Kon-Tiki (Un Viaje Fantástico) [Críticas de un cinéfilo bipolar]

“UN VIAJE FANTÁSTICO” (“Kon Tiki” de Joachim Rønning y Espen Sendberg, 2012).
Joachim Rønning y Espen Senderg han sabido llevarnos por el sinuoso sendero del cine de desastres. Apoyados por una historia real, un sólido cuadro de actores y soberbias escenas de asombrosa realidad, logran conjuntar en 113 minutos una aventura cinematográfica que enaltece el espíritu humano.
Como alguna vez nos enseñó Terrence Malick (con “The Thin Red Line” de 1998) los pueblos polinesios cuentan con una magia especial que hechiza a todo ser occidental que osa pisar su suelo. Conjuro del que no fue ajeno “Thor Heyerdahl” (Pål Suerre Hagen), quien en un viaje que efectuó junto a su esposa “Liv” (Agnes Kittelsen), supo de la leyenda de Tiki, el dios sol: fundador del pueblo de Fato Hiva (ubicado en la Polinesia), deidad proveniente del este, de donde todo deriva, según “Tei” (La-Oug), chamán de la región.
Kon Tiki (Un Viaje Fantástico) [Críticas de un cinéfilo bipolar]
Intrigado por la leyenda, “Thor” emprende la travesía de 8,000 kilómetros desde Perú hasta la Polinesia, zarpando junto a otros cinco expedicionarios en la balsa bautizada como “Kon-Tiki” (hecha apenas con troncos sujetos con sogas) para confirmar la teoría que conjeturó en sus pensamientos (a raíz del relato del chamán) de que una civilización sudamericana fue la responsable de poblar la Polinesia y no Asia como se creía, hace 1,500 años.
Con una fotografía que transmite a la perfección la desoladora belleza de alta mar, el dúo de realizadores nos encrispan la piel con los habitantes marítimos que merodean a nuestros protagonistas. Empezando con un “Ca Ong” (en vietnamita) o “Señor Pez” que asusta por el tamaño que contrasta con la pequeña balsa; o los seres luminosos (especie de medusas) que se dejan ver en las solitarias noches de los aventureros; o los siempre temibles tiburones sedientos de sangre, sin caer en la desmesurada postura de Spielberg de mostrarnos a estos animales como acérrimos enemigos de la humanidad, sino simplemente como actores del mar que fluyen de manera natural con su hábitat y su instinto depredador.
Kon Tiki (Un Viaje Fantástico) [Críticas de un cinéfilo bipolar]
Mención aparte merece el plano-secuencia que realizan de 360°, iniciado con un zoom-out del “Kon-Tiki”, para después asomarse hacia el espacio, guiñando a la luna y regresando a la diminuta embarcación. Vaya manera de hacernos sentir terrenales, pero también al mismo tiempo, hacernos sentir parte del cosmos. Todo en un mágico instante. Qué logro.
Tanto que necesitamos de remansos y remedios en esta turbulenta y acelerada época, aunque por lo menos este film nos brinda un respiro que nos permite evocar ese principio inmaterial remitente de nuestra misma esencia: el espíritu humano, génesis de nuestros más anhelados e indómitos sueños.

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