecnología como lugar de encuentro. Un acierto para estos compositores, y un honor para nosotros haberlos conocido y poderlos escuchar. ¿Serán tan valientes los académicos como para premiar su trabajo?
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