«La Herida» de Fernando Franco en el «VIII Encuentro con el cine» de Santa Cruz de Tenerife

Volvemos a las reseñas de los «Encuentros con el cine del Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife gracias a «La Herida» de Fernando Franco, uno de los títulos más destacados de la última edición del festival de cine de San Sebastián.

La Herida de Fernando Franco

El octavo y ultimo de los Encuentros con el Cine del año 2014, celebrados en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife, tuvo lugar el pasado 13 de noviembre. Ocho fueron los compromisos adquiridos por el grupo Digital 104, la empresa de audiovisuales organizadora del evento, con el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. El cierre de la andadura se produjo con la opera prima de Fernando Franco, protagonizado por Marián Álvarez, quien se erigió con la Concha de Plata en la 61 Edición del Festival de Cine de San Sebastián, por su interpretación en esta película. En dicho Festival, La Herida entró directamente a la Sección Oficial, en competición con filmes como Caníbal (España, 2013), de Manuel Martín Cuenca, Vivir es fácil con los Ojos Cerrados (España, 2013), de David Trueba, Enemy (Canadá, 2013), de Denis Villeneuve, Pelo Malo, (Venezuela, 2013), de Mariana Rondón, o Devil’s Know (Canadá, 2013) de Atom Egoyan. La triunfadora fue la película Venezolana de Mariana Rondón, pero La Herida se hizo con el Premio Especial del Jurado. En la página web del festival, se dejan bien claras las normas respecto a este premio: “El jurado oficial tendrá a su disposición un Premio Especial para su libre adjudicación a la película que, por las características que fuere, considere que tiene méritos para recibirlo, debiendo mencionar la motivación que la hace merecedora del mismo”. El jurado de la 61ª edición, compuesto por el realizador Todd Haynes, la productora Mariela Besuievsky, el músico David Byrne, el director Cesc Gay, la actriz Valeria Bruni Tedeschi y el actor y realizador Diego Luna, premiaron al filme de Franco, “Por su íntimo retrato de la soledad, donde se cuenta a cara descubierta, con honestidad y con valentía, la vida en una sociedad que, frente a la enfermedad y el dolor, mira para otro lado”.

A la presentación del 8º Encuentro con el cine en la capital tinerfeña, el cineasta Jairo López, director de El Jardín Barroco (España, 2014), ese bellísimo filme que sigue el proceso creativo del artista tinerfeño Roberto García de Mesa, agradeció a los 8 realizadores que, desinteresadamente, acudieron a cada uno de los 8 encuentros capitalinos. El cineasta destacó el importante papel de los críticos y moderadores presentes en las diferentes sesiones, reivindicando la figura del critico de cine a la hora de ponderar y valorar el punto de vista profundo y analítico de cada una de las propuestas. En este sentido, es oportuno citar al historiador y crítico de cine Carlos Losilla. En su reseña Emerge ‘otro’ cine español, en el número 18, de septiembre de 2013, de la revista Caimán Cuadernos de Cine, Losilla argumenta el importante papel del teórico del cine: “… el cine que importa se construye mediante la práctica, pero también a través de la teoría que lo sustenta, que se forma a partir de él y justifica sus intenciones, que a veces se escapan de la visión de los que están en primera línea”.

La idea de los eventos culturales en torno al Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife organizados por Digital 104, ha sido siempre estrenar en primicia muestras de cine independiente español en general, alternando con cine realizado especificamente en Canarias. Los títulos seleccionados, por razones de política de distribución, nunca se han estrenado en pantalla grande en Tenerife. En concreto, el estreno de La Herida ha tenido lugar alrededor de un año después del estreno nacional. A ello se añade el indispensable y meritorio plus de traer a sus realizadores y debatir tras la proyección.
El moderador del evento fue Jorge Gorostiza, Arquitecto, teórico de cine, autor de diversos monográficos especializados sobre Peter Greenaway o David Cronemberg, entre otros, director de la Filmoteca Canaria entre 2000 y 2005, y miembro de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España, que entrega anualmente los Premios Goya. Gorostiza comentó que, en la edición de los premios Goya de 2014, él personalmente votó por La Herida en la categoría de mejor Película. La Edición XXVII tuvo una clara vencedora, la mencionada Vivir es fácil con los Ojos Cerrados. La Herida tuvo seis nominaciones, recibiendo finalmente los premios al mejor realizador novel y a la mejor actriz protagonista.
Finalmente, concedida la palabra al realizador Fernando Franco antes de la proyección del filme, éste comentó que su película suscita más preguntas que respuestas, pues su objetivo es trabajar con el espectador, no dárselo todo manufacturado, de modo que cada uno pueda valorar e interpretar su película como considere. Fernando Franco felicitó a los organizadores del evento, al que denominó “Acto de Resistencia de Encuentros con la Cultura”.
Fernando Franco, que recibió clases en la prestigiosa Escuela Internacional de Cine y Television, ubicada en San Antonio de Los Baños, Cuba, comenzó en el cine como montador de cortometrajes y de documentales, dando el salto al ensamblaje de largometrajes. Suya es la labor de edición en películas como Cargo (España, 2006), de Clive Gordon, No tengas miedo (España, 2011), de Montxo Armendariz o Blancanieves (España, 2012), de Pablo Berger. Franco debuta en la dirección con el cortometraje Mensajes de Voz (España, 2007), realizando otros cuatro, hasta debutar en el largo con La Herida, planeado inicialmente como un documental.

