Como bien lo dijo Ang Lee cuando presentó su film más reconocido a nivel internacional “Tigre y dragón” (“Crouching Tiger, Hidden Dragon”, 2000), todo cineasta chino (en sus tres variantes principales: chino continental, hongkonés y taiwanés) tiene que hacer en su carrera fílmica, al menos por una vez, una película de artes marciales. Y Ang Lee lo hizo con la película mencionada líneas arriba. Después, otro gran maestro del cine oriental dio el paso en este rubro, al igual que Lee, el creador de “El camino a casa” (“The Road Home”, 1999), Zhang Yimou, con su impactante trilogía llena de poesía visual y espectaculares coreografías artemarcialistas compuesta por tres joyas cinematográficas: “Héroe” (“Hero”, 2002), “La casa de las dagas voladoras” (“House of flying daggers”, 2004) y “La maldición de la flor dorada” (“Curse of the golden flower”, 2006).
El tridente chino tenía que ser completado, de manera casi obligatoria, por ese otro extraordinario cineasta de origen hongkonés llamado Wong Kar-Wai, responsable de sublimes cintas como “Happy Together” (1997) y “Deseando amar” (“In the mood for love”, 2000). Wong ya había tocado previamente el tema de las artes marciales en películas como “Este contraveneno del Oeste” (“Ashes of time”, 1994), pero de manera superficial, donde los personajes libran más una batalla personal llena de drama que una de confrontación física. Wong tenía que entrar en forma en el subgénero de las artes marciales, además de que no podía quedarse atrás de Lee y de Zhang. Para ello reunió a dos de los actores más renombrados de Asia: Tony Leung Chiu-Wai y Zhang Ziyi, quienes ya habían trabajado anteriormente en distintas películas con la trilogía dorada de directores orientales, es decir, Lee, Zhang y Wong.
Además de contar para este trabajo con el mejor coreógrafo de artes marciales del universo conocido: el maestro Yuen Woo-Ping, encargado principal de las delicias de acción coreografiadas en “The Matrix” (1999) y en uno de los puntos más altos del subgénero: “Iron Monkey” (1993), dirigida por él mismo.
Wong, siempre en busca de la innovación en el lenguaje fílmico, no podía quedarse sólo en el subgénero, sino como siempre, intenta ir más allá. Las escenas de acción están complementadas casi en un porcentaje perfecto de equidad con el drama de los dos protagonistas principales: “Ip Man” (Tony Leung Chiu-Wai) y “Gong Er” (Zhang Ziyi). “Ip Man”, un maestro de artes marciales de Foshan, China, busca relevar en el puesto de Maestro Supremo a “Gong Yutian” (Wang Qingxiang), padre de “Gong Er”. Debido a su avanzada edad y al cansacio natural de ella, “Gong Yutian” busca un reemplazo masculino digno de él, y tras una singular prueba de inteligencia artemarcialista, encuentra en “Ip Man” al candidato idóneo. Y es aquí donde surge el conflicto. “Ma San” (Zhang Jin), alumno conspicuo de “Gong Yutian”, rompe la relación con su maestro, pues siente que ha sido traicionado por la elección de su ‘sifu’ (maestro en chino), además de que “Gong Er” ve como una afrenta al clan “Gong” el hecho de que “Ip Man” haya superado la prueba que “Yutian” le puso.
“Gong Er” reta a “Ip Man” a un duelo personal para lavar su honor. Como si fuera un ballet de ensueño con giros y acrobacias aéreas, Ziyi y Tony ejecutan una danza de cortejo, simulada con golpes detenidos y esquivados una y otra vez (se neutralizan sus respectivas técnicas marciales, el wing yi de ella y el wing chun de él), donde “Ip Man” quedará maravillado con la técnica de las “64 manos” de “Gong Er”. Empatada la batalla, cada uno seguirá su camino, para un reencuentro posterior.
Zhang Ziyi es Gong Er en «The Grandmaster» |
La historia de «The Grandmaster«está enmarcada por el conflicto sinojaponés (1937-1945). Cuando los nipones irrumpen en Foshan, “Ip Man” tiene que marcharse y hacerse una nueva vida en Hong Kong, donde fundará su escuela de artes marciales y conocerá a un chiquillo de nombre Lee Jun-Fan, quien se convertirá en su alumno y será conocido posteriormente como Bruce Lee (línea promocional de la película, por cierto).
Wong ha sabido hacerse de un prestigiado nombre en la escena internacional gracias a esa narrativa poética muy personal que vierte en imágenes saturadas de color y acompasadas con muy buenas melodías (verbigracias claras: “Happy Together” con la epónima canción de “The Turtles”, entre otras; e “In the mood for love” con las susurrantes “Aquellos ojos verdes” y “Quizás, quizás”, ambas en la voz de Nat King Cole), adicionando los temas primarios de su filmografía: los amores, las traiciones, las introspecciones, los encuentros y los desencuentros. Sin ser bandera de nada ni de nadie, Wong deja al espectador la interpretación final de su obra. Soslaya la propaganda, la autopromoción o los tratados de índole moral, para dar cabida al lenguaje de las imágenes salpicadas siempre por los tormentos humanos. Esto ha caracterizado a Kar-Wai hasta la fecha.
