Buscando en el tiempo algunas reminiscencias de “Noches Púrpura” con “Happy Together” (1997) e “In the Mood for Love” (2000) se encuentran puntos comunes de estas tres obras del maestro hongkonés.
La soledad, el desamor y la traición siguen siendo sus temas torales, buscando en su personaje central (como es usual en Wong) un estado de renovación que le lleve por nuevos derroteros. Además, al recorrer la filmografía mencionada se hayan trazos similares en los encuadres de esta última obra que hemos visitado: los trenes (comunes también en “Happy Together”: como si fuera el tren de las oportunidades o de las desgracias, según se quiera ver) y la melodía acompasada de “In the Mood for Love” (que alargaba la agonía de amor renuente de la pareja protagónica, algo que Wong quiso plasmar aquí de igual forma, aunque sin mayor efectividad, sirviendo sólo como homenaje a su más lograda obra, premiada en Cannes en el 2000).
El aparente “amor renuente” lo protagonizan “Elizabeth” (Norah Jones) y “Jeremy” (Jude Law). Antiguo aspirante a escritor y propietario de una cafetería, “Jeremy” delata sin querer la infedelidad del novio de “Elizabeth”; dándose cuenta ella de la traición, decide romper la relación, emprendiendo un viaje personal de autosanación, donde se dará cuenta que su tragedia palidece ante las mayores desgracias de otros. No sin antes (y es aquí donde Kar-Wai, por vez primera, se vuelve predecible) dejar preparado el terreno para el final: “Jeremy” y “Elizabeth” inician una relación entrañable aún no amorosa, presentando su fetiche, poco efectivo, de su película: “el blueberry pie” (o en español, “pastel de arándanos”).
Instalada la “road movie”, la primera escala de “Elizabeth” es Memphis, Tennessee. Trabajando como mesera por partida doble (en un merendero por las mañanas y en un bar por las noches), conoce a “Arnie” (David Strathairn) policía alcohólico y abandonado a su suerte por su mujer, “Sue Lynne” (Rachel Weisz), quien le dará una lección de que la vida no debe quedarse en intenciones, sino son los hechos los que al final cuentan.
Como si quisiera tentar a su suerte, “Elizabeth” se traslada a Las Vegas, Nevada donde conocerá a una empedernida apostadora de bajo perfil, “Leslie” (Natalie Portman). Embaucada en apariencia por “Leslie”, ésta le dará otra lección sobre la amistad y la confianza. Cabe resaltar que en esta parte de la película hay una escena genuinamente conmovedora donde ambas se despiden conduciendo sus propios autos, antes de divergir sus caminos (algo muy parecido, nuevamente, a lo ocurrido en “Happy Together” entre “Chang” (Chen Chang) y “Lai Yiu-fai” (el estupendo Tony Leung Chiu Wai)).
Fuera de esto último, todo lo demás son buenas intenciones de Wong Kar-Wai, que esta vez se ha quedado corto (no aprendió nada de “Arnie”). No existe fuerza interpretativa, pues estos lugares comunes de sus obras y sus trazos, parecen no irle bien a los actores occidentales (al menos a éstos) que se convirtieron en un “blueberry pie” que se le indigestó al buen maestro hongkonés.