Crítica de ‘El Niño’, el nuevo trabajo de Daniel Monzón

Una prueba palpable del complicado proceso que se vive en España a la hora de obtener luz verde para sacar adelante el proyecto de filmar una película, una auténtica gesta heróica, es el hecho de que un cineasta como Daniel Monzón, aclamado por crítica y público en el año 2009 por la excelente Celda 211 (España-Francia, 2009) y multi premiado en la entrega de los Goya del año siguiente, haya tardado nada menos que cinco años en estrenar su posterior film. Un proyecto que ya desde la exhibición de la mencionada película penitenciaria, se anunciaba que sería su siguiente obra.
Crítica de "El Niño" de Daniel Monzón
Daniel Monzón fue “monaguillo antes que fraile”, valga la expresión. El cineasta nacido en Palma de Mallorca, comenzó como crítico de cine para la revista Fotogramas y para el programa especializado de Television Española, Dias de cine, todavía en emisión, donde realizaba atractivas reseñas verbales ante la cámara (en ellas Monzón ya mostraba generosas dosis de creatividad), labor que compartía con el fallecido critico e historiador Jose Luis Guarner. El salto al celuloide vino con el guión escrito conjuntamente con el logroñés Santiago Tabernero (también vinclulado a ciertos programas de cine y presentación de largometrajes para Television Española), que cristalizó en el correcto largometraje Desvío al Paraíso (España, 1994), dirigido por el productor y realizador Gerardo Herrero, con el excelente actor británico Charles Dance como protagonista. Cinco años tuvieron que pasar hasta que Monzón pudiera dirigir su opera prima, Corazón de Guerrero (España, 1999), escrita por él mismo. Constituye un primer trabajo detrás de la cámara, más voluntarista que eficaz, pero donde el cineasta mostraba su indubitada vocación para el cine. La película plasma una partida de los famosos “juegos de rol” (donde los jugadores, como es sabido, interpretan otros personajes, con sus diálogos y acciones), que trata de adaptar sus reglas al medio cinematográfico. No era una tarea sencilla y el resultado no carece de interés. El siguiente eslabón en su carrera cinematográfica, marca el comienzo de la colaboración estable con el guionista vasco Jorge Guerricaechevarría (también colaborador habitual de su paisano Alex de la Iglesia, desde los tiempos del cortometraje Mirindas Asesinas). El robo más grande jamás contado (España, 2002), es una comedia con algún guiño a la serie de television Misión:Imposible o al clásico Rififí (Du rififi chez les hommes, Francia, 1955), de Jules Dassin. Su trama gira en torno a la sustracción del cuadro El Guernica, de Pablo Picasso, en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, por parte de una galería de personajes más bien rocambolesca. La Caja Kovak (España-GB, 2006), rodada en regimen de co-producción y con el protagonismo del actor estadounidense Timothy Hutton, supuso un ejercicio de suspense que parte de una premisa atractiva, pero malograda parcialmente por cierta indefinición conceptual. El salto de tigre y el aclamador éxito de publico y reconocimiento internacional para Monzón, llegó con la mencionada Celda 211, un magnífico thriller penitenciario, escrito y filmado con un profundo sentido cinematográfico, donde cristalizan maravillosamente una genial confluencia narrativa (el guión de Monzón y Guerricaechevarría es modélico en progresión narrativa-dramática) y de puesta en escena (Monzón sin duda se rebela como un realizador bien dotado para la acción), servida por unos intérpretes de auténtico lujo, donde Luis Tosar (que literalmente se comía la pantalla) y un debutante Alberto Amán, dan absoluta talla en sus composiciones, arropados por un elenco de secundarios formidable, encabezado por Antonio Resines, Marta Etura o Carlos Bardem. 
Rodaje de "El Niño"
Monzón dirigiendo a Tosar y sus compañeros.