En “The Grandmaster”, el realizador de “2046” ha enfrentado su mayor reto. Al tratarse de una biopic, tendría que desentenderse un tanto de sus características ya mencionadas, y sujetarse (algo inusual en él) a ciertos estándares como son cumplir con veracidad en las fechas y lugares donde toma lugar la historia, y con rasgos específicos de personas que existieron. En otras palabras, ya no puede crear con la suficiente libertad a la que está acostumbrado su propio universo que tanto nos ha fascinado.
Tony Leung es Ip Man en «The Grandmaster» |
Tal vez le llegó (a lo mejor por propia convicción) un poco tarde el hacer esta película, si la hubiera hecho a principios de los 2000’s estaríamos hablando de otra cosa. El factor de acogerse a ciertas reglas y personajes reales, impidieron desatar su creatividad e irreverencia al por mayor. Es una obra hecha con corsé, en consecuencia. Wong Kar-Wai intentó correr, pero enyesado de una de sus piernas. Además, los trabajos del tema realizados previamente por Ang Lee y Zhang Yimou, ya no dieron lugar para el asombro, para la fascinación total por esas danzas mágicas creadas por fantásticos hechiceros. En “The Grandmaster” las coreografías artemarcialistas están perfectamente realizadas, sin embargo ya no sorpenden tanto como en antaño. Son de ensueño, pero ya no orgásmicas.
Tony Leung, por su parte, realizó una labor extraordinaria en los dos rubros de la película: el drama y la acción. El primer apartado es su especialidad. Preciso en sus expresiones, Tony no deja lugar a dudas de que es un actor de primera línea, desplegando en pantalla con suprema exactitud cada una de las emociones de su personaje. Y vaya que entrenó con ahínco (se dice que por dos años) para sus escenas de acción. Nunca lo había visto tan sólido en sus ejecuciones de combate; seguro de sí mismo, rivaliza, sin exagerar, con los mejores exponentes del subgénero. Leung ya había incursionado con anterioridad en la acción de las artes marciales (muy vacilante en “Tokio Raiders” (2000) y de una manera un tanto tenue en “Héroe”), pero nunca a este nivel mostrado.
Una puesta en escena a la altura del especialista en artes marciales y coreografias Yuen Woo-Ping |
¿Y Ziyi? Bueno, qué podemos decir de esta sublime actriz china. Que aunque su fulgurante despegue internacional pareció haberse refrenado (y más con el escándalos sexual del que fue víctima hace un tiempo), sigue tan sólida y bella en pantalla como siempre. Con esa mirada tierna (y hoy triste), Ziyi encarna con solvencia a “Gong Er”. Una mujer atrapada por las milenarias tradiciones de su cultura (por el papel secundario al que siempre ha sido conferida la mujer en China), buscará en el arte marcial que aprendió de su padre, el bagua (que es pelear en círculo, donde la energía de la vida va surgiendo perfectamente equilibrada), la redención de su alma para estar en paz consigo misma. Redención que encontrará en su enfrentamiento con “Ma San”, en un plano-secuencia espectacular, donde “Gong Er” y “Ma San” pelearán a muerte, mientras un tren a toda máquina marcha a sus espaldas.
Wong Kar-Wai ha salido avante de esta experiencia cinematográfica, mostrando la historia de una leyenda de las artes marciales en China, como fue “Ip Man”. Como mencionamos, no es innovadora, pero sí muestra ciertas pinceladas muy propias de este extraordinario cineasta, como son las líneas de su guión (magnífica aquella de “Gong Er”: “¿Recuerdas que te dije que no había nada de qué arrepentirse en la vida? Pues eran patrañas. La vida sin arrepentimientos sería realmente aburrida.”).
Tal vez faltó una melodía, o un score más contundente que sirviera de contrapunto dramático a la historia o tal vez se extrañó el trabajo de Christopher Doyle (el cinefotógrafo de cabecera de Wong), lo cierto es que Wong Kar-Wai no confeccionó precisamente una obra maestra esta vez, sin embargo sí entregó una película digna de un Gran Maestro.
2 respuestas
la verdad a mi me aburrio, se me hizo sosa, los dialogos rebuscados, es mas la tenia en archivo AVI y ni la termine de ver por que me estaba durmiendo. Nada que con el ipman de donnie yen.
D Jeo Med: no soy mucho de este tipo de cintas, pero intentare que los compañeros te respondan al comentario.