El cine es uno de los sectores que más acusa las consecuencias de la pandemia que estamos viviendo. Semanalmente se siguen estrenando películas, tanto en salas como en las plataformas que todos conocemos, pero la taquilla está vacía de estrenos importantes, de esos que llaman al público familiar y que dejan un gran consumo económico en entradas y palomitas.
Dicen las distribuidoras que se están guardando dichas películas por motivos económicos. Pues quizás esa es precisamente la razón para estrenarlas, ya no solo para ayudarse a ellos mismos, también para echar una mano a los exhibidores que no lo están pasando precisamente bien. Porque desgraciadamente, el público masivo ya no quiere ver grandes películas menores; se acabaron esos tiempos en que convivían los western, los thriller y los dramas costumbristas, los tiempos en que había auténticos duelos de quien escribía el mejor guion y quien interpretaba mejor las historias. Ahora, el público masivo solo concibe la justificación del precio de la taquilla a través de los efectos especiales, discriminando a una gran mayoría de obras cinematográficas a las salas más pequeñas, alejándolas así del gran público, dejando espacio solo a la enésima entrega de alguna franquicia. Las franquicias molan, pero a la larga, esto es la muerte del cine tal y como lo conocemos en su sala grande, a modo de espectáculo.
Desde luego esta situación no ha venido dada por la pandemia. Más bien se lleva arrastrando muchos años, y ahora tenemos las consecuencias. Pero ante la ausencia de esos “grandes productos palomiteros”, aún hay gente que arriesga y apuesta por hacer cosas diferentes, con un cierto toque de originalidad y sin engañar al espectador, explicando desde el primer momento dónde nos estamos metiendo e invitándonos a que nos dejemos llevar. El cine siempre ha sido eso ¿no? Dejarse llevar por la propuesta del director y pasar un rato agradable.
Opinión / Crítica de Pasajero Oculto
De Nueva Zelanda, llega “Pasajero Oculto” (Shadow in the Cloud) una película con espíritu de serie B realizada al estilo ochentero. Ambientada en plena Segunda Guerra Mundial, el relato comienza en una base aérea de Auckland, donde la piloto Maud Garret (Chloe Grace Moretz) espera a ser recogida por un avión que viaja hasta Samoa. Maud es una de las muchas mujeres que lucharon en el bando aliado contra los japoneses en el Pacífico. Porta un paquete confidencial y no debe permitir que sus compañeros de la tripulación sepan nada de su misión. Pero durante el vuelo, comienzan a suceder cosas extrañas en el avión. Piezas que se desmontan, desaparecen herramientas, ruidos raros. Y también el hecho de que ella y otro compañero perciben una presencia extraña, de una criatura de color oscuro con fuertes garras, sedienta de sangre.
Este es el punto en el que comienza “Pasajero Oculto”, una cinta de aventuras sencilla y que, como decíamos antes, no engaña al espectador. Acción, intriga, tensión y algunos giros narrativos marcan un relato que nos hace gozar durante hora y media. La actriz protagonista, a la que descubrimos en Kick-Ass, brilla en un papel que la obliga a llevar en todo momento el peso de la narración, haciéndola demostrar que va madurando como intérprete y que sabe buscarse bien los personajes que interpreta. Sí, hay monstruos, hay sangre, y hay situaciones que pueden resultar descacharrantes en ciertos momentos, fantasiosas, pero esa es la magia del cine, que no hace falta tanto realismo, para eso ya tenemos nuestras vidas.
Como se desprende de mi crítica de Pasajero Oculto, esta es una película que está precisamente para ayudarnos a evadirnos y pasarlo bien, no se puede pedir más y, lo hace, demostrando a su vez que no hacen falta trescientos millones de dólares para hacer algo curioso y ameno; salvo quizás tener una buena historia.
Podéis disfrutar de ella desde el 5 de marzo, por cortesía de Second GEN Pictures, en plataformas de video bajo demanda como son Movistar+, Vodafone TV, Filmin, Rakuten TV, iTunes y Google Play (en estas tres últimas también se puede adquirir la película en venta digital).
