Ariane Felder es jueza titular de uno de los Juzgados de Instrucción ubicados en el Palacio de Justicia de París. Tiene 40 años, es soltera y no tiene hijos. Trabaja entre 10 y 15 horas al día. Se relaja haciendo danza. Considera que es una persona inteligente al no tener pareja. Su paso por un juzgado de familia, donde tuvo la oportunidad de tratar con todo tipo de personas y de conflictos de pareja, la reafirma en su idea de la soledad, en ser independiente y autosuficiente en el terreno emocional. Es muy rígida impartiendo justicia. “El ser humano es un irresponsable, del que hay que protegerse”, dirá implacable para justificar su dureza.
Fin de año. En la planta baja hay una fiesta. Abogados, funcionarios, jueces, fiscales, etc, se divierten al pie de una enorme estatua que representa la justicia, como suele ser habitual, con los ojos vendados y con la balanza y la espada. Un elegante plano secuencia recorre el acto social. De la estatua, la cámara pasea por el edificio. Las copas de champán en la bandeja del camarero, los que las toman, los que bailan, unos globos con togas dibujadas. Uno de ellos sale por la ventana y llega a otro lugar del edificio, donde la juez
Felder trabaja incansable. A su despacho entra una comitiva dispuesta a arrancarla de su rutina y llevarla a la fiesta. No le queda más remedio que bajar y unirse a la alegría colectiva. Parece que flirtea con otro juez instructor, sale del Palacio de Justicia a las 0.32 horas del 1 de enero de 2013. Una cámara de seguridad capta su salida.
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Albert Dupontel y Sandrine Kiberlain |
Seis meses después, 12 de junio de 2013. Nos reencontramos con la juez Felder tomando declaración a un imputado a presencia de su letrado (en Francia, los abogados deben de ponerse la toga incluso en las dependencias de instrucción, formalidad de la que nos dispensan en España). Una webcam graba la declaración. El imputado, de origen árabe, se defiende de un delito de maltrato a su pareja. Pretende que la cabeza de la víctima chocó contra su mano. Felder le dirá sarcásticamente, que va a ampliar su reflexión y tomará declaración a una serie de objetos inanimados, después de leerle el contenido del informe médico forense. En un receso le comunican extraoficialmente que va a ascender. La van a nombrar Consejera del Tribunal de Apelación en breve. Al sentir náuseas, y no llegarle el período, visita a su ginecólogo, quien revela que está embarazada de seis meses. Su vida da un vuelco, pues no tiene a priori la menor idea de quién es el padre de la criatura.
«9 meses… de condena!» es la quinta película de Albert Dupontel, quien escribe e interpreta uno de los papeles principales. El filme pretende ser simplemente un relato divertido, una extravagancia, un artilugio sin mayor interés que entretener y hacer reír. Con la excusa argumental de una comedia de enredo, Dupontel logra un retrato corrosivo de la Administración de Justicia, donde se resaltan, de un modo ligero, sus imperfecciones, la humanidad y debilidades de los que la imparten y, por supuesto, las extravagancias de los letrados, donde vemos estrategias de defensa absolutamente disparatadas.
La elegancia y el acierto del tono que imprime Dupontel se apoyan en el uso de efectos especiales al servicio de la narración, que dotan de frescura y agilidad a la trama. Ese globo que sobrevuela el Palacio de Justicia al principio de la cinta como colofón del plano-secuencia antes mencionado; la ecografía del bebé de Ariane en primer plano del encuadre con el ginecólogo detrás; el crecimiento del bebé en el interior de la juez, para revelar el paso del tiempo; o algunas escenas marcadamente gore utilizadas como divertimento respecto a una serie de equívocos y conjeturas en torno a ciertas apetencias oculares del personaje de Bob Nolan (interpretado por el propio realizador), que consiguen arrancar una sonrisa a propósito de su brutalidad, imprimen todas ellas agilidad y diversión a esta simpática película, ganadora de dos premios César 2013, el de mejor actriz para Sandrine Kiberlain, excelente y muy adecuada en su papel, y el del guión original, obra del multifacético Dupontel.
La película cuenta con divertidos cameos de directores como Terry Guilliam, Jan Kounen o Gaspar Noé y de actores como Jean Dujardin.
El retrato de juezas de instrucción, cuenta con algunos exponentes interesantes tanto en la filmografía gala como en la española, cuyo perfil suele tener el denominador común de cierta dificultad en conciliar su labor profesional con sus responsabilidades familiares. En «Borrachera de Poder» (L’ivresse du pouvoir, Francia, 2006), de Claude Chabrol, la jueza Jeanne Charmant Killman (excelente Isabelle Huppert), investiga un escandaloso caso de malversación de fondos, que afectaba a altas esferas del poder, al tiempo que se tambaleaba su vida sentimental. Eva (Leonor Watling) en «Lo mejor de Eva» (España, 2012), de Mariano Barroso, es una jueza de Instrucción en Valencia, con un futuro brillante, meticulosamente labrado y planificado por su padre, fiscal retirado, actualmente en coma vegetativo en un hospital. Eva ha pasado su vida estudiando y no ha vivido (como le dirán, le falta roce). Cuando le llega su primer caso de asesinato, llegará a su vida de un modo aparentemente casual, Rocco (Miguel Ángel Silvestre), un gigoló, experto seductor, que la desestabilizará por completo, y que además, es testigo clave en el caso de asesinato que está instruyendo, complicando de modo irreversible su carrera en la judicatura. En «No habrá paz para los malvados» (España, 2011), de Enrique Urbizu, la Juez Chacón (Helena Miquel), es una juez de Instrucción de Madrid, que investiga, entre otros asuntos, una escurridiza trama Yihadista. Absorta en su trabajo, carece de tiempo para con sus responsabilidades personales como esposa y como madre. Supervisa las pesquisas policiales en dicha trama, con rejos en Ceuta y otros lugares, que lleva a cabo el meticuloso inspector Leiva (Juanjo Artero). El corrupto agente de policía Santos Trinidad (excelente José Coronado) al querer atar un cabo suelto, el molesto testigo de una de sus barbaridades, acabará tirando de la manta respecto a la investigación mencionada.
Tres ejemplos de películas con otras pretensiones más serias y dramáticas que «9 meses… de condena!», pero que comparten cuatro atractivos retratos de mujeres en la judicatura.