Dos veteranos de la Guerra de Bosnia, “Benjamin Ford” (Robert De Niro) y “Emil Kovac” (John Travolta), se enfrentan en un duelo personal por la supervivencia. “Emil” viaja desde su natal Serbia hacia el continente americano para buscar revancha con “Ford”, quien le dio ejecución sumaria durante el conflicto en los Balcanes; ejecución que resultó infructuosa pues de alguna forma sobrevivió, dejándole en estado vegetativo durante algún tiempo, situación a la que se sobrepuso.
“Benjamin Ford” es un coronel retirado de su ejercicio, pues perteneció a las Fuerzas de la OTAN que internacionalizaron el conflicto en Bosnia hacia el año de 1995, y en una de sus misiones se encontró con el escuadrón de
“Los Escorpiones”, comando de la muerte que tenía como objetivo principal aniquilar a los musulmanes de Bosnia. Estos sicarios a la postre serían juzgados por crímenes de guerra. Uno de estos miembros (según la película) es
“Emil Kovac”, quien sobrevive a su ejecución.
“Kovac” recibe información de la ubicación actual (2013) de
“Ford”, quien se encuentra de caza en los Montes Apalaches, disfrutando, en apariencia, de su jubilación.
“Kovac” viaja a Estados Unidos y localiza a “Benjamin”. Por una avería mecánica en su automóvil, “Ford” se queda varado en medio del bosque, y “Emil” hace su sorpresiva aparición, ofreciéndole ayuda al exmiembro del ejército del Atlántico Norte y allí es donde inician su relación aparentemente amistosa.
Hasta aquí la propuesta de Mark Steven Johnson resulta atractiva, por el supuesto de ver enfrentados a dos veteranos de una guerra en una situación personal de revancha, donde cada quien tendría sus motivos para volver al combate (en este caso uno a uno). Uno motivado por la venganza (John Travolta) y otro (Robert De Niro) por el instinto de sobrevivir a los ataques de su agresor.
Los pensamientos de alguien que ha sobrevivido a una guerra (siendo víctima o victimario) son de una psique muy profunda; delicados estertores mentales que
Steven Johnson toca de modo superficial y que resume para su película con la leyenda del
Jagermaister (bebida alcohólica alemana hecha a base de distintas hierbas):
“Es el honor del cazador que lo lleva a proteger y a preservar su presa, a cazar con dignidad y honra al creador y a sus criaturas”; ya con esto,
Johnson soslaya el cruento camino mental y emocional que uno supone habrían recorrido sus dos protagonistas para alcanzar la propia redención. En cambio, lo único que logra el originario de Hastings, Minnesota, es una sucesión interminable de tomas y dacas mutuas de parte de
“Kovac” y
“Ford”. Travolta haciéndola de fustigante cazador a veces y otras de indefenso venadito; lo mismo que ocurre con el personaje de
De Niro.Ya inmersos en la acción, hay situaciones que sí ahondan en la crueldad post-traumática de la guerra, pero son circunstancias únicamente gráficas: una flecha que atraviesa la pantorrila de De Niro, para después ser colgado de ella a través de la misma herida que le inflige “Kovac”, mientras éste le dice: “Aunque es un músculo pequeño, no sabes cuán resistente es”. Posteriormente vendrá la respuesta de “Benjamin” (una vez que hábilmente se escapa de su victimario), ensartándole una flecha a Travolta que le atraviesa las mejillas y lo clava en la pared de una cabaña rústica, con la mitad de su cara completamente pegada a la madera. Secuencias de verdad escalofriantes.
Hay una escena que pudo tener un mayor valor dramático, que le hubiese brindado una acción genuinamente angustiante y sórdida a la película: el hijo de
“Benjamin”, “Chris” (
Milo Ventimiglia) y la esposa de éste,
“Sarah” (
Elizabeth Olin), lo visitan en su cabaña de los Apalaches, para insistirle que asista al bautizo de su nieto (a quien “Sarah” lleva en brazos); quedan (a lo lejos) justo a la merced de “
Kovac”, quien les tiene apuntados con su arco y flecha (sin que ellos se den cuenta), a lo que
“Benjamin” (quien también se encuentra lejos de sus familiares) le ruega, vía un walkie-talkie, que no les dispare.
“Kovac” inmediatamente y sin reparo lo hace. Entonces,
“Chris” y “Sarah” se marchan (sin percatarse de la situación) al no encontrar a su pariente. Esta secuencia desperdiciada por Steven Johnson nos llevará de nueva cuenta al toma y daca ya mencionado entre
“Kovac” y “Ford”.De Niro y Travolta aportan muy poco a la sustancia dramática de la película. De Niro (quien es un actor consumado, sin duda) sólo se atiene a sus muecas de costumbre y en repetir sus diálogos memorizados. Y Travolta se regocija imitando el acento carácterístico de los eslavos cuando hablan en inglés. Lo único que aportan en realidad estos dos es su mediática presencia.
Así pues, este film sólo quedará en el anecdotario que de manera recurrente nos receta Hollywood y no como un discurso cinematográfico trascendente acerca de las terribles y traumáticas consecuencias que tiene una guerra en la psique de los seres humanos.
Killing Season aun no tiene fecha de estreno en España, pero nuestro compañero Edu Bustamante nos ofrece su opinión tras verla en México, país en el que ya se ha estrenado.