Mucho es el tiempo ya que llevo esperando a que estrenen esta película de Studio Ghibli en España, sin embargo, mi paciencia se ha agotado y tras meses, e incluso años de espera desde su estreno oficial me tiré al camino “ilegal” y la vi fan-subtitulada en mi televisión.
“Kokuriko Zaka Kara”, “La colina de las amapolas” en su traducción al castellano y “From Up on Poppy Hill” en inglés, es una apuesta de Goro Miyazaki, el hijo de Hayao Miyazaki, el maestro de la animación. Asemejándose más al cine de su compañero de estudio Isao Takahata (“La tumba de las luciernagas” y “Susurros del corazón”) por ese corte realista, Goro Miyazaki nos presenta en este film una historia optimista, que desprende energía y que sin duda encantará a todo aquel que, como yo, esté enamorado de la cultura y forma de vivir japonesa.
La premisa es sencilla, corre el año 1963, Umi Matsuzaki es una estudiante de instituto que, en ausencia de su madre, cuida de sus dos hermanos y de su abuela a la par que administra un hostal en lo alto de una colina de amapolas y cercano al mar. Un día conoce a Shun Kazama, miembro del club de periodismo del instituto, con el que comenzará una estrecha amistad que se verá complicada por ciertas circunstancias. Juntos, descubrirán una forma de convivir entre el turbio pasado, el difícil presente y el esperanzador futuro en un momento histórico en el que Japón aún vivía azotado por los coletazos de la Guerra de Corea.
No albergaba muchas esperanzas en esta película, quizá por eso he sido capaz de esperar tanto tiempo el posible estreno en España, ya que “Cuentos de Terramar” no me entusiasmó en absoluto… Sin embargo, parece ser que Goro ha elegido el buen camino al dejar la fantasía a un lado.
Con una narración exquisita, Goro Miyazaki, nos ofrece un buen relato, bien contado, con los planos y la duración de estos pensados y medidos hasta la perfección. Sin ser una historia demasiado trascendental nos deja un regusto dulce en la boca, con un final que deja ganas de más. Los personajes, como suele ocurrir en Ghibli, son entrañables, se les coge cariño desde el segundo cero del film, lo que hace que aunque nuestra cultura sea tan dispar a la presentada en la película nos lleguemos a sentir identificados con Umi.
En esta obra, Goro habla de la unión del pueblo japonés, esta vez representada en la unión de los chicos y chicas de la casa-club del instituto y su lucha para que no sea demolida para construir otro edificio, una lucha teñida con canciones de patria y hermandad.
Una película que representa a la perfección la vida cotidiana japonesa en un pueblo costero, un relato que busca contarnos una historia sencilla y simple de la forma de vivir del Japón de los años 60, una narración que nos habla de amistad, de familia, de amor, de complicidad, de respeto, de guerra, más concretamente de la guerra de Corea que, como todas las guerras, tuvo muchas consecuencias.
Un relato que presenta personajes normales en días normales y que sin embargo despertará en nosotros un sinfín de sensaciones que pasarán de la sonrisa al llanto, del llanto a la emoción e incluso a la euforia. Todo ello, por supuesto, como no podría ser de otra forma en una película del estudio japonés, aliñado con una increíble banda sonora que acompaña armoniosamente la imagen pero, en este caso, derrochando energía y positividad.
Sin estar a la altura de otras películas del estudio como “La princesa Mononoke” o “El viaje de Chihiro”, ha despertado mi interés en el trabajo de Goro Miyazaki, y espero que a partir de ahora siga así ya que a mi me ha cautivado.