Episodio de transición apenas relevante. De hecho, casi se podría saltar puesto que los protagonistas se encuentran prácticamente en el mismo punto al llegar a su final.
Siguiendo la tónica de la temporada, también es un capítulo con apariciones de antiguos rostros conocidos de la serie, vivos y muertos, aunque no tienen peso alguno en la trama. Por desgracia, tampoco nos regala ningún momento especialmente desmadrado, menos diversión me temo. Todo sucede más o menos en piloto automático.
Vayamos por partes. Eric mata a Amber, la hermana de Sarah, en un arrebato durante su interrogatorio, esto retrasará al vampiro nórdico y sus asociados de la corporación Yakonomo en la localización de su presa. Ningún problema, la empresa japonesa tiene a su disposición un gran número de recursos que le permiten localizarla rápidamente en las ruinas de la antigua iglesia dirigida por el matrimonio Newlin. Allí, Sarah tendrá visiones de sus antiguos amantes, incluido al desaparecido Steve. Sorprende la fatalidad con la que se nos habla de este personaje en el episodio, cuando lo obvio sería que tratara de llegar a algún tipo de acuerdo con sus perseguidores sobre el antídoto que se encuentra en su sangre. Llama la atención, por otra parte, que el Sr. Gus le ofrezca a Pam y Eric un trato tan beneficioso, la mitad de la empresa, a cambio de tan poco. Es tan desproporcionado que los guionistas incluso nos hacen dudar sobre un posible engaño en ciertos instantes.
El posible ataque a Adylin y Wade a manos de Violet se demora hasta casi los minutos finales, aburriéndonos de paso con algunas escenas de Andy y Holly en una casa a orillas de un lago. Sirve al menos para introducir a Jessica en la ecuación, al estar ligada al hada por haber ingerido su sangre. Un futuro cara a cara entre las ex de Jason siempre es interesante, además de culminar la trama de redención que lleva arrastrando la progenie de Bill durante los últimos episodios.
Los mejores minutos se los lleva quizás Arlene, donde observamos cómo ha crecido la camarera desde que la conocimos. Descubrimos que es la dueña de un ruinoso Bellefleur´s y su nombre es probablemente un recuerdo de su difunto marido. La conversación con un dubitativo Sam la revela como una mujer que lucha para salir adelante a pesar de las adversidades. Otro emotivo momento es el inicio de su relación platónica con el vampiro Keith.
En una visita ya anunciada, Hoyt y su novia Brigitte vuelven a Bon Temps a despedirse de la señora Fortenberry, ante un incómodo Jason que miente piadosamente a su antiguo amigo sobre la muerte de su madre. Aparte, nadie sabe muy bien por qué, también hay algunos flashbacks sobre William Compton en 1855 sobre las circunstancias que le llevaron a conocer a su mujer.
Quizás el avance más importante lo encontramos en la pareja formada por Bill y Sookie que vuelven a iniciar su relación, una consumación más que evidente a tenor de las pequeñas píldoras que nos habían ido soltando. Stackhouse trata de encontrar una cura para Bill y el motivo de su enfermedad acelerada, que parecen indicarnos, aunque con ciertas dudas, que está relacionado con la condición de hada de antiguo linaje de Sookie.
Recuperamos para ello al abuelo Niall, interpretado por Rutger Hauer, en un intento de hallar una solución que parece no existir. Una vez pasada la fase de negación, llega la aceptación con una Sookie enfundada en vestido vaporoso internándose en la niebla al anochecer hacia los brazos de su primer amor.
Sí, es poca cosa. Para encontrar algo más de chicha, tendremos que esperar al próximo episodio.