Después de la parafernalia desplegada por los estudios de Disney con la producción y estreno de una película de 1991, sin duda de referencia (pionera en la inclusión de algo similar a movimientos de cámara, travellings, picados y contrapicados en una película de animación), readaptada al formato 3D recientemente, y del discutible montaje musical en Broadway, en el West End, etc, el inmortal cuento de hadas tradicional europeo, cuya versión más famosa plasmada en texto, es la realizada en el siglo XVIII por Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, regresa a la cinematografía que otorgó el referente cinematográfico más ilustre, la francesa, en régimen de coproducción con Alemania.
El director, Christophe Gans, dando indicaiones a Léa Seydoux (Bella) |
Eduardo Noriega en «La Bella y la Bestia» |
La película ha sido filmada íntegramente en los míticos estudios Babelsberg, a las afueras de Berlín, que cumplieron 100 años de existencia en 2012, y albergaron el rodaje de míticas películas de Von Stroheim o Fritz Lang, continuando en la actualidad a pleno rendimiento, con un ajustado presupuesto de unos 33 millones de Euros. Christophe Gans elige desde el principio la fórmula del cuento infantil. La narración utiliza el recurso de la lectura de una madre, a sus dos hijos en la cama antes de dormir. Combinando los grabados del libro, la voz en off de la cuenta cuentos, y las aparatosas imágenes creadas digitalmente (que a veces son un poco más duras que la lectura para los niños), Gans reproduce, por ejemplo el naufragio y desaparición de los tres barcos, Sirena, Tritón y Leviatán, cargados de mercancía y riquezas, propiedad del padre de Bella, mercader de profesión, lo que provoca la ruina familiar y traslado a una vivienda más humilde en el campo. Al enterarse de que uno de los barcos ha sobrevivido, el padre, promete regalos para sus tres hijas. Bella sólo le pide una rosa roja. El mercader termina en un castillo, donde después de recibir una misteriosa hospitalidad, al ir a arrancar la rosa más hermosa de todo el jardín (plagado de ellas), despierta la ira de su propietario, una criatura con forma monstruosa, y ciertos ademanes humanos, que no está dispuesto a desprenderse de ninguna de sus flores. “Una vida por una rosa”, le dirá al anciano. Conmovido por la reseña de para quien iba destinada la flor, la bestia le permite regresar a su hogar y despedirse de su familia. Bella, sabedora de que todos la culpan por haber sido la causante de la muerte de su madre, fallecida al traerla al mundo, no quiere ser la responsable de la muerte de su padre. La joven acude al castillo, donde se ofrece a la criatura, en lugar de su anciano padre. La bestia acepta. Los jardines del palacio, cubiertos de rosas, hiedras, estatuas que representan mujeres heridas con una flecha, o seres gigantes, como ahogándose en una fuente, constituyen un escenario prodigiosamente integrado en la narración. Bella va conociendo poco a poco la historia de Bestia, durante sus sueños, donde se le va relatando como perdió su condición de humano (en otra referencia mitológica, esta vez a Iris, mensajera de los dioses a los humanos, que solía manifestarse en los sueños de los mortales).
Léa Seydoux y Vincent Cassel |
Secuencias como la narrativamente fundamental cacería del ciervo, que comienza con el animal bebiendo elegantemente en el agua, y culmina con su abatimiento en un jardín cuyas setos contienen formas laberínticas, son un prodigio de oficio en la plasmación de sensibilidad y fatalismo. A medida que la narración avanza, y con ella, la relación entre la joven y la criatura va pasando por los diferentes estadios emocionales, vemos como una estatua llora tras una discusión de ambos, o como el vestuario de ella, va pasando de unos colores a otros, según la secuencia. Al llegar al castillo, la joven se pone un vestido blanco, inmaculado, símbolo de la reverencia de la criatura a la joven. Cuando se supone que lleva ya un tiempo en el castillo, el vestido será verde, símbolo de la integración en el entorno natural de las inmediaciones del reducto, que va dejando de constituir una prisión. Finalmente, la joven se pondrá un vestido rojo, cuando La Bestia le permite regresar a visitar a su familia, con la promesa de volver.
Un comentario
Pues por lo que cuentas no tiene mala pinta del todo, aunque nos echa para atrás es toque infantil que mencionas.