Fernando Franco presenta "La Herida" en Tenerife
Fernando Franco presentando su film, «La Herida» en el VIII Encuentro con el Cine del Teatro Guimerá de Tenerife
Algunos críticos de cine, entre ellos el mencionado Carlos Losilla en el citado artículo de la revista Caimán cuadernos de cine, han llamado la atención sobre un fenómeno que estamos viviendo actualmente en nuestro país y que denominan Otro cine español. Se refieren a un cine opuesto al que realizan cineastas consagrados como Pedro Almodóvar, Fernando Trueba o Alejandro Amenábar entre otros muchos, y que se aleja de los géneros y clichés que terminan reventando la taquilla. El Otro cine español se encuentra en el otro extremo de películas a la moda como la saga Torrente, o taquillazos como Ocho Apellidos Vascos (España, 2014), de Emilio Martínez Lázaro (filmes estos que, dado su éxito descomunal, probablemente condicionarán el rumbo del cine español los próximos 10 años). A esta suerte de movimiento de cineastas a contracorriente podemos vincular a directores como Fernando Franco, Alberto Marais, a quien tuvimos el privilegio de recibir y escuchar en el cuarto de los Encuentros con el cine, a propósito de su filme Los chicos del Puerto (España, 2013), Albert Serra, Luis Patiño, el mencionado Manuel Martín Cuenca, la realizadora catalana Mar Coll, que también nos visitó al Teatro Guimerá, concretamente en el 2º de los Encuentros con el cine, para presentar el estreno en la isla de Todos Queremos lo Mejor para Ella (España, 2013) o a Miguel Ángel Jiménez, entre otros muchos.
El movimiento tiene su punto de arranque cuando en 2008 el ICAA, el Instituto de cinematografía y Artes Audiovisuales, impuso sus nuevas normas en la producción cinematográfica. En concreto, al dictarse una Orden Ministerial que desarrolla la Ley del Cine de diciembre de 2007, cuyo contenido fundamental es la regulación de ayudas a la cinematografía. Estos artistas, y muchos otros, se aglutinaron y pertrecharon en una plataforma denominada Cineastas contra la Orden, que reunió y acaparó el descontento frente a los parámetros normativos, es decir, contra la pretensión ministerial de legislar sobre las maneras de hacer cine, así como del tipo de cine que se podia realizar. El manifiesto suscrito por los cineastas sostiene que la referida Orden es antitética al espíritu de la ley, «…que defiende el cine español como cultura en su pluralidad de contenidos, valores y presupuestos…«. Para ellos la resolución sólo apoya a los grandes y a aquellos empresarios que «pretenden exclusivamente obtener rentabilidad económica» y que fomenta las prácticas monopolíticas. Se afirma igualmente en dicho manifiesto que se «pretende desterrar el cine que se hace por menos de dos millones de euros de inversión» y que «sólo recibirá dinero quien ya lo tiene o quien está seguro de generarlo«. La orden para los cineastas elimina de facto alrededor de un 60% de las producciones anuales «…que son, de hecho, las que producen un cine de diversidad cultural, de una mirada en gran medida diferente e innovadora«.

