Al haber nacido y sido criado en Miami, Florida, Barry Jenkins (“Medicine for melancholy”, 2008) no desconoce el entorno suburbano de esta ciudad cosmopolita (crisol de múltiples nacionalidades) y lo que subyace en ella (como en otras tantas); que cada persona busca algo a lo cual asirse y subsistir en este mundo lleno de paradojas, que generalmente invita al ser a ir en contra de sí mismo.
Es en este hábitat donde se desarrolla la vida de “Chiron” (Alex R. Hibbert), un pequeño que no entiende por qué su personalidad lo lleva a tener que esconderse constantemente del acoso de unos niños abusivos, que no pierden la oportunidad de molestarle por el simple hecho de no ser como ellos; de mostrarse, porque así se lo marca su homúnculo, como una persona tímida y sensible, que gusta de sí mismo.
En una de estas huidas de sus acosadores, “Chiron” (también conocido como “Little”) busca refugio en una casa de fumadores de crack, donde lo halla para su propia fortuna, “Juan” (Mahershala Ali), un dealer local quien sorprendentemente ve en el niño una ternura contraída que le inspira confianza.
“Juan” lo lleva a su hogar y es a partir de aquí que el hogar de “Juan” se convertirá en el santuario para “Little”, donde nadie le molestará, donde encuentra el refugio emocional que tanto necesita para sanar sus heridas. Aquí también, “Chiron” conocerá a “Teresa” (Janelle Monáe), esposa de “Juan”, quien se convertirá en su madre sustituta, pues la madre biológica del pequeño (Naomi Harris) es una yonki sin mayor remedio que irá depauperando, poco a poco, su propia vida.
“Juan” y “Teresa” se convierten en el único sostén emocional para “Little”, en el único lazo íntimo que puede tejer en su corazón que le permite, entonces, poder vincularse con el mundo externo, fortalecerse y encarar a la sociedad de algún modo (capítulo III de esta historia que Jenkins tituló como “Black”).
Ahora que ha venido a relucir lo de los capítulos, cabe resaltar que esto ha sido una feliz fortuna para esta «Moonlight«, pues esta división tripartita que realiza Barry Jenkins de su film permite, dado su estilo formal como cineasta, que el interés por su trama crezca en medida que crece “Chiron”: su infancia está relatada en el capítulo I (titulado “Little”); su adolescencia en el capítulo II (“Chiron”); y finalmente su adultez en el mencionado capítulo III.
De a poco, sin sobresaltos, vamos siendo testigos del crecimiento físico y emocional de “Chiron”, con sus debidas y acertadas pausas, con plano-secuencias que se disfrutan dada la calidad actoral y argumental de la historia. En este apartado de actuaciones es donde sobresale Mahershala Ali (“El curioso caso de Benjamin Button” y “House of Cards”) como “Juan”. Aquí en “Moonlight”, Mahershala funciona como un elemento natural de la narrativa de Jenkins, el plano-secuencia parece estar en complicidad con la ejecución de Ali: con pasos ligeros y pausados que avanzan en sincronía con la cámara de Barry; su firme, y al mismo tiempo, tranquila mirada que se sostiene con inusitada elegancia para decirle con ella a “Chiron” que existe la posibilidad de la redención que le lleve a un lugar no tan distinto al paraíso. Un paraíso personal posiblemente.
En “Moonlight” hay una búsqueda de la identidad de un pequeño que crece en medio de circunstancias que ocasionan tristezas y provocan dolor, que originan heridas quizás permanentes en el temperamento, pero que en ningún momento, de acuerdo a Jenkins, tocan el núcleo del sentimiento genuino de querer ser plenamente uno mismo en un mundo lleno de paradojas. Qué gran acierto de Barry Jenkins.