Igual de paradójico que la diferencia de tiempo que media entre Celda 211 y El Niño, resulta el hecho de que nunca se haya enmarcado en nuestro cine un largometraje en un lugar tan atractivo como es la confluencia de El Peñón de Gibraltar y los municipios de Algeciras o la Línea de la Concepción, ambos de la provincial de Cádiz, con todo el contraste cultural que acarrea tener África apenas a 16 kilómetros, como nos anuncian los créditos contextualizadores al comienzo de El Niño. Desde Algeciras, pueden verse tres países: España, Inglaterra y Marruecos, se nos dice al comienzo del film. Al ser un lugar donde el contrabando y el tráfico de drogas están a la orden del día, es un marco incomparable para un thriller. La realidad de la existencia de redes de narcotraficantes que introducen sustancias estupefacientes desde Marruecos a Algeciras y las inmediaciones, como punto de entrada con destino a otros países europeos, resulta evidente desde hace muchos años. El lugar es un punto neurálgico de conflicto entre las jurisdicciones española y británica y por lo tanto, entre los Gobiernos español y británico, que alcanza un permanente estado de tirantez. Ello se aprecia, por ejemplo, en relación a la persecución delictiva. Alguna vez hemos podido ver en los medios de comunicación como agentes de policía españoles han de abandonar la persecución de posibles traficantes de droga, como consecuencia de la obstaculización de embarcaciones de la Royal Navy. En la película de Monzón podemos escuchar como un súbdito ingles, que tiene decretada una búsqueda y captura por parte de un juez español, si no ha cometido delito en Inglaterra y es buscado por ello, jamás sera extraditado por las autoridades gibraltareñas. La tirantez también se aprecia en enconados conflictos de pesca, entre barcos españoles que salen a faenar desde La Línea de la Concepción y las patrulleras del Peñón. En definitiva, un conflicto jursidiccional a flor de piel, caldo de cultivo perfecto para el germen de la delincuencia. 
El Niño también ha tenido que ser financiada en co-producción con el país galo, con distribución de Twenty Century Fox, que garantiza una exhibición multitudinaria, lo que no es poco. Los 130 minutos de su duración, sin constituir una obra maestra, contienen un sabio equilibrio entre las distintas capas de la trama, las secuencias de acción y la historia de amor que recorre gran parte del metraje. El quinto largo de Monzón, a grandes rasgos, cuenta el enfrentamiento entre Jesús (excelente Luis Tosar, muy creíble en su papel), un agente de policía nacional, que lleva ya unos buenos años arruinando operaciones de pase de estupefacientes, y demás delitos en la zona, por lo que su vida está en constante amenaza, y El Inglés (Ian McShane), un peligroso narcotraficante, que transita la zona de el peñon de Gibraltar, y es la cabeza visible de una red de narcotráfico, con peligrosos contactos Albano-Kosovares, ante quienes un fracaso (un pase de droga interceptado), equivale a pagar las consecuencias del modo más drástico. Jesús lleva dos años enteros trabajando codo a codo junto a su compañera Eva (Bárbara Lennie) tras la red de delincuencia organizada en cuestión, bajo la supervision de Vicente (Sergi López). Al comienzo de la película, y ante el fracaso de no encontrar sustancia estupefaciente después de abrir un contenedor con más de tres mil kilos de merluza congelada, Jesús es reasignado a la patrulla aérea del estrecho donde coincide con su compañero y amigo Sergio (Eduard Fernández).
 
Jesus Castro en "El Niño"
Los jovenes protagonistas de «El Niño» con Jesús Castro (derecha) a la cabeza.
Entre unos y otros, transitando alegremente entre la costa africana y la española, encontramos a el Niño (Jesús Castro), un joven natural de Algeciras, que quiere prosperar en el mundo del narco (con todo lo que el dinero fácil acarrea: las mejores motocicletas y motos acuáticas, mujeres despampanantes…), al que no le falta coraje para cumplir sus objetivos, y que tendrá un romance con Armina (Mariam Bachir), una joven marroquí defenestrada en su comunidad por haberse divorciado de su esposo, y hermana de uno de los socios de aquél en el tráfico de drogas.
Las secuencias de acción que sazonan la película están muy bien rodadas y editadas (es ejemplar el empleo del sonido en la secuencia del helicóptero abatido en el mar, resultando sobrecogedor como debajo del agua siguen escuchándose las astas del mismo). Las persecuciones en el estrecho de helicóptero policial contra lanchas cargadas de estupefacientes, son de un patente realismo (los pilotos de los helicópteros que se ven en el film, son auténticos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como se nos asegura en los créditos finales), demostrando el sabio manejo por parte de Monzón de los tiempos y la progresión dramática.