Fernando Franco director de "La Herida" en Tenerife
Fernando Franco en pleno debate con Jorge Gorostiza
En este ecosistema, los jóvenes cineastas mencionados, se consagran a una concepción de la realización de películas, eludiendo las convenciones y desmontando ciertos mitos del cine español. Se trata de un cine cuyo fin en sí mismo es el esbozo o el trazado, que interactúa de un modo directo con la realidad y con el espectador, servida con desnudez, en un tono semi-documental, despojado de virtuosismos formales y narrativos complejos. En los últimos años, estos cineastas están consiguiendo conectar con un sector importante del público, y logrando el reconocimiento en Festivales del calibre de San Sebastián, Las Palmas de Gran Canaria, Gijón, Sevilla, Valladolid, Locarno o Sitges, entre otros, donde en las más recientes ediciones, resuenan sus nombres, erigidos como ganadores de los prestigiosos premios, y que recogen con devoción y agradecimiento, sabedores de que les permitirán el impulso de nuevos proyectos. 
Ana Ortega (Marián Álvarez) es una joven que bordea la treintena. Es atractiva, trabaja de manera estable en el Servicio Ordinario de Traslados de pacientes en Vehículo Ambulancia, desde sus domicilios hasta los hospitales. Ana se encuentra en un momento de su vida en el que lucha encarnizadamente consigo misma para sentirse bien y estar en paz interior, pero no lo consigue. La jóven padece un Trastorno Límite de la Personalidad, que no le ha sido diagnosticado y por tanto no sabe que tiene. Es muy nerviosa, genera repentinamente mucha ansiedad y su novio, Alex, la ha dejado poniendo punto y final a una relación sentimental que intuímos ha sido muy problemática. Ana le envía mensajes, le deja recados en el buzón de voz, donde pone de manifiesto su bipolaridad y sufre enormemente, tanto cuando recibe respuesta, como cuando no.
El comienzo de La Herida, deja perfectamente claro, no solo que algo muy grave le ocurre a la protagonista, sino también el tono formal que presidirá la andadura del filme. Primer plano de Ana fumando. Está en la calle, esperando al pie de la ambulancia que conduce. Está tranquila. De repente recibe un mensaje de texto en su teléfono móvil. No lo vemos, pero está claro que el texto altera a la joven. Ya empieza a tener una respiración más agitada, fuma de modo más compulsivo, cambia la expresión del rostro. De una expresión seria pero relajada, pasa a una expresión de sufrimiento, a una mirada perdida, intranquila, muy triste, con una súbita tension en los músculos faciales que la acompañará, con ligeras variaciones, a lo largo de casi todo el metraje. Vuelve a coger el móvil, y visceralmente, sin sopesar los efectos, contesta el mensaje. Tampoco lo vemos, pero intuimos la furia de la jóven en el contenido del texto. De repente, experimenta la imperiosa necesidad de ir al servicio del Hospital. Sabe que no está bien y necesita algo de privaciad. La puerta del primer excusado no se abre. La golpea con frustación. Entra al siguiente servicio. Después de entrar, da un deliberado cabezazo a la puerta, respira agitadamente, se sienta en el suelo apoyada en la puerta para que nadie entre. Se tranquiliza. Se lava la cara y sale por el mismo pasillo, hacia la calle. Su compañero de trabajo la espera y la reprende levemente. Le dice que no puede dejar la ambulancia abierta, y que tenían un aviso. Ana le comenta que algo le ha sentado mal y que ha vomitado. Fernando Franco filma toda esta escena, practicamente en un solo plano. La cámara en Steadycam (sistema de estabilización de la cámara atada al operador, con un sistema de arnés que compensa los movimientos de su cuerpo), está practicamente pegada a Ana en todo momento, dispuesta a captar cualquier expresión corporal. De esta secuencia, sabemos que Franco va a intentar prolongar el plano cueste lo que cueste. Sabemos que el peso de la película lo llevará Marián Álvarez. La mirada de Fernando Franco, que nunca juzga, va a estar ahí, muy cerca del rostro, de la espalda y del cuerpo en general de la jóven. Sabemos que la realización tratará de estar a la altura del reto, para captar cada gesto, cada reacción, cada instante, cada contrariedad, cada estado de ansiedad, cada momento de dolor psíquico o físico (la jóven se lastima a sí misma con cigarros encendidos, o con una hojilla que guarda celosa y ritualmente en una cajita metálica y con la que se practica cortes en antebrazo y muslos).

Fotograma de "La Herida" con Marián Álvarez como Ana
Fotograma de «La Herida» con Marián Álvarez como Ana
En su día a día profesional, Ana es sensacional. Trata a sus pacientes con mucha humanidad. Es seria, formal, disciplinada, pero también les transmite serenidad, sensibilidad. Los escucha y se ríe con ellos. A sus pacientes enfermos y disminuídos les da lo mejor de sí. Su introspección personal es otra cosa. A la referida cuestión sentimental, hemos de añadir que su madre (Rosana Pastor) tiene una relación de pareja que mantiene alejada del hogar que comparte con Ana. Madre e hija se relacionan de un modo muy gélido. La hija no soporta la “actitud cobarde” de su progenitora, quien trata de darle algo de soporte emocional, pero definitivamente “mira hacia otro lado” en el problema de su hija, que no sabe como abordar. Su padre les abandonó a ella y a su madre en su día. Un viaje a Barcelona de Ana para ir a la boda de aquél con su nueva pareja, termina de un modo caótico. Su modo de relacionarse con otros invitados al banquete, se limita a cortar la carne del plato de un señor mayor que tiene a su lado (sin duda, deformación profesional) y a decirle a otra señora con la que comparte mesa, que le pregunta por su trabajo, que se fue de Urgencias para no ver morir a sus pacientes, pero en Traslados la situación es peor, porque cuando se mueren lo siente más, porque los conoce desde hace tiempo. Cuando su padre la invita a bailar y le abre su corazón hacia ella, tratándo de retomar contacto y relación, Ana, con su ansiedad característica, solo es capaz de decirle que ha roto con su novio y reprocharle que es un hijo de puta, por historias pasadas que desconocemos, pero que intuímos muy dolorosas. Su nariz sangra. La relación con su padre se torna en irrecuperable. El aislamiento de Ana en la boda de su progenitor es total.
Ana trata de ahogar su via crucis personal e introspectivo, con alcohol, tabaco, cocaína, sexo fácil e impersonal, que o no culmina, o lo hace de un modo violento y desagradable. El encadenado de circunstancias la va destruyendo poco a poco. Sus sueños son demoledores (según cuenta en un chat, sueña con bichos saliendo de su boca y de su sexo), sus charlas en las redes sociales, son un simple escapismo, aprovechando la distancia y el aparente anonimato que las mismas parecen otorgar, para no revelar otra cosa que su desequilibrio. Ana, a lo largo de los 95 minutos de metraje, lidia con los problemas cotidianos de la vida, con los que el común de los mortales también tenemos que convivir. La novedad de la película radica en que la protagonista no sabe como gestionarlos. El cuerpo del largometraje lo ocupan sus reacciones, la expresión de la sensibilidad a flor de piel ante ciertas realidades de su entorno, incapaz de desarrollar mecanismos para asumirlos, que no pasen por la autodestrucción. Asistimos, ante la mirada sincera y honesta de Fernando Franco, a un crisol de instantes en la vida del personaje, mientras se va resquebrajando por dentro.

Publico Teatro Guimerá Tenerife
El público asistente al evento
No era una tarea sencilla. Probablemente nos desconcierte el film, si esperamos de él un engranaje narrativo convencional, en el sentido de multitud de conflictos externos, es decir del personaje con el mundo, de giros narrativos inesperados, de explicación milimétrica de cada detalle, o de cada acontecimiento. La aproximación adecuada al largometraje de Fernando Franco, o al menos, el abordaje para disfrutar de la experiencia visual y narrativa, es abandonar los prejuicios y las ideas preconcebidas, mostrarnos permeables y dejarnos llevar por las reglas del juego expuestas claramente, como decíamos, al comienzo del film. Será perfectamente legítimo, como es obvio, no hacerlo, y cuestionar cada plano, cada decisión, y aburrirse con la película. En mi caso concreto, cada una de las tres ocasiones que he podido visualizar el filme, he disfrutado de la experiencia y de la coordinación y complicidad entre el realizador y la actriz.
En el debate final, Fernando Franco explicó lo complicado que fue cargar con el foco para iluminar las escenas, además de con la steadycam, en ese peregrinaje existencial de Ana, y como renunció al formato digital, en beneficio del 16 mm, más caro, pero para él más satisfactorio visualmente. El filme requirió cinco semanas de rodaje, tres de montaje y meses el trabajo en la importantísima pista de sonido, que revela muchísima información sobre detalles del personaje central, potenciando sensaciones. La película, según su autor, lleva “Un trabajo de sonido importante”.
El realizador comenta igualmente como siempre tuvo en mente a Marián para el personaje, que nunca hubo un casting para el papel, y que la joven actriz tenía el físico ideal para esta película. Con ella ensayó mucho y se mostró permeable a sus aportaciones, muchas de las cuales figuran en el resultado final. Lo importante era “que todo encajase bien con el desarrollo del personaje”, afirma el realizador sevillano. Franco se muestra muy satisfecho con todo el equipo, que creía en la película y dió lo mejor de sí.
Su película, manifestó, se programa en ciclos de cine y salud mental, y los profesionales de la psicología y psiquiatría la toman en cuenta como referente de la enfermedad, cuyo nombre jamás se menciona a lo largo del filme.

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