Antoine Fuqua (Training Day) y Denzel Washington regresan en exclusiva a la pantalla grande con una nueva entrega de un personaje llamado a convertirse en un mito del cine de acción. Comentaremos en el texto esta nueva película, pero es necesario partir de las dos anteriores para comprender la evolución del personaje de Robert McCall, y así, se entenderán mejor los acontecimientos del nuevo film.
En la primera entrega, conocimos al personaje. Un hombre sencillo, ordenado, metódico; alguien que se esfuerza por ayudar a su comunidad, a sus amigos. Y cuya vida, que se antoja un tanto monótona se ve alterada por la aparición de una joven, explotada por la mafia rusa. Robert tiene un pequeño conflicto moral, porque se vuelve a encontrar en una tesitura que ya afrontó en el pasado. “Le prometí a alguien a quien quería muchísimo que ya no volvería a ser esa persona”. ¿Qué clase de persona era Robert? Pues alguien entrenado por la CIA para matar. Robert, que se encuentra inmerso en un proceso de redención personal, decide poner esas habilidades al servicio de los demás, acabando con toda la mafia rusa.
De aquí, pasamos a la segunda parte. Cambiamos de ciudad. Y encontramos a Robert, de nuevo, en ese proceso de redención, buscando algo a lo que todavía no le puede poner nombre. Pero su vida se ve alterada de nuevo con la muerte de su antigua jefa, y mejor amiga, Susan (Melissa Leo). Nuestro protagonista realizará un viaje al pasado, a esa época de violencia y sangre que dejó fingiendo su muerte. Descubre una conspiración en el seno de su antiguo equipo, y la venganza, es rápida y, en algún momento, un poco brutal. Parece que ahora, Robert, en su vuelta al hogar que creó con su esposa, frente al mar, un lugar paradisiaco, puede encontrar algo de paz y tranquilidad.
Pero entonces, pasado un tiempo, viajamos a Sicilia, a un precioso viñedo en el que aparentemente todo es normal. Pero ya la atmósfera gris y tenebrosa nos indica que algo más se cuece en ese sitio. Un hombre y su nieto se acercan en un vehículo a la finca. Todo está en silencio. El hombre se baja del vehículo y entra en la propiedad, que está bañada en sangre y repleta de cadáveres, muertos de la forma más salvaje. Y en el sótano, junto con los barriles de vino, está sentado Robert McCall, limpiándose las manos, encañonado por dos enemigos. “Tienes 9 segundos para decidir”, le dice Robert al hombre recién llegado. Y de nuevo, se desata la violencia, que por primera vez le deja malherido y a punto de morir.
Y es este punto lo que hace que esta nueva cinta de Equalizer marque un punto y aparte en la trilogía. Porque ahora Robert es más vulnerable, vemos en él esa parte humana (cuando casi le hace daño a un niño y, de pensarlo, no duda en intentar pegarse un tiro), y le vemos cómo, poco a poco, va encontrando su lugar en el idílico pueblo de Altamonte. Robert se va convirtiendo en uno más de los habitantes, entablando amistad con los vecinos. “Un caballero en un mundo donde no hay caballeros”. Enseguida, el pueblo se ve sacudido por la violencia y la muerte por parte de la Camorra.
“Conozco el dolor. Conozco el sufrimiento. Conozco la muerte. Pero no la paz. Y ahora por fin empezaba a tenerla, y no voy a permitir que nos la arrebatéis”. Robert lucha una vez más por la paz y la justicia. En esta nueva entrega hay menos muertos, pero sin duda, el nivel de crueldad es más alto. Por lo que se insinúa, es el capítulo final de las andanzas de este personaje. Lo veremos de aquí a unos años.
Por el momento, tenemos esta nueva película que es sensacional, un entretenimiento de acción estupendo que además sobrecoge por su atmósfera muy bien lograda y porque bebe de otras propuestas como Gomorra, pues se nota que el director ha sabido plasmar muy bien la violencia y el caos del que es capaz esta mafia. Para todos aquellos que disfruten de la buena acción, tienen este fin de semana una cita ineludible en las salas con Equalizer.