A nivel de guión se aprecia que Guerricaechevarría y Monzón se han tomado la molestia de documentarse. En la película asistimos a la rutina policial, tanto respecto al montaje de un dispositivo policial, de observación o de persecución, como de intervención de comunicaciones, en concreto de llamadas telefónicas (vemos como el fiscal le dice a los agentes que un pinchazo telefónico determinado, no sirve para relacionar al inglés con un asesinato, en clara referencia a que en un Tribunal no valdría como prueba de cargo). La constante presión que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad deben soportar a raíz de llamativos titulares en prensa, que sacan a la luz sus fracasos, o cómo las dotaciones de medios para perseguir el crimen organizado, está subordinada a la palpable consecución de resultados, por supuesto plasmados en gloriosos y favorables titulares de prensa, son expuestos en el film de un modo convincente. 
Escenas de Accion en "El Niño"
Escenas de accion como estas nos muestrán la maestria de Monzón con la dirección
 Resulta particularmente meticulosa la visualización de la infraestructura que manejan estas redes de narcotraficantes. La droga se cultiva masivamente en grandes huertos marroquíes, donde se manufactura. Se transporta en burros hasta la costa (ante la atenta mirada de las fuerzas del orden, pendientes solo de que les paguen lo suyo por hacer la vista gorda), donde cantidades ingentes de personas cargan los fardos en lanchas de alta velocidad. En los puntos de destino, otras tantas cantidades de personas las transportan hacia los puntos de partida para otros países.
El desarrollo de personajes también resulta atractivo ya desde el guión. La película se toma su tiempo para construir y enriquecer los diferentes protagonistas del relato, donde la pasión de Monzón por el cine estadounidense no deja lugar a dudas. Las referencias a French Connection (EEUU, 1971), de William Friedkin (los registros de contenedores en Algeciras, remiten a aquel minucioso y exasperante registro del vehículo en busca de heroína) y el gusto por el detalle del mapa humano, por relatarnos detalles de policías y delincuentes, que incluyen la vida privada, así como sus propios códigos de honor, remiten a las excelentes películas de Michael Mann, Heat (EEUU, 1995) y Corrupción en Miami (Miami Vice, EEUU, 2006).
La historia de amor entre el Niño y Armina, por su parte, encuentra su lugar en la narración general en todo momento. Constituye un prodigio de proporción, en lo que respecta a la elección de las secuencias que transcurren entre que ambos se ven por primera vez y sucumben al romance. Igualmente constituye un prodigio de contención, pues la historia romántica nunca recae en el tono meloso o cursi. Para Monzón y Guerricaechevarría, la importancia del romance (que para nada lastra el ritmo del film, como se ha querido ver por algunos), estriba en conocer mejor al personaje que da título a la película, en la posibilidad de que los espectadores podamos empatizar con él, de modo que el film no se convierta en un rosario de maniqueísmos, de buenos y malos. Del mismo modo, creo que resulta bastante acertada la distancia, plenamente consciente, con el personaje del inglés. El excelente actor Ian McShane presta su porte y personalidad… sin decir una palabra. Se habla de él y mucho, pero él no habla. Siempre le vemos desde la distancia, desde el punto de vista de Jesús, el agente que lo persigue. 
 
Luís Tosar en "El Niño"
Tosar, magnifico como siempre
Probablemente si ponemos en relación a El Niño con la susodicha Celda 2011, ésta tiene un balance global más satisfactorio, pero Monzón sale airoso del reto de contar con oficio y corrección esta atractiva historia de tenacidad, coraje, romance y corrupción, narrada con holgado presupuesto y con unas localizaciones fantásticas, muy bien aprovechadas, que incluyen no solo aquellas en las que transcurre la película, sino también Almería y la isla de Gran Canaria.
Junto a No Habrá Paz para los Malvados (España, 2011), de Enrique Urbizu y Grupo 7 (España, 2012), de Alberto Rodríguez, El Niño forma un tríptico sensacional acerca del día a día del trabajo policial, y de los retos a los que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad deben enfrentarse en la actualidad en la lucha contra el crimen en nuestro país